Sierra Norte de Oaxaca. Foto por Santiago Navarro F
En la Conferencia de las Naciones Unidas Sobre Desarrollo Sostenible (Rio+20) celebrada el pasado mes de junio en Brasil, los presidentes Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, y José Mujica de Uruguay utilizaron sus intervenciones para denunciar la llamada economía verde como una forma de “nuevo colonialismo”.
“Por un lado es un colonialismo de la naturaleza, al mercantilizar las fuentes naturales de la vida y por otro es un colonialismo a los países del Sur que cargan en sus espaldas la responsabilidad de proteger el medio ambiente que es destruido por la economía capitalista industrial del Norte,” declaró el Presidente Morales. “Este llamado ambientalismo mercantiliza la naturaleza convirtiendo cada árbol, cada planta, cada gota de agua y cada ser de la naturaleza en una mercancía sometida a la dictadura del mercado que privatiza la riqueza y socializa la pobreza”, agregó el mandatario de Bolivia.
A pesar de las críticas, que han hecho principalmente indígenas en varias partes del mundo en contra de las medidas sobre la “economía verde” y el desarrollismo, los tres presidentes estuvieron dentro de la minoría entre sus homólogos en el cumbre del Río+20 y la resolución final terminó retomando la denominada “economía verde” como nuevo modelo económico para “erradicar la pobreza y contribuir al crecimiento sostenible, manteniendo el funcionamiento saludable de los ecosistemas y de la Tierra”.
En un acercamiento a la Sierra Norte de Oaxaca, en el sur de México, las comunidades hacen eco de las voces que ven a la economía verde como un modelo que margina las iniciativas de los pueblos indígenas, quienes no creen en el desarrollo desde el punto de vista del crecimiento económico exponencial como una solución real a la crisis ambiental y ecológica.
Jaime Martínez Luna, indígena zapoteco de Guelatao, presidente de la fundación Comunalidad A.C. y autor del libro “Eso que llaman comunalidad”, en entrevista nos habla sobre la comunalidad y el desarrollo.
“Estamos en contra del desarrollo porque es lineal y ascendente. Nosotros somos circulares, no somos el centro, no somos dueños de la naturaleza, ella es dueña de nosotros. La comunalidad, más que un concepto, es una forma de vida que se fundamenta en la asamblea, los cargos de representación, las festividades, el tequio y la colectividad. Es un conocimiento desde dentro, que nace de la observación de lo que hacemos cotidianamente”, señala Luna.
Las Naciones Unidas y los promotores de una nueva economía más limpia han trabajado en muchas propuestas como alternativa al fin de la era del modelo económico que aún tiene como base los hidrocarburos. Esto implica una reconfiguración de los nuevos espacios y tiempos de un nuevo mercado, que busca sustituir los hidrocarburos por nuevas tecnologías, que funcionen mediante carbohidratos y bioenergéticos con la finalidad de reducir las emisiones de dióxido de carbono (Co2) y poder mantener el crecimiento económico.
Existen diferentes intereses en torno a este nuevo tipo de economía. Por una parte están los inversionistas del capital transnacional que han invertido millones de dólares en la reconversión energética, el monopolio de las llamadas tecnologías limpias y el redituable mercado de los bonos de carbono –permisos de contaminación. En ese mismo sentido se encuentran los ambientalistas que han ejecutado las políticas verdes emanadas de estos organismos internacionales.
Por otro lado se encuentran las comunidades indígenas asentadas en los 10 países que concentran la mayor biodiversidad en el mundo, quienes se identifican como parte de la madre tierra y su diversidad. Por lo tanto, más que conservar sus recursos, trabajan por la preservación de sus formas de relaciones sociales y de sus saberes locales, pues existe una cosmovisión práctica que se ha ido perdiendo por la influencia del pensamiento occidentalista, que les ha enseñado a verse como individuos, pensar de forma lineal y homogénea.
El territorio de estas comunidades indígenas representa la plataforma para el mercado de Bonos Carbono, por medio de la creación de Parques Nacionales, Áreas Nacionales Protegidas, Patrimonio de la Humanidad, Áreas de Conservación Transfronterizas, Parques Transnacionales – también llamados Parques para la Paz, Corredores Ecológicos o Biológicos y las redes de Áreas Protegidas.
México es el tercer país dentro esta jerarquía de los países más ricos en cuanto a diversidad biológica y el Estado de Oaxaca – mayoritariamente indígena – representa el número uno dentro de este país y forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano.
Por más de dos décadas han hecho acto de presencia en este lugar organismos como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), Conservación Internacional (CI), y The Nature Conservancy (TNC) y empresas como Televisa, Gamesa, Coca Cola, Novartis, entre otras más quienes han ejecutado sus proyectos muchas veces sin el consentimiento o sin la información necesaria para las comunidades nativas.
En entrevista, autoridades de bienes comunales de la Sierra Mixe y la Sierra Juárez expresaron sus puntos de vista respeto a la “economía verde”.
Meliton Jiménez, presidente de vigilancia en Tlahuitoltepec, dice, “ellos ponen el precio y es un mínimo apoyo para la autoridad, la gente está molesta porque se les está expropiando parte del territorio para venta de carbono y preguntan de qué van a comer. Creemos que de todos modos necesitamos los árboles y cuidar nuestro medio ambiente. No conocemos bien los bonos de carbono para exigir que paguen lo que debe de ser, pensamos que nos dan lo que puedan”.
Ulises Díaz, suplente del secretario de bienes comunales, señala, “desde 1985 decidimos tener más cuidado de nuestro medio ambiente y en el 2002 Servicios Ambientales de Oaxaca (SAO) y PRONATURA llegaron a complementar nuestro trabajo y por medio de estas ONGs vendemos el oxígeno a CHINOIN, Fundación Televisa y Gamesa. Es compromiso de todos, pero más de los países que contaminan en una mayor medida, deben de ser responsables y tener conciencia y todos debemos de aportar, no sólo los que tenemos bosques”.
Wilfred Mendoza Jiménez, también de Tlahuitoltepec, explica el problema de dar patentes a una comunidad y no a otra. “Desde los años 90 ha habido presencia de organizaciones de las Naciones Unidas. Novartis en conjunto con el gobierno estatal y federal han realizado prácticas de bioprospección. Novartis hizo estudios en el suelo de Calpulalpan y desarrollaron patentes, a cambio les dieron un laboratorio. Pero sabemos que los microorganismos no miden territorios y también se encuentran en nuestras comunidades, pero ya no nos pertenecen”, puntualiza Mendoza.
Las diferentes comunidades de esta región se ven identificadas en la necesidad de conservar y rescatar el conocimiento perdido que les han heredado sus ancestros. Sus alternativas en relación al conservacionismo y lo que representa la economía verde o el llamado desarrollo, son sus propias formas de vida tradicional, lo comunal y colectivo.
Algunos han decidido marcar una distancia entre el conocimiento occidental que se muestra cerrado a sus alternativas y buscan retomar la memoria histórica para poder identificar cuáles han sido los motivos del rompimiento de los principios comunales en su esencia.
Martínez Luna nos comenta, “en la región se ha dado una gran lucha por detener las concesiones de los bosques y se ha logrado detener varios proyectos mineros a nivel nacional. Podemos jactarnos de que en la región existe un elevado índice de conservación de la naturaleza, el medio ambiente permanece protegido por decisión comunitaria y no es de nuestra propiedad, porque en nuestras comunidades no existe la propiedad privada, existe la posesión comunal. Se ha hecho bioprospección en diferentes niveles, unos permitidos por la comunidad y otros sin la intervención de la comunidad, hay intereses en conocer lo que tenemos. Puede venir cualquiera, pero si no se autoriza por la comunidad, no entran“.
Martínez Luna remarca que es necesario "entender y valorar lo que somos, porque de esta forma valoramos lo que tenemos; no entrar en la competencia, sino reproducir la compartencia; e impedir la intromisión descarada de los principios individualistas".
De la economía verde a la comunalidad existen diferentes principios e intereses. En la primera predomina el crecimiento y el desarrollo sustentable, pero la lógica sigue siendo la acumulación y la ganancia de capital que beneficia sólo a algunas personas. En el otro sobresale lo colectivo, lo comunal y lo diverso. No es que no quieran mejores condiciones de vida, pero no de la forma irracional del desarrollo económico que persiste mediante el subdesarrollo de otros países y regiones.
Hoy día muchos pueblos indígenas de Latinoamérica hacen eco de sus modos de pensamiento y acción, desde la comunalidad que se retoma en la sierra Norte de Oaxaca, el Mandar Obedeciendo y el Nosotros desde el sureste mexicano, hasta el Buen Vivir de los bolivianos. Voces que reclaman una deuda ecológica pendiente de los países del norte para con los del sur, pues lo que ellos conocen por desarrollo, no es más que la medida del saqueo y la destrucción de los ecosistemas y de los pueblos indígenas.