Pueblos indígenas son tragados por la ciudad más grande de América Latina: São Paulo

Hemisferio sur del planeta. En el calendario occidental, la primavera comienza en septiembre. Para el pueblo guaraní, el año viejo, tiempo de introspección y de descanso de la tierra, queda atrás y se abre el espacio para el nuevo año —hasta febrero— momento del cultivo, de la alegría y de la elevación espiritual. «Entendemos el paso del tiempo no a través de las cuatro estaciones del año, pero si en dos momentos, el nuevo tiempo (Arapyaú) y antiguo (Araymã)», explica para  Avispa Midia la indígena guaraní Mbya Sonia Barbosa.

En el tiempo nuevo se realizan las ceremonias de bautismo de los niños. Las ceremonias se llevan a cabo en las llamadas casas de oración, hechas de barro, por los hombres de la comunidad. Las mujeres tocan el Taquapu, instrumento de ritmo. Los hombres tocan la Embará, instrumento de cuerdas. El bautismo se realiza en el Amba, una especie de altar. «El abuelo entra en trance y se le revela el nombre del niño», dice Barbosa.

En esta fiesta también es el bautismo del maíz y de la hierba mate. «Este es el momento propicio para la revelación de los nombres de los niños, ya que es cuando Tupa se manifiesta más fácilmente con respecto a la presentación de las almas. Con la ceremonia se espera una buena cosecha en los campos que producirán para el futuro», dice la antropóloga María Inés Ladeira en su investigación de maestría. «El bautismo de las hojas de hierba mate revela noticias de parientes lejanos, sobre muertes, nacimientos, matrimonios y enfermedades».

Barbosa vive en una de las tres aldeas que forman parte de la Tierra Indígena de Jaragua, ubicada en la periferia de la ciudad más grande de América Latina, São Paulo. Prácticamente no hay espacio para la siembra, viven encerrados en una de las extensiones más pequeñas que han sido reconocidas y demarcadas por el gobierno de Brasil como territorio indígena, con 1,7 hectáreas. El maíz y la hierba mate ya no son suficientes ni para sus rituales. «Lo compramos en el mercado o conseguimos con nuestros parientes que viven en tierras de mayor dimensión en la costa del litoral», expresa Barbosa.

Las tierras habitadas por alrededor de 700 guaraníes, de los cuales muchos ellos no hablan portugués, tienen tres grandes delimitantes. Una autopista que irónicamente lleva por nombre Los Banderaintes, que es como se conocía a los hombres que durante el período colonial tomaban tierras y cazaban a los indígenas como animales para venderlos como esclavos. Las carreteras Anhanguera y Rodoanel, que unen la capital de São Paulo con el interior del estado, una región con un alto dinamismo económico. Además de una carretera turística, que lleva el nombre indígena de Jaragua, misma que fue construida en medio de la comunidad y divide su territorio.

Fotografía: Santiago Navarro F.

Fotografía: Santiago Navarro F.

Las familias viven en condiciones precarias de vivienda, saneamiento, abastecimiento de agua, la falta de alimentos. «Muchas personas que pasan por la aldea creen que es un barrio marginal o una Favela. La cuestión aquí es que tenemos muchas limitaciones para vivir plenamente nuestra cultura, porque es la naturaleza la que hace la cultura de los indígenas y no tenemos tierras para eso. Somos prohibidos, por ejemplo, de recolectar madera de la Reserva Estatal del Parque de Jaragua para construir nuestras casas. No tenemos como conseguir leña para cocinar, entonces nos vemos obligados a cocinar en la estufa como los blancos. Tenemos que adaptar nuestras costumbres y hábitos, nuestro modo de ser para poder sobrevivir», afirma David Martim para el equipo de Avispa Midia.

Pero lo que para muchos puede parecer simplemente otro terreno con vivienda inadecuada dentro de la ciudad, en realidad es un territorio que resiste y que guarda la tradición ancestral de los indígenas guaraní. «Mantenemos dentro de nosotros nuestra manera de ser, nuestro espíritu guaraní, nuestro idioma, nuestra oración, nuestros rituales. Esta espiritualidad es lo que nos fortalece. Sin esa fuerza no conseguiríamos caminar, porque recibimos muchos ataques, la enfermedad, la deforestación, la disputa por la tierra», comparte Martim.

Aparte de las tres aldeas de Jaragua —Tekoa Ytu, Tekoa Pyau, Tekoa Itakupe—, esta la Tierra Indígena de Tenondé Pora, en la zona sur de Sao Paulo, formada por las aldeas Tekoa Tenondé Pora, Tekoa Krukutu, Tekoa Eucaliptal y Tekoa Guyrapaju. Se estima que dos mil guaraní viven en esta zona. Los guaraní en Brasil están parcelados en subgrupos conocidos como Mbya, Ñandeva o Xiripá, y Kaiová.

Indígenas viviendo en las metrópolis

La idea habitual de que la población indígena vive sólo en áreas rurales remotas no corresponde a la realidad. Según el informe de la comisión Pro-indio de São Paulo, datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indican que algunos países como Australia, Canadá, Estados Unidos y Chile concentran la mayor parte de la población indígena viviendo en zonas urbanas.

En Brasil, los datos más recientes del censo de 2010 indican que la población indígena llegó a 817 mil 900 personas. De este total, el 36,2% vive en zonas urbanas y 63,8% en las zonas rurales. En el estado de São Paulo, los datos del censo de 2010 registraron una población indígena de 37 mil 915 indígenas que viven en las ciudades, lo que representa el 91% de la población indígena del estado. Sólo en la ciudad de São Paulo habitan 12 mil 977 indígenas,  11 mil 918 de los cuáles viven en zonas urbanas.

Territorio guaraní comido por la ciudad

Mientras mira el sol caer detrás de los edificios, Ari Augusto Martin —uno de los líderes espirituales y guardianes de esta tierra— suelta un suspiro y también unas palabras: «Aquí todo era monte». De fondo se podía escuchar el ruido de los automóviles que daban marcha a gran velocidad en las autopistas que rodean la aldea.

La urbanización es un proceso que también involucra a los pueblos indígenas. En el bosque del Jaragua no había presencia alguna de la urbanidad, eran todas zonas rurales. «Los animales y la gente se movían libremente. Los indígenas guaraní siempre creyeron que cercar sus tierras no era digno de ellos. Siempre buscaron libertad y con libertad usaban el bosque, los espacios. Las aldeas del sur de la ciudad también fueron áreas libres para los indígenas, donde tenían una contigüidad con pueblos costeros. Existen varios caminos que unen a las aldeas de la ciudad de São Paulo con las aldeas del Litoral del Sur del estado. «Dicho acceso continuaba, no había división o límites para la recolección o la caza», afirma Ladeira.

La geógrafa e investigadora de la Universidad de Sao Paulo, Camila Salles de Farias, en su investigación de maestría, identificó que las aldeas indígenas de Jaragua desde los años 60 mostraron un tipo de resistencia ante una metrópoli en proceso de expansión como lo ha sido la ciudad de Sao Paulo. «Ya con la instalación de las industrias y la formación del distrito de Jaragua, se desarrolló la implementación de rutas de autobuses, lo que dio pie a un aumento en la producción del espacio urbano, pero todavía predominantemente rural. Ya en las décadas siguientes, se construyo la autopista Los Bandeirantes y por lo tanto hubo un aumento en la producción de los asentamientos irregulares que remplazaron a las zonas rurales», afirma Salles.

De la misma forma, Ladeira concuerda en que la expansión de la ciudad se ha comido a las aldeas indígenas. «Cuando se dice que la tierra guaraní esta muy próxima de las ciudades, la verdad, la ciudad es la que se comió a la tierra guaraní».

Expropiados

Si en el campo la presión ejercida hacia las comunidades indígenas ha sido por la agroindustria y por las grandes obras de infraestructura, en el entorno urbano la reproducción del capital ha sido por medio de la expansión inmobiliaria que ha acorralado a los indígenas en pequeñas parcelas de tierra, sujetos a los desalojos y desplazamientos forzados.

«La producción capitalista de la ciudad de São Paulo tiene su punto de gravedad más importante en torno a la especulación y por tanto, en la valorización del espacio, en ese sentido, existe una imposibilidad de uso de la tierra urbana para la mayor parte de la población, lo que confirma un proceso continuo de desalojo de los no indígenas hacia los lugares cada vez más distantes o periféricos, en este caso hacia las tierra indígenas, agudizando e intensificando el conflicto de la lucha por el espacio, ya que los espacios de las comunidades indígenas se ven amenazados, sobre todo si no están regularizados», expresó Farías.

Mientras que São Paulo es en si una expresión de la modernidad como un referente de las principales metrópolis del mundo, intrínsecamente posee sus contradicciones. «Lo que se ve es que hay una tendencia de los suburbios a ser empujados cada vez más lejos y los centros se van expandiendo como nuevos entes de la modernidad» afirma Salle.

Hay una tendencia de expropiación hacia los indígenas por el proceso de periferización, según la investigadora, y Jaragua es un caso flagrante del avance de este proceso. «Hoy la expropiación viene del proceso de crecimiento de la ciudad, del proceso de la periferización, que cada vez empuja a los pobres a la periferia, ya que vivir en la ciudad se torna aun más caro, y los pobres van ocupando cada vez más áreas que los indígenas han usado desde siempre. Esta es la lógica de la producción de la ciudad en São Paulo», argumenta la geógrafa.

«La lógica de los indígenas guaraní de la ocupación de la tierra, es que esta debe darse en base a su uso y no en la lógica de la propiedad privada. Por eso resisten y luchan para que se garantice el reconocimiento por parte del Estado de sus derechos territoriales, determinante para su supervivencia»,

EXPRESA SALLE.

Demarcación estancada

La Fundación Nacional del Indio (Funai) concluyó el estudio antropológico que demuestra que las tierras de Jaragua, así como las de Tenondé Pora, son de uso tradicional de los guaraní. No obstante, el proceso de revisión de la demarcación se ha estancado en el Ministerio de Justicia.

La Tierra Indígena Jaragua, así como la tierra en el lado sur, se demarcaron en 1980 en un acuerdo con el gobierno del estado. Se hicieron demarcaciones de pequeñas parcelas, dejando fuera criterios mínimos para la reproducción física y cultural de los pueblos. Con la Constitución de 1988 estos criterios cambiaron, ofreciendo teóricamente condiciones mínimas para los indígenas.

Según Salle Farías, antes de la Constitución sólo se tomaba en cuenta la demarcación para la vivienda del indígena, sin incluir espacio para la recolección, la caza, la pesca y la agricultura. La idea era demarcar pequeños pedazos de tierra porque la lógica del Estado fue la integración de la sociedad indígena.

Poco después de la Constitución, los guaraní continuaron exigiendo la corrección de sus tierras, de tal forma que en ese reconocimiento se considerará su territorio como tal y los diversos usos que en ella se han realizado desde siempre. Después de mucho reclamar, el estudio se realizó por primera vez en el año 2000, pero se detuvo y se reinició en el año 2009 y por fin se terminó. En Jaragua en abril del año 2013 la Funai reconoció la necesidad de corrección de los limites de este territorio y consideró a 532 hectáreas de tierras como tradicionalmente ocupadas por los guaraní, incluyendo las tres aldeas actuales, los lugares de ocupación que abrigaron a los pueblos en el pasado y las áreas clave para su reproducción física y cultural, incluyendo lo que fue decretado como una área protegida, el Parque de Estado de Jaragua.

«Los guaraní tienen una relación con esta tierra inquebrantable. Las madres enterraban y siguen enterrando las placentas de sus hijos al nacer en la tierra. Esto significa que el niño, su alma se une para siempre con la tierra. Es un área que no están dispuestos a renunciar de ninguna manera», sostiene el antropólogo del Centro de Trabajo Indigenista (CTI), Daniel Calazans Pierri, para Avispa Midia.

Fotografía: Santiago Navarro F.

Fotografía: Santiago Navarro F.

Amenaza de desalojo

Desde 2002, los guaraní disputan en los tribunales la posesión del área de la zona que abarca el pueblo Pyau, en el que habita la mayor parte de los residentes de Tierra Indígena Jaragua. Dos supuestos propietarios reclaman la recuperación de estas tierras contra los indígenas, alegando tener títulos de propiedad sobre la zona. Estos individuos no residen y nunca residieron en el lugar, que los guaraní consideran de su uso tradicional. Aunque la Funai ha reconocido la zona como parte de Tierra Indígena Jaragua , el proceso todavía esta detenido en manos de la justicia brasileña.

Los guaraní de Jaragua también disputan ante los tribunales, desde el año 2005, el área de la aldea de Tekoa Itakupe (Sol Naciente). Los indígenas, que consideran el área como parte de sus tierras tradicionales, fueron retirados de ahí en el año 2005, en una acción de los tribunales de justicia. Funai apeló a la decisión y concluyó los estudios que reconocen la zona como parte del la Tierra Indígena Jaraguá. Una perito en antropología, designada por el tribunal, también confirmó que tradicionalmente los guaraní han ocupado en la zona.

Cansados de esperar el término del proceso de demarcación de la Tierra Indígena Jaragua, los guaraní retomaron sus tierras de la aldea Itakupe en junio de este año 2014, como una forma de evitar que la zona sea ocupada y lotificada por una adjudicación irregular. Los nativos están preocupados de que se les quite en cualquier momento la aldea.

De acuerdo con el artículo 231 de la Constitución Federal, se consideran nulos y extintos todos los actos administrativos relacionados con la posesión de las tierras tradicionalmente ocupadas por los indígenas. Por lo tanto, si el gobierno federal abre la demarcación de la tierra, se tornarían nulos los supuestos títulos alegados por los individuos que disputan el área ocupada por los guaraní.

¿Que dice el Ministerio de Justicia?

El Ministerio de Justicia afirmó al Programa de la Américas, por medio de su departamento de prensa, que el proceso administrativo de la Tierra Indígena Jaraguá regreso a manos de la Funai, por determinación de la Consultoría Jurídica de este Ministerio, para cumplimiento de diligencias. «Solamente después del análisis jurídico de las respuestas a las cuestiones interpuestas por la Consultoría Jurídica el procedimiento tendrá continuidad». No obstante, cuando se le preguntó al departamento sobre cuáles serian estas diligencias, no se obtuvo una respuesta.

Y en relación al proceso administrativo de la Tierra Indígena de Tenondé Porã, el departamento de prensa del Ministerio de Justicia afirmó que «está en manos del ministerio, siendo necesario mediar las cuestiones relativas a los bienes públicos municipales y estatales incidentes en la Tierra Indígena, a fin de viabilizar la continuidad del procedimiento administrativo».

Para Martin, la estrategia del ministerio es establecer un «juego de tirar la papa caliente de un lado a otro”» evadiendo la responsabilidad, sobre todo en un contexto de elecciones —que se realizaran en el próximo mes de octubre del ano 2014— en las que hasta el momento ninguno de los candidatos a la presidencia de Brasil ha hablado sobre el tema indígena y mucho menos la posibilidad de retomar las demarcaciones.

 

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