El Argumento por Resistencia: A qué nos enfrentamos y cómo podría ser la lucha en la era Trump

Por CrimethInc. / Traducción por A Planeta


Es comprensible que mucha gente se sienta agotada ante la perspectiva de una segunda era Trump. Es fácil querer desconectar y disociarse. ¿Qué podemos hacer?.

Pero no sabemos cómo habría ido la primera era Trump si no hubiera sido por las formas en que millones de personas participaron en diversas formas de resistencia. Por difícil que fuera, podría haber sido mucho peor. No derrocamos el capitalismo ni abolimos la policía, pero evitamos que los fascistas tomaran las calles, e impedimos que Trump y sus partidarios llevaran a cabo gran parte de su agenda. Cualquiera que te diga lo contrario está tratando de ocultar nuestro poder colectivo.

Mientras confiamos en nuestra propia fuerza, nos hicimos personas más y más poderosas. Nuestras protestas impulsaron a otros a la acción, mostrando lo que estaba en juego y dónde era vulnerable el régimen. Nuestras acciones dieron forma a las narrativas públicas, contrarrestando los esfuerzos de Trump para determinar el discurso popular. Los disturbios resultantes dieron a la clase capitalista la impresión de que el reinado de Trump era malo para los negocios, minando su apoyo. Solo después de que aparentemente hubiéramos expulsado a Trump del escenario de la historia bajamos la guardia, permitiendo que nuestros movimientos sociales menguaran y creando una situación en la que el Partido Demócrata podría ceder el poder una vez más.

La lección está clara. Solo conseguiremos lo que ganemos con nuestro propio esfuerzo. La era Trump no fue una anomalía histórica. No ha quedado atrás. Seguimos en ella, y solo podremos superarla luchando.

"Nadie manda si nadie obedece"

Ahora está ocurriendo de nuevo: el Partido Demócrata está entregando a Donald Trump las llaves del reino, incluidos los medios de represión más avanzados de la historia del sistema solar. El poder popular expresado en el levantamiento de 2020 -lo único que ha sido lo suficientemente poderoso como para detener a este aspirante a dictador- se ha disipado, socavado por los mismos demócratas que afirmaban que sabían mejor que nadie cómo derrotar a Trump.

Este es un momento crucial, y todas las personas que no son cínicamente indiferentes están haciendo sonar la alarma. Aquellas de nosotras que reconocemos la necesidad de luchar es mejor que nos encontremos, identifiquemos las fortalezas y debilidades de todas las partes implicadas, recordemos las lecciones de los últimos ocho años y elaboremos estrategias.


En cierto modo, estamos en peor posición que en 2017. La elección de Trump en 2016 fue un shock para todos, provocando una respuesta masiva inmediata; en ese momento, la ocupación de Standing Rock y los levantamientos contra la violencia policial en Ferguson y Baltimore estaban frescos en las mentes de millones de personas. Esta vez, el levantamiento de 2020 parece un recuerdo lejano, a pesar de que fue exponencialmente mayor que esos movimientos anteriores. El movimiento estudiantil de la primavera pasada en solidaridad con Palestina fue inspirador, pero no se extendió lo suficiente más allá de las universidades como para sobrevivir a la represión y a las vacaciones de verano.

No obstante, decenas de millones de personas compartimos la experiencia de haber participado en el mayor levantamiento de masas en Estados Unidos en al menos medio siglo. Esos recuerdos han quedado enterrados bajo las posteriores capas sedimentarias de la historia, pero no son del todo inaccesibles.

Por primera vez, Trump ha ganado el voto popular, obteniendo ganancias con algunos votantes de color. Una mayor parte de la población está dispuesta a votar por el fascismo abierto que antes, sabiendo muy bien lo que están haciendo esta vez. Aunque la actividad fascista de base se redujo después del golpe de estado abortado del 6 de enero de 2021, los neonazis han reanudado sus apariciones en las calles. Si Trump indulta a quienes cumplen condena como consecuencia del 6 de enero, es probable que organizaciones de extrema derecha como los Proud Boys vuelvan a las calles con toda su fuerza.

Tras ocho años de escándalos y emergencias, todo el mundo está insensibilizado y desmoralizado. Tanto los demócratas institucionales como los de base parecen dispuestos a darse la vuelta y dejar que Trump haga lo que quiera. Como en 2017, los republicanos controlarán la Casa Blanca, la Cámara de Representantes y el Senado; una vez más, ejercen un profundo poder institucional mientras fingen ser «rebeldes» contra el Estado que controlan. Esta vez, sin embargo, Trump está dispuesto a llevar su agenda mucho más lejos. En 2017, como advenedizo en el Partido Republicano, se vio obligado a llenar su administración de neoconservadores y otros republicanos tradicionales. Ahora los republicanos están unidos detrás de él, y se está preparando para destripar todo el gobierno federal y los rangos superiores de las fuerzas armadas e instalar una pandilla de leales.

El fascismo que quieren.

Sin embargo, esto podría crearle nuevas debilidades. Promover a aduladores a puestos de poder sobre la base de la lealtad y no de la experiencia no creará necesariamente un gobierno eficaz. Cuanto más envalentonados estén Trump y sus secuaces, más probable será que provoquen resistencia. Al intentar nombrar un gabinete lleno de violadores, teóricos de la conspiración y presentadores de Fox News, obligará incluso a los liberales más moderados a dejar de considerar legítimo al Gobierno de Estados Unidos, al menos temporalmente. La purga de miles de personas del gobierno y del ejército, mientras libra una guerra abierta contra algunos de los sectores más desesperados de la sociedad, podría incitar a la resistencia en múltiples frentes.


Donald Trump no es significativamente más popular en 2024 de lo que era en 2020, ni representa a la mayoría de la población. Añadió un par de millones de votos al número que recibió en 2020, pero aún así recibió considerablemente menos votos en 2024 que Joe Biden en 2020, a pesar de que la población estadounidense ha aumentado en varios millones desde entonces. Y recuerden que Biden no era realmente popular en 2020, como se hizo evidente después.

Así que Trump no ha ganado popularidad. El Partido Demócrata ha perdido popularidad, eso es todo.

Esto no es sorprendente. Los demócratas han intentado ser el partido de las concesiones entre opuestos irresolubles. Intentaron una concesión entre el capitalismo y la clase obrera, entre la policía y las comunidades a las que brutalizan, entre el genocidio y la paz1 No es de extrañar que fracasaran. En realidad, es sorprendente lo bien que lo hicieron, teniendo en cuenta que se presentaron en la plataforma de la «democracia» sin siquiera ofrecer a los votantes unas primarias en las que elegir candidato. A la mayoría de los demás partidos gobernantes del mundo les fue aún peor en las elecciones de 2024.

Pero eso no significa que a la gente le gusten los demócratas. Solo significa que la gente odia a Donald Trump.

Si algunos demócratas están ansiosos por responder a estas elecciones persiguiendo a los republicanos aún más a la derecha, esto sólo demuestra lo mal que siguen juzgando la situación. Su intento de cortejar al centro acercándose a los neoconservadores fracasó a la hora de construir una mayoría viable. Ello se debe a que el statu quo es impopular. Las personas que impulsaron a Trump a la victoria estaban emitiendo en gran medida votos de protesta contra el orden gobernante. Como predijimos el pasado julio, el centro no puede sostenerse.

Las elecciones de 2024 representan el fin del consenso neoliberal tecnocrático que dominó el mundo desde la década de 1970 hasta la de 2010. La popularidad de Trump no es un fenómeno único. En todo el mundo crecen los movimientos populistas de extrema derecha y los líderes autoritarios ganan legitimidad política. Durante décadas, liberales y conservadores han trabajado juntos para suprimir los movimientos de base que trataban de abordar los problemas creados por el capitalismo neoliberal; esto creó un vacío que la extrema derecha ha acabado llenando. En ese sentido, los demócratas allanaron el camino para que el nacionalismo y el fascismo sucedieran al neoliberalismo. Presumiblemente, suponen que éstos serán menos amenazadores para sus privilegios de lo que sería el fin del capitalismo.

Tal vez esto explique cómo el Partido Demócrata pudo pasar años denunciando a Trump como un fascista, y luego organizar inmediatamente una transferencia pacífica de poder. Los demócratas institucionales esconden la cabeza en la arena, con la esperanza de que si se mantienen fieles a las instituciones de la democracia, incluso unilateralmente, esas instituciones podrían sobrevivir los próximos cuatro años. Pero teniendo en cuenta lo drásticamente que ha cambiado el terreno de juego en los últimos ocho años, no hay razón para creer que esas instituciones permanecerán intactas a menos que la clase dominante las necesite como moneda de cambio.

Los demócratas no tienen intención de defender a quienes Donald Trump pretende atacar. Son cómplices a sabiendas del fascismo.

Nada de esto es una buena noticia. Los decepcionados por los demócratas no encontrarán necesariamente su camino hacia los movimientos de liberación. Podrían desviarse más a la derecha, o gravitar hacia esquemas piramidales autoritarios de izquierda, o retirarse a la apatía por completo. Pero aquí hay oportunidades.


Es sorprendente que Trump no pudiera aumentar su base de votantes, teniendo en cuenta que el hombre más rico del mundo le apoyó gastando 44.000 millones de dólares para comprar la principal plataforma de debate político del mundo y más de cien millones de dólares más en prospecciones electorales privadas, incluyendo esfuerzos para sobornar a los votantes de clase trabajadora eligiendo un ganador de lotería diario de un millón de dólares.

Cosas de supervillanos.

Tanto Elon Musk como Donald Trump fingen que se sintieron atraídos por la política por un sentido del deber cívico; de hecho, ambos están simplemente ampliando sus negocios mediante la expansión para comerciar con el poder del Estado.2 El día después de las elecciones, una subida de las acciones añadió 26.500 millones de dólares al patrimonio neto de Musk, en la mayor repunte de este tipo registrado. Mientras que los demócratas siguen intentando preservar el capitalismo neoliberal tal y como era, los republicanos representan una nueva fusión de nacionalismo populista y oligarquía que busca extraer beneficios directamente a través del Estado mientras canaliza la rabia de los pobres en chivos expiatorios de los aún más pobres.

Trump y Musk solo pueden hacerse pasar por benefactores desinteresados porque los recursos se han distribuido de forma tan desigual que unos pocos multimillonarios pueden determinar el resultado de unas elecciones. Son los mismos que controlan la cadena de suministro, las plataformas de comunicación y noticias, y los campos emergentes de la inteligencia artificial, la neurotecnología y los viajes espaciales. Este es el fascismo del siglo XXI, en el que la autocracia y la tecnocracia se mezclan, creando matrices de control superpuestas que funcionan a todas las escalas, desde la intracelular a la interplanetaria.

Sean cuales sean las promesas que hagan a la clase trabajadora blanca, su prioridad real es enriquecerse. No se puede llevar a cabo una gigantesca transferencia de riqueza a las arcas de los multimillonarios y, al mismo tiempo, resolver los problemas económicos de la ciudadnía estadounidense. Trump siempre ha conseguido aprovecharse de los agravios populares haciendo que los pobres se identifiquen con él como símbolo del éxito, dándoles la emoción vicaria de animar al equipo ganador incluso mientras él vacía sus bolsillos en los suyos. Pero eso puede no aplacar a la gente indefinidamente.

 El hombre más rico del mundo hizo campaña a favor de Trump eligiendo un ganador diario de lotería de un millón de dólares, comprando esencialmente un anuncio en el que una familia de clase trabajadora en apuros tenía que hablar efusivamente de lo agradecidos que estaban a sus benefactores multimillonarios. Donald Trump y Elon Musk no tienen ningún incentivo para mejorar la vida de los trabajadores de a pie: el abismo entre multimillonarios y trabajadores es precisamente lo que les permite hacer piruetas como ésta.

Ostensiblemente, Donald Trump pretende hacer con el Gobierno de Estados Unidos lo que Elon Musk hizo con Twitter: La idea es que Musk se apodere de ella, despida a todos los que no le sean leales y la convierta en un vehículo para la especulación y la propagación del fascismo. Cuando Musk se hizo cargo de Twitter, aparecieron una serie de artículos en los que se afirmaba que la llevaría a la ruina y que la plataforma pronto dejaría de funcionar por completo. Por desgracia, eso habría sido preferible a lo que ocurrió en realidad. A pesar de algunos fallos técnicos, Twitter siguió funcionando. Musk expulsó, ahuyentó o suprimió algorítmicamente a un número suficiente de sus críticos para transformar el discurso en la plataforma, dejando intacta la diversidad suficiente para preservar la inversión popular. Así es como los autoritarios logran la hegemonía: con una mezcla de represión y tolerancia.

Independientemente de los agoreros de algunos periodistas, deberíamos anticipar algo similar de la segunda administración Trump. Habrá un período de transición desordenado y una ola de represión, pero la amenaza real es que nuestra sociedad seguirá funcionando bajo un marco aún más autoritario, y que la mayoría de la gente se acomodará a él.

Sin embargo, ninguna de estas historias ha llegado aún a su conclusión. Desde que Musk la adquirió, la plataforma antes conocida como Twitter no ha dejado de perder credibilidad y hemorragia de partidarios, no muy diferente de lo que ha ocurrido con el gobierno de Estados Unidos en la última década. Históricamente, los emperadores rodeados de siervos que sólo les dicen lo que quieren oír rara vez consiguen establecer la estabilidad. Podemos anticipar el caos y la desorganización, entonces -una crisis tras otra- y es posible que la población en general, siempre voluble, se vuelva contra Trump cuando no logre resolver sus problemas, al igual que hizo la administración Biden.

Así que ahora es el momento de pensar con audacia, de luchar por algo más inspirador que el retorno al gobierno demócrata. No estamos rodeados de lameculos fascistas que desean ser dominados -o al menos, aún no son mayoría-. Estamos rodeados de personas desesperadas que están decepcionadas con la política electoral porque tiene muy poco que ofrecerles. Permanecerán al margen hasta que se abra un camino mejor.

"¡Deportación masiva ahora!": El deseo de ver a otros perjudicados en su nombre ha llegado a sustituir al deseo de mejorar sus propias vidas.

Tenemos al menos una ventaja. Donald Trump es un conocido. Si no siempre es posible prever sus movimientos, sus reacciones suelen ser predecibles. Debería ser posible explotar sus debilidades.

Trump se nutre de la atención mediática. Buscando controlar el ciclo de noticias, fabrica una crisis tras otra, cada una destinada a distraer de la anterior. Durante su primer mandato, esto obligó a mucha gente a entrar en un ciclo de reacción, lo que permitió a Trump marcar el tempo del compromiso. Cuando tu enemigo controla el tempo del conflicto, puede mantenerte continuamente a la defensiva.

Con este fin, Trump siempre está diciendo y haciendo cosas horribles. Con la elección de su gabinete, por ejemplo, parece que está intentando provocar un escándalo para que sus nombramientos más escandalosos funcionen como pararrayos que canalicen la ira y la atención, permitiéndole sacar adelante el resto de su agenda sin que se note.

Depende de nosotros establecer nuestras propias prioridades, tomar la iniciativa y obligar a nuestros adversarios a luchar en el terreno que elijamos. Conociendo algunos de los planes de Trump para sus primeros días en el cargo, podemos empezar a elegir batallas que podamos ganar. Cuanto antes logremos algunas victorias decisivas, incluso a escala local, antes redescubrirá la gente de todo el mundo que la resistencia es posible.

Trump se extralimitará, sobre todo si le obligamos a ello. Recordemos los embriagadores días del verano de 2020, cuando intentaba demostrar a sus partidarios de la clase dominante que podía recuperar el control de las calles. Cuando envió agentes federales a Portland en julio de 2020, estaba echando gasolina al fuego, catalizando una respuesta pública masiva que las agencias federales leales a él -principalmente el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y el Departamento de Seguridad Nacional- no pudieron suprimir. Las personas que al principio habían observado desde la barrera acabaron saliendo a la calle, cogiendo paraguas, sopladores de hojas (para dispersar el gas lacrimógeno), fuegos artificiales y escudos. Siguieron saliendo durante más de cien días consecutivos.

Podría decirse que Trump no fue derrotado en las urnas en noviembre de ese año, sino en las calles en julio de 2020, cuando la gente de Portland demostró que sus lacayos no eran rivales para ellos. Esto le costó a Trump el apoyo de los capitalistas que buscaban restablecer la ley y el orden, al menos en esa elección.3

Portland, verano 2020.

Un elemento crucial de la victoria que tuvo lugar en el verano de 2020 fue la polarización de los gobiernos locales y estatales contra Trump. La complicidad de los funcionarios demócratas en los estados y ciudades «azules» está bien establecida, pero todavía tienen que fingir que representan a sus electores, lo que a menudo significa perseguir a poderosos movimientos sociales con la esperanza de cooptarlos. Si jugamos bien nuestras cartas, deberíamos ser capaces de obligar a los gobiernos y organismos locales y estatales controlados por los demócratas a negarse a cooperar con al menos algunos de los programas de Trump. En 2020, el sentimiento popular obligó a muchos fiscales locales a retirar los cargos contra los detenidos durante la revuelta. Muchos municipios han sido declarados ciudades santuario. A pesar de lo vacías que suelen estar esas palabras, podemos aspirar a obligar a los políticos a darles un significado. Cualquier división que surja en el seno de la clase dominante, por pequeña que sea, nos beneficiará.

La primera batalla se librará por los corazones -y las agendas- de los anarquistas y otros rebeldes que estuvieron activos en 2020. ¿Estamos preparados para movilizarnos de nuevo, más, de forma diferente? La segunda batalla se librará por una franja más amplia de la población, incluidos los demócratas de base. ¿Están preparados para aceptar la segunda era Trump como algo habitual, o gravitarán hacia la resistencia?

Si los políticos demócratas no se ven obligados a romper con la agenda republicana, podríamos acabar en una situación en todo el país análoga a lo que ocurrió con el movimiento Stop Cop City en Atlanta, donde la mayoría de la población en general llegó a oponerse al centro de entrenamiento policial propuesto, pero los políticos de todos los colores cerraron filas en un consenso bipartidista a favor de imponerlo por la fuerza bruta. Pero si una masa crítica de demócratas de base llega a la conclusión de que tienen la responsabilidad de convertirse en insumisos, eso obligará al menos a algunos políticos demócratas a mantenerse al margen del consenso de «ley y orden».

También deberíamos anticipar deserciones de las clases burocráticas y directivas. Trump planea despedir a miles de empleados federales y seguramente muchos más dimitirán. Los efectos se extenderán a todos los niveles de la sociedad. Tenemos que crear oportunidades para que los nuevos desafectos se conecten entre sí y pongan sus habilidades al servicio del movimiento. Si algunos de ellos aportan información privilegiada sobre la burocracia, tanto mejor. Cuando se trata de filtraciones de quienes conservan sus cargos, debe hacerse hincapié en equipar a los movimientos para actuar, en lugar de limitarse a tratar de desacreditar a la administración en un imaginario tribunal de la opinión pública.

Para enfrentarse a todo un gobierno, hay que crear fricciones entre las distintas facciones que lo componen y explotar las vulnerabilidades que ello abre.


Algunas de las herramientas y estrategias en las que confiamos durante la primera administración Trump puede que ya no nos sirvan.

Doxxing, deplatforming y las prohibiciones de los medios sociales podrían interrumpir las formaciones de derecha hasta que la derecha se hizo con el control de las plataformas de medios sociales como Twitter. Es poco probable que sean eficaces bajo un régimen abiertamente fascista en el que a los luchadores callejeros de extrema derecha se les concede clemencia y se les recompensa por sus fechorías a través de crowdfunding y bombo mediático.

Incluso antes de que Elon Musk comprara Twitter, las plataformas de medios sociales se habían convertido en rings de combate en los que los contendientes luchaban por la legitimidad en una competición de suma cero, y esto se había filtrado para influir en la atmósfera de algunos otros lugares de organización. Esta dinámica no nos beneficia. Esta vez, tendremos que dejar de lado una serie de pautas destructivas si queremos crear ecosistemas de resistencia que puedan prosperar en condiciones tan difíciles.

Los proyectos de ayuda mutua serán importantes. La gente necesitará hormonas, anticonceptivos, píldoras abortivas, dinero para viajar en busca de atención médica o para escapar de un entorno hostil, ayuda para evitar diversas formas de violencia estatal. Pero se trata fundamentalmente de estrategias defensivas que deben conectarse con formas ofensivas de lucha para tener éxito.4 No podemos separar la atención y la lucha, ni debemos dejar que el deseo de seguridad individual interfiera con las formas de acción colectiva que representan nuestra única esperanza de cumplir el lema «Nos mantenemos a salvo.»

"Solidaridad es la respuesta": Fundamentalmente, se trata de una lucha entre la empatía y el egoísmo, entre la solidaridad y el odio.

Debemos negarnos a que se normalice cualquier aspecto de la agenda de Trump. Al mismo tiempo, no debemos dejar que sus acciones nos provoquen una condición de indignación perpetua que produce rendimientos decrecientes. Debemos prestar mucha atención a lo que está sucediendo sin dejar que él dicte el ritmo de nuestras acciones o agote nuestra energía emocional. Esto requiere pensar estratégicamente, buscando oportunidades para actuar con eficacia en lugar de limitarse a emitir juicios. Cada día será su propia emergencia, y cada una será verdaderamente urgente, pero no podremos cambiar nuestras prioridades cada día. Tendremos que construir formas sostenibles de resistencia a través de la acción continua, buscando estrategias que desarrollen la capacidad a lo largo del tiempo en lugar de quemarnos.

Si podemos desarrollar estas estrategias, también nos prepararán para afrontar lo que Adam Greenfield llama la larga emergencia del cambio climático entrelazado, la inestabilidad política y el colapso social. Mientras los huracanes y las inundaciones azotan nuestras comunidades junto a los nuevos ataques del Estado, debemos aceptar que nada volverá a la normalidad y actuar en consecuencia.


No podremos simplemente continuar donde lo dejamos en 2020. Una vez más, habrá una curva de aprendizaje: tendremos que conectar con gente nueva, demostrar tácticas, hacer propuestas y desacreditar las suposiciones liberales sobre lo que es aceptable o eficaz. Si podemos mantenernos firmes el tiempo suficiente, algunos sectores de la población que actualmente están seducidos o desmoralizados probablemente volverán a inquietarse, especialmente si la economía no mejora. Pero tampoco podemos dejar que Trump nos robe terreno. Los primeros meses determinarán hasta dónde llega y con qué rapidez.

Muchas de las personas visiblemente oponentes a Trump han sostenido que dos de las consecuencias negativas de la próxima administración Trump serán que más gente se «radicalizará» (tanto a la izquierda como a la derecha) y que habrá «caos» (es decir, protestas disruptivas). La implicación es que Trump quiere y se beneficia de ambos fenómenos. Nos corresponde a nosotros articular qué tiposde polarización y caos benefician realmente a Trump y cuáles no. Donald Trump no ganó las elecciones de 2024 porque la gente saliera a la calle: perdió las elecciones de 2020 como consecuencia de las protestas disruptivas, y ganó las elecciones de 2024 en parte porque éstas desaparecieron. Todo el mundo debe entender esto.

"Las elecciones terminaron, la lucha continúa": Manifestantes en Portland, Oregón, al término del primer mandato de Donald Trump.

En cierto modo, la victoria de Trump puede atribuirse directamente a la adquisición de Twitter por parte de Elon Musk. Con Musk desempeñando un papel en la administración entrante de Trump, la plataforma puede proporcionar inteligencia sin orden judicial directamente a las agencias federales, mientras que los algoritmos seguirán promoviendo narrativas autoritarias. Ahora que los multimillonarios de la tecnología se están acomodando al gobierno de Trump, lo mismo ocurre con Facebook, que ya ha perdido estatus como espacio de organización, pero también con Instagram, del que siguen dependiendo innumerables proyectos anarquistas y de izquierdas. Esto no solo preocupa a las personas radicales que se autoidentifican, sino a todas las que dependen de las redes sociales para informarse.

Afortunadamente, desde las elecciones, millones de personas han huido de la plataforma de Musk. Algunos se van a Instagram Threads, que no es mucho mejor, pero millones se han unido a Bluesky, creando una nueva esfera pública que podría desempeñar un papel en la circulación de noticias e ideas. Aunque los propietarios de Bluesky han conseguido que se considere un espacio acogedor para muchos de los grupos demográficos a los que pretende dirigirse la administración Trump, está por ver hasta qué punto será duradero, y mientras prevalezca el capitalismo, todas las plataformas propiedad de empresas seguirán estando a merced del mercado. Por estas razones, Mastodon sigue siendo la mejor apuesta, pero hasta ahora, la gente no se está uniendo a ella en cantidades lo suficientemente masivas como para que sea suficiente para informar el tipo de movimientos de masas que necesitaremos.

La buena noticia inequívoca es que el éxodo de la plataforma de Musk demuestra que la gente no está unida a las plataformas de medios sociales, por muy consolidadas que estén. A partir de ahora, los multimillonarios de la tecnología que pretendan controlar la «plaza pública» apuntarán a un blanco móvil.

X/Twitter está controlado y monitoreado por un miembro de facto de un gobierno fascista entrante. Bajo Trump, además de utilizar algoritmos para moldear el discurso público, X/Twitter probablemente canalizará inteligencia directamente a agencias estatales.

Acostumbra a la gente de tu comunidad a reunirse en persona. Establece relaciones cara a cara entre personas que se dedican a diferentes tipos de organización y que se ven afectadas por diferentes aspectos de la agenda de Trump. Una manera fácil de iniciar este proceso es organizar asambleas continuas, ya sea para conectar a nuevas personas con la organización en curso o para que diferentes grupos y tendencias establezcan estrategias complementarias. Otra opción es establecer un lugar público, como un centro social o un lugar de reunión habitual, que pueda servir como centro de coordinación permanente y punto de entrada para las personas que deseen participar. Una tercera posibilidad es crear asociaciones de barrio que pongan en contacto a quienes viven y trabajan cerca unos de otros.

La mayoría de la gente aprende mejor a través de la acción y la experimentación. Es mejor probar algo, aprendiendo en el proceso, que intentar llegar a un consenso sobre la idea perfecta.

Una vez que la era Trump se ponga en marcha, será importante contar con medios a través de los cuales circular inmediatamente noticias de última hora sobre oportunidades para resistir o apoyar a grupos específicos. Una forma de hacerlo es crear un hilo sólo para anuncios en Signal y promoverlo a todas las personas que puedan necesitarlo. Puede que tenga sentido establecer varias redes de respuesta diferentes: una para anunciar las operaciones federales y los controles de inmigración en tu zona, otra para promover los actos de organización locales, etcétera.

Establece estas estructuras ahora, antes de que aumente el ritmo de los acontecimientos.

  • Establece proyectos de ayuda mutua que aborden las necesidades que serán más difíciles de satisfacer bajo la administración Trump, como acceso a hormonas y autodeterminación reproductiva.
  • Establecer proyectos de ayuda mutua que aborden las necesidades económicas de las personas, como redes de solidaridad y mercados realmente libres. Lo ideal sería que mostraran a todo el mundo lo que puede ganar participando en la ayuda mutua, conectando a personas de muy distintos ámbitos de la vida.

Deberíamos tomarnos en serio las preocupaciones económicas que empujaron a algunas personas hacia Trump. Sabemos que la economía tampoco funcionará para los pobres con Trump; es muy posible que empeore. Los proyectos de ayuda mutua son una de las únicas formas de demostrar a algunos de los que votaron a Trump que es mejor que hagan causa común con nosotros que confiar en las mentiras de los políticos.

Aunque será tentador replegarse en enclaves o romper las conversaciones con quienes aún no están de acuerdo con nosotros, debemos tratar de alimentar las conexiones sociales que aún no están políticamente mapeadas y polarizadas.

  • Organizar clases comunitarias de autodefensa. Además de difundir habilidades útiles, éstas pueden conectar a las personas sobre una base que también puede equiparlas para actuar juntas. Si se dispone de espacio, se podría crear un gimnasio comunitario con un propósito similar.
  • Forma grupos de afinidad con personas en las que confíes y empieza a debatir qué tipo de acciones estaríais dispuestos a emprender juntos en respuesta a redadas o ataques fascistas.
  • Establece fondos para fianzas, estructuras de apoyo a los acusados y recursos para la defensa colectiva con antelación, para estar preparado de antemano. Aunque algunos legisladores han intentado aprobar leyes contra este tipo de trabajo solidario, todavía hay formas de sortearlas.
  • También es un buen momento para revitalizar proyectos de apoyo a las personas presas

Uno de los retos a los que se enfrentarán las autoridades es que los sistemas judicial y penitenciario ya están sobrecargados. Si intentan intensificar la represión, podrían desbordar el aparato judicial. Debemos estar preparadas para sacar el máximo partido de esto, atándoles en los tribunales y prolongando los procedimientos siempre que sea posible.

Prepárate para responder a las redadas del ICE de forma inteligente y eficaz, utilizando la represión para potenciar la indignación. Las deportaciones masivas requerirán una logística y una infraestructura masivas, lo que ofrece numerosas oportunidades de intervención.

Esta opción se explora en detalle a continuación.

  • Identifique las agencias y corporaciones locales que desempeñarán un papel logístico en la aplicación de la agenda de Trump y ejerza presión contra ellas.

Animar a los liberales que tengan experiencia con la prospección telefónica a participar en campañas de llamadas para presionar a los funcionarios o apoyar a las personas detenidas y presas.

La policía siempre constituye la vanguardia de la violencia estatal; una vez más, estará a la vanguardia de la imposición de todas las políticas de Trump. Durante cuatro años de reacción centrista, el Partido Demócrata y las plataformas de noticias corporativas promulgaron una narrativa de «ley y orden» destinada a relegitimar a la policía; la segunda era Trump dejará claro una vez más que la policía son simplemente las tropas de asalto de la clase dominante. Lo que es más, como Trump pide nuevas medidas enérgicas, la policía puede verse sobrepasada de nuevas maneras.

Los levantamientos más poderosos en este país en los últimos quince años han sido revueltas contra la policía, que culminaron en 2020. La resistencia a la policía conecta a quienes se oponen a la violencia estatal por motivos ideológicos con quienes la experimentan continuamente en carne propia. Esto ha dado lugar a formas explosivas de solidaridad en el pasado, y puede volver a hacerlo.

Sin embargo, si queremos que nuestra oposición a la policía sea lo más persuasiva posible, también deberíamos experimentar con programas de base para abordar los problemas que supuestamente existen para resolver. El capitalismo ha causado un daño real al tejido social, contribuyendo a las sobredosis de fentanilo, a la pobreza cada vez más visible y a las crisis de salud mental, así como a otras formas de violencia masiva. Más vigilancia policial no solucionará esos problemas. Al detraer recursos de todas las formas de apoyo social y canalizarlos hacia la represión estatal, los políticos han apostado a que pueden estabilizar una sociedad extremadamente desigual mediante un ejercicio cada vez mayor de la fuerza violenta. Debemos demostrar que existe una alternativa.

Los liberales que coreaban «Nadie está por encima de la ley» durante la primera administración Trump deben reconocer que, con el Tribunal Supremo y gran parte del poder judicial bajo su control, ya no tiene sentido contar con los tribunales para frenarle. Lo mismo ocurre con las investigaciones federales en las que los demócratas invirtieron tantas esperanzas. Este debería ser un momento de aprendizaje para ellos: si son sinceros, tendrán que implicarse en formas de acción directa desde la base.

Los liberales deben dejar de pensar que el gobierno representa lo mejor de la humanidad. Ha quedado eminentemente claro que el capitalismo y el Estado están elevando a los peores elementos de la humanidad a posiciones de autoridad. Esto no es un accidente, sino la consecuencia estructural de los sistemas que distribuyen el poder. Para navegar por la actual era Trump, necesitaremos compartir un análisis exhaustivo de estos sistemas.

Difundir narrativas que impugnen la obediencia misma. Como dijo Hannah Arendt, frente al fascismo: «Nadie tiene derecho a obedecer». Asegúrate de que llegan a los funcionarios de la burocracia y a los miembros de las fuerzas armadas. Los departamentos de policía y las agencias federales como el Departamento de Seguridad Nacional ya están formados por mercenarios empedernidos que no tienen reparos en hacer daño a cambio de un sueldo, pero pero no todos en las fuerzas armadas o la burocracia estarán entusiasmados por servir a los caprichos de Trump.

Para aquellos que no han estado en las calles continuamente desde 2017, ayudará estudiar las diversas luchas de la primera era Trump para refinar un sentido de estrategia y contexto histórico.

A medida que la resistencia se ponga en marcha, será crucial hacerla visible a todos los que tengan interés en participar. Esto podría significar hacer que las paredes hablen con carteles y pegatinas. Podría significar distribuir literaturaen tu escuela o en tu comunidad. Puede significar crear arte y música que refuercen la determinación de resistir.

Probablemente todas nosotras preferiríamos estar haciendo otra cosa que luchar para evitar que el fascismo se afiance. Tenemos que encontrar formas de mantener este trabajo interesante para nosotros y para todos los que tendrán que hacerlo, formas de mantener el ánimo alto y de desarrollar el tipo de carácter que nos sostendrá durante los periodos de dificultades.

Intenta organizar una victoria concreta desde el principio, por pequeña que sea. Haz una lluvia de ideas con tus amigos: ¿qué política de Trump será menos popular en nuestra comunidad local? Elabora un plan para oponerte a la aplicación de esa política. Ponte en marcha antes de la toma de posesión de Trump.

Piensa en cómo ofrecer papeles a gente nueva, dándoles la bienvenida a la lucha. Para tener éxito, nuestras estrategias tendrán que ser reproducibles y contagiosas. Todo lo que hagamos -independientemente de lo popular que sea- tendrá que crear condiciones que atraigan a más gente a la acción. Es un error aplanar las diferencias en un frente popular, pero necesitaremos que participe en la resistencia tanta gente como sea posible. Cuando encuentres diferencias, no te estanques en posturas ideológicas; haz una propuesta sobre lo que podéis hacer juntos basándoos en lo que tenéis en común.

Sobre todo, no dejes que la resignación se apodere de ti. La resignación es la base del fascismo, más que los matones con botas y los campos de prisioneros. Nuestros enemigos cuentan con que asumamos que la resistencia es imposible, que agachemos la cabeza mientras nuestrxs vecinxs desaparecen, nuestras comunidades son saqueadas, nuestros sistemas vitales son desmantelados. Pero la resistencia siempre es posible. El hecho de que estés leyendo esto ahora mismo lo demuestra.

"Esto es la guerra": Manifestantes se movilizan en Berkeley, California, al comienzo del primer mandato de Donald Trump.

La administración entrante ha sido muy clara sobre su intención de mantener el apoyo público atacando a los chivos expiatorios. Esta fue una de las promesas centrales de su campaña y es popular entre los principales partidarios de Trump. Podemos entenderlo como el deseo de una población cada vez más impotente de ejercer la violencia indirectamente a través de un autócrata brutal, una señal ominosa de que los seres humanos se vuelven unos contra otros a medida que disminuyen los márgenes de beneficio y se reducen las perspectivas de futuro.

Si dejamos que Donald Trump y Stephen Miller amplíen la infraestructura de la violencia estatal, utilizando fondos militares para construir «vastas instalaciones de detención» para los millones de personas que han prometido detener y deportar, no se detendrán en la deportación de inmigrantes indocumentados. Una vez que exista esa infraestructura adicional, la utilizarán contra un objetivo tras otro. Al final, vendrán a por todos nosotros.

Todos los que no quieren ver desaparecer a sus vecinxs, amigxs y compañerxs de clase o de trabajo comparten la responsabilidad de actuar. Durante el primer mandato de Trump, la oposición a su régimen fronterizo fue una poderosa causa de malestar popular, desde las ocupaciones de aeropuertos en respuesta a su «prohibición musulmana» hasta los campamentos Occupy ICE y la avalancha de solidaridad tras su fabricada «crisis fronteriza» en otoño de 2018. En 2019, cuando Donald Trump anunció que el ICE estaba a punto de llevar a cabo una nueva ronda de redadas masivas, Willem van Spronsen dio su vida en un intento de inutilizar la flota de autobuses que prestan servicio a un centro privado de detención de inmigrantes en Tacoma. Después, preguntado por qué no se producían las redadas, un funcionario del ICE expresó que estaban preocupados por la seguridad de sus agentes.

La oposición a las políticas fronterizas de Trump surgió inicialmente en las calles y aeropuertos; solo después surgieron desafíos legales en los tribunales. Ahora, por supuesto, no podemos esperar mucho de un sistema judicial que estará dominado por personas designadas por Trump. Será necesario tomar medidas para impedir que la maquinaria de deportación funcione: bloquearla mediante acciones masivas cuando sea posible, pero también echar arena en los engranajes, desbaratar su logística y organización.

Echemos un breve vistazo a cómo Trump podría implementar estas deportaciones masivas y qué formas podría adoptar la resistencia.

Según Jason Hauser, jefe de personal del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) bajo Biden, la infraestructura ya existe para ampliar la máquina de deportación a escala masiva. Las comunidades guatemalteca, haitiana y hondureña pueden ser el primer objetivo, porque la deportación a esos países es más sencilla que a muchos otros países. Es probable que estas comunidades sean el objetivo de redadas en lugares de trabajo, iglesias, hospitales y escuelas, y de detenciones de quienes ya están fichados por delitos no violentos o por su situación de limbo en un proceso de asilo. Se esperan redadas, autobuses y campamentos.

Una vez detenidas, estas personas deben ser transportadas a centros de retención. Éstos pueden ser tiendas de campaña levantadas rápidamente, cárceles existentes abarrotadas hasta dos o tres veces su capacidad límite oficial, almacenes convertidos en centros de detención temporal, bases militares, o nuevas instalaciones construidas con financiación militar. Un funcionario afirma que podrían crearse 25 centros de detención temporal en almacenes existentes en tan sólo una semana.

Una vez detenidos, los arrestados serán finalmente deportados en vuelos de avión. El ICE dispone actualmente de 14 aviones dedicados exclusivamente a la deportación que pueden transportar a 135 personas cada uno, lo que supone una capacidad total de 1890 personas por viaje de ida y vuelta. También subcontratan muchos vuelos a través de Classic Air Charter, subcontratando con Swift Air y World Atlantic Airlines. Si Trump logra invocar la Ley de Insurrección o la Ley de Enemigos Extranjeros para movilizar al ejército y eludir las audiencias de inmigración, esta cifra podría aumentar drásticamente. El actual director del ICE estima que entre 150.000 y 200.000 personas podrían ser deportadas en los primeros uno o dos meses, y hasta un millón en los primeros 100 días.

Esto es aterrador. Y, sin embargo, los planes rara vez sobreviven al contacto con la realidad. La deportación masiva significaría acciones visibles del ICE con la cooperación de las fuerzas del orden en todos los sectores de la sociedad. Significaría autobuses llenos de personas presas por todas partes. Significaría que las fuerzas del orden locales serían apartadas de otras tareas y reorientadas hacia la aplicación de las leyes de inmigración. Significaría un avión tras otro llenos de vecinxs, familiares y amigxs, esposadxs y esperando en la pista. Todas estas son oportunidades para que estalle la resistencia. No todas las deportaciones se producirán en la oscuridad; muchas de ellas tendrán lugar en público, a plena luz del día. Depende de nosotras asegurarnos de que nadie pueda ignorarlas, y ayudar a los demás a comprender lo que pueden hacer.

Los ejércitos triunfan o fracasan en función de su logística. Una cadena logística compleja en la que intervienen múltiples agencias y formas de transporte, dirigida por líderes que intentan actuar a una escala mucho mayor que antes, será propensa al fracaso. ¿Cómo podrían fallar estos eslabones logísticos?

Como dice el refrán, nuestros enemigos tienen nombres y direcciones. Durante la primera presidencia de Trump, la gente doxxed cada agente de ICE que pudieron encontrar. Cada redada requerirá la cooperación de las fuerzas de seguridad locales; cada una implicará áreas de preparación y autobuses de transporte. ¿De dónde vienen los autobuses? ¿Quién los mantiene? ¿Están esas personas también ideológicamente comprometidas con el fascismo, o algunas de ellas tienen recelos? ¿Dónde se instalarán los nuevos centros de detención? ¿Quién los construirá? ¿De qué aeropuertos saldrán estos vuelos de deportación? ¿Qué líneas de suministro les servirán de apoyo? ¿Cuántos trabajadores aeroportuarios con salarios bajos están implicados en la lucha contra el fascismo?

En una posible versión de la lucha contra la deportación, habrá manifestaciones masivas, indignación moral, demandas infructuosas y desobediencia civil simbólica. La mayoría de los participantes serán activistas autoproclamados. Los esfuerzos por centrar la autoridad de las organizaciones formales existentes que no están en condiciones de convocar determinados tipos de acción impondrán límites a las tácticas que el movimiento puede experimentar. Las divisiones internas y la competencia interpersonal por el control del movimiento lo obstaculizarán aún más.

En otra posible versión de la lucha, todos los sectores de la sociedad se implicarán en la resistencia a la maquinaria de deportación. Se presionará a los gobiernos locales de tendencia liberal para que se nieguen a cooperar con las agencias federales. Las redes de respuesta rápida sacarán a la gente en masa para enfrentarse a las redadas, y no todos se limitarán a seguir el liderazgo de las organizaciones oficiales. Conductorxs de autobús irán a la huelga; los autobuses dejarán de funcionar misteriosamente; los bloqueos coordinados de carreteras podrían cerrar el tráfico a los aeropuertos que son centros críticos de deportación. Surgirán todas las formas de lucha y se animará a todas las personas participantes a emprender cualquier acción que puedan, y la combinación de rabia y pequeñas victorias concretas motivará a más gente a actuar.

Las deportaciones -y cualquier lucha contra ellas- ocurrirán en la realidad física, no en las redes sociales. Si una docena de comunidades comienzan a organizar inmediatamente una resistencia estratégica masiva a la deportación, investigando las cadenas logísticas, esbozando objetivos y metas estratégicas, y acogiendo a una diversidad de participantes y tácticas, podrían demostrar una resistencia eficaz y encender un fuego de señal para otros en todo el país. Si la gente se organiza ahora y empieza a trazar y dirigir la infraestructura para la deportación masiva antes de que Trump tome posesión, podrían tomar la iniciativa, marcar el ritmo y obligarle a ser él quien tenga que reaccionar.

En 2017, cuando Trump firmó la llamada «prohibición musulmana», una sola ocupación masiva en el aeropuerto JFK de Nueva York desencadenó ocupaciones en las que participaron decenas de miles de personas en todo el país. Las tácticas se propagan rápidamente cuando son inspiradoras. Qué puedes hacer tú y tu comunidad, ahora mismo, para prepararse para inspirar la resistencia nacional a la máquina de deportación?

FOTO   George Orwell escribió: «Si quieres una imagen del futuro, imagina una bota pisando una cara humana para siempre». Pero el futuro no está escrito. Lo que venga después dependerá, en parte, de nosotras.


  1. Al igual que los demócratas socavaron voluntariamente el «sistema internacional basado en reglas» que supuestamente representan para facilitar el genocidio en Palestina, no es sorprendente que estén dispuestos a sacrificar el orden democrático a los fascistas en nombre de la protección del orden democrático. A pesar de toda la retórica de Trump sobre las Naciones Unidas, el apoyo incondicional del Partido Demócrata al genocidio perpetrado por el gobierno israelí ha hecho más para socavar a la ONU como fuerza política que cualquier cosa que haya hecho Trump. 
  2. Elon Musk se convirtió en el hombre más rico del mundo en parte como consecuencia de que el gobierno de Estados Unidos canalizó miles de millones de dólares de los contribuyentes hacia Tesla en forma de préstamos gubernamentales, contratos, créditos fiscales y subsidios. Sabe que quien controla Washington, DC, determina quién puede hacer su agosto en el mercado. 
  3. Los multimillonarios quieren un presidente en la Casa Blanca que les canalice dinero, pero no lo quieren a costa del buen funcionamiento de la economía. Si una masa crítica de multimillonarios cambió sus lealtades a Trump entre 2020 y 2024, fue, en parte, porque los demócratas lograron pacificar el malestar callejero durante ese tiempo, envalentonando a los multimillonarios para ver si podían salirse con la suya imponiendo condiciones más draconianas. 
  4. Durante la primera presidencia de Trump, surgieron redes para apoyar a los marginados en los estados «rojos»; Esto alcanzó su punto álgido en 2020 con una oleada de iniciativas de redistribución destinadas a combatir la supremacía blanca mediante el movimiento de recursos de forma individual. Cabe destacar que estos fondos e iniciativas se hicieron omnipresentes sólo después de la primera fase del Levantamiento de George Floyd, cuando la lucha pasó de quemar comisarías de policía a sostener pancartas y arrodillarse. Esta vez, podemos aspirar a establecer proyectos colectivos que funcionen como un bien común que beneficie a todas las personas participantes, en lugar de intentar resolver los problemas sistémicos que crea el capitalismo con soluciones individualizadas. 

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