En portada: Protesta por acceso a la vivienda y servicios básicos. São Paulo, 2014. Foto por Santiago Navarro F.
El pasado mes de julio el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertó que los siete países más poderosos del mundo corren el riesgo de entrar en una recesión económica que terminará golpeando a la economía global. Aunque el Banco de la Reserva Federal de Atlanta es menos optimista al anunciar que es posible que Estados Unidos ya haya entrado a lo que se conoce como una “recesión técnica”, es decir una desaceleración de dos trimestres consecutivos de su Producto Interno Bruto (PIB).
La “recesión técnica” que puntualizan los indicadores del modelo de pronóstico GDPNow de este banco, se traduce en un debilitamiento del empleo, aumento de precios, reducción del consumo interno y la pérdida del poder adquisitivo de los consumidores.
Este escenario es la continuidad de la crisis financiera que estalló en este país en los años 2007-2008, “de la cual Estados Unidos no se había recuperado y después, entramos a un contexto de pandemia inédito que prácticamente paralizó la economía mundial. Esto implicó el estancamiento en el crecimiento económico en este país”, dijo la Dra. Claudia Maya del Centro de Investigaciones sobre América del Norte, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La Dra. Maya, sostiene para Avispa Midia que todo este escenario se agudizó también por la guerra entre Rusia y Ucrania, así como los efectos de la crisis climática, “es obvio que va a afectar y va a interrumpir los procesos productivos normales. Por ello es muy probable que EEUU esté entrando a esta recesión”.
Mientras tanto, el mandatario estadounidense, Joe Biden, desestimó que su país haya entrado a una recesión, no obstante, el Departamento de Comercio de EEUU reafirma que las inversiones en el sector inmobiliario y de construcción han caído drásticamente al igual que el gasto de los consumidores, impactados directamente por la inflación, la cual ha alcanzado el mayor incremento durante los últimos 40 años al llegar hasta 9,1% en el mes de junio y a 8,5% en julio.
Este proceso inflacionario esta determinado por la oferta, es decir, el número de consumidores siguen siendo los mismos, pero los mercados no tienen capacidad de cubrir la demanda de cada uno de ellos. Esto es lo que está pasando con la escasez de los energéticos, el trigo, el maíz y otras materias primas. Entonces, dice la investigadora Maya, “para enfrentar esta situación, la Reserva Federal (FED) de este país esta subiendo las tasas de interés para reducir el consumo mediante una política monetaria restrictiva. Porque no se esta produciendo ni abasteciendo con la rapidez que la economía esta demandando”.
La economista Maya, quien también es parte de la Iniciativa de Investigación de América del Norte con American University, Washington, asevera que el aumento de la tasa de interés se traduce “en mayores costos financieros para los productores. Entonces los productores de bienes y servicios transfieren estos costos al costo final que terminan pagando los consumidores. Por otra parte, los salarios de los trabajadores también se ven afectados al reducir el poder adquisitivo”.
Por tanto, remarca la investigadora que “vemos un proceso de recesión que se asoma. Aunque aún no tenemos los datos concretos del último trimestre de los EEUU, pero sí, tenemos un dato muy importante que es la desconfianza de los consumidores”, agrega Maya.
La implicación para la región latinoamericana
La investigadora de la UNAM señala que Estados Unidos, para salir de la crisis del 2007-2008, implementó tasas de interés hasta el punto cero, “entonces ahora que la FED anuncia incrementos en las tasas de interés, pues pone a todos los mercados a temblar. Porque también se encarece la deuda externa”.
Los países emergentes como México, Chile, Brasil, Argentina, Colombia, son países altamente endeudados, “entonces un incremento de las tasas interés a nivel internacional, marcado por la FED, entre muchas otras cosas, esta generando un encarecimiento del endeudamiento. Por otro lado, esta obligando a los Bancos Centrales de los países latinoamericanos a seguir los lineamientos que marca la FED, como México, que subió entre dos y tres puntos su tasa de interés”.
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Pero aún puede ser peor. El FMI enfatiza en su informe llamado Perspectivas de la Economía Mundial, lanzado en julio pasado, que las principales economías que forman el G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), destino de las principales exportaciones, también podrían entrar a una recesión económica global.
“Si siguen aumentando las tasas de interés y los procesos inflacionarios crean una resección global, seguramente los países de América Latina van a estar muy afectados, principalmente los jóvenes que buscan trabajo. El crecimiento estimado de la región con el cual puede terminar este año, pues es relativamente bajo, es inferior al 3%. Los países latinoamericanos deberían crecer por arriba del 5% para absorber toda la mano de obra que se genera cada año”, agrega la Dra. Maya.
El FMI alerta que existen varios riesgos e incertidumbres “que podrían materializarse plausiblemente a corto plazo”, refiriéndose a cualquier acontecimiento adicional que se agregue al contexto actual de la economía global, como las sequías o las inundaciones que implicarían perdidas de las cosechas.
Crisis alimentaria
Por otra parte, se suma la crisis del acceso a los alimentos. El mes pasado la Organización de las Naciones Unidas (ONU) informó que diversas poblaciones en América Latina y el Caribe se está enfrentando a condiciones de hambre y esto ha traído como consecuencia “una migración masiva hacia el norte del continente, especialmente hacia Estados Unidos”.
“Hoy me gustaría ponerles al día sobre la crisis de seguridad alimentaria que afecta a América Latina y el Caribe, ya que se avecina una crisis oculta que, sin duda, afectará a millones de personas en la región y fuera de ella”, declaró Lola Castro, directora del Programa Mundial de Alimentos durante una rueda de prensa en Ginebra.
En la misma sintonía el FMI argumenta que esta crisis alimentaria “se agrava” por “la inflación mundial de los precios de los alimentos, en particular los precios de los cereales, como el trigo y el maíz”.
La investigadora Maya puntualiza que el mayor problema de América Latina no tiene que ver con los escenarios que han derivado del conjunto de estas crisis, sino que “tiene un problema estructural y es que son altamente dependiente de sus importaciones. Con este modelo de crecimiento hacia afuera con exportaciones, se descuida el mercado interno y algunos sectores estratégicos como el campo, la producción de sus propios alimentos. Entonces esto nos hace sumamente dependientes tanto del financiamiento externo, que ahora se esta encareciendo, pero también de los alimentos y de los energéticos”.
La economista pone como de ejemplo a México, “nuestro país importa casi el 80% del maíz que consume para las tortillas, cuando debería ser el principal productor a nivel mundial”.
Maya advierte que “no se ve que estos procesos inflacionarios se corten en el corto plazo. Pareciera ser que la economía mundial camina por un laberinto muy escabroso y los países no tienen idea de lo que viene ni las herramientas políticas económicas para hacer frente, entonces se endeudaran mucho más”.
No solo es la guerra
El FMI justifica que el aumento del costo de los alimentos se debe a la guerra en Ucrania y específicamente a las restricciones impuestas a Rusia para la exportación de trigo hacia varios países. Esto ha golpeado aún más a “los países de bajos ingresos”, afirma la institución financiera.
Aunque el Departamento de Agricultura de los EEUU (USDA, por su sigla en inglés) ya había documentado que los precios del trigo estaban aumentando a nivel mundial mucho antes del conflicto bélico, “los precios ya estaban elevados, influenciados por suministros relativamente escasos en países exportadores clave”, reza el informe Perspectivas de trigo: marzo de 2022, coordinado por Andrew Sowell.
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USDA sostiene que los precios del trigo han aumentado también por los efectos del cambio climático, “por las preocupaciones de sequía en las principales zonas productoras”. Entre los principales exportadores de trigo figuran: Argentina, Australia, Canadá, la Unión Europea, Kazajstán, Rusia y Estados Unidos.
El Banco Mundial en su informe de Seguridad Alimentaria que ha lanzado este mes de agosto, asegura que los precios de los alimentos han alcanzado un nivel récord y esto es lo que “ha desencadenado una crisis mundial que llevará a millones de personas más a la pobreza extrema”.
El Banco también informa que el acceso a los alimentos a corto plazo se ha restringido hasta el punto en que las vidas de las personas de bajos recursos están en peligro. Esta “inseguridad alimentaria”, como lo define, ha alcanzado a 345 millones de personas en al menos 82 países, según las Perspectivas de los Mercados de Productos Básicos del Banco Mundial. Además, advierten que la situación podría empeorar “en 20 países o zonas entre los meses de junio a septiembre de 2022”.
Aunque las Naciones Unidas, desde antes de la pandemia ya registraban a 2300 millones de personas que viven en condiciones de hambre, lo que indica que las políticas contra la pobreza han quedado solo en el discurso. De esta cantidad de personas en situación de pobreza, el 11% se encuentra en América Latina y el Caribe.
Este contexto no solo deriva de la guerra y la pandemia dice la Dra. Maya, sino que se ha agudizado con le conjunto de todas las crisis, “con los múltiples fenómenos climáticos, la crisis energética y financiera vinculada a la guerra”.
El hambre como oportunidad
Hasta el 11 de agosto, al menos 23 países han aplicado 33 prohibiciones a la exportación de alimentos, y al menos siete han aplicado 11 medidas de limitación de las exportaciones. Tras estas medidas el Banco Mundial afirma que está desplegando nuevas políticas económicas a corto y largo plazo “para impulsar la seguridad alimentaria”.
Parece ser que tanto el BM, el FMI y el G7 se han puesto de acuerdo en lo que ha denominado como “crisis alimentaria” para seguir incentivado a las corporaciones que dominan la agricultura industrial. Desde el mes de mayo convocaron conjuntamente a la llamada Alianza Mundial para la Seguridad Alimentaria, de donde se desprende su nueva estrategia a través de mas deuda para los países pobres, con un crédito de hasta 30 mil millones de dólares para fortalecer proyectos ya existentes y nuevos “en áreas como la agricultura, la nutrición, la protección social, el agua y el riego”.
En medio de las altas tasas de interés, el Banco Mundial esta ofreciendo más deuda, justificando también la “innovación para desarrollar mejores prácticas y nuevas tecnologías que puedan ayudar a aumentar la producción de fertilizantes”.
Este órgano financiero está abriendo estas líneas de crédito hacia diversos países, entre ellos, figuran diversos países latinoamericanos, como Bolivia, quien adquirirá una deuda de 300 millones de dólares para “contribuir a aumentar la seguridad alimentaria, el acceso a los mercados y la adopción de prácticas agrícolas climáticamente inteligentes”, según el Banco Mundial.
Bolivia es unos de los países de América Latina que recurre en menor medida a los agroquímicos o fertilizantes para su agricultura. Siguiendo la perspectiva de recuperación económica prevista por el Banco Mundial y el FMI, es que se incluye el uso de fertilizantes en el Plan nacional de fertilización y nutrición vegetal 2019-2025, con el Plan General de Desarrollo Económico y Social 2021-2025.
El BM encamina al menos tres propuestas de política económica claves, sobre todo para incentivar el mercado de los fertilizantes y granos que cotizan en las bolsas de valores, como el trigo y el maíz. Para ello exige que “los países deben levantar las restricciones comerciales o las prohibiciones de exportación de fertilizantes; el uso de los fertilizantes debe ser más eficiente, por ejemplo, proporcionando a los agricultores un sistema de control de calidad”, puntualiza el informe de Seguridad Alimentaria.
Junto a este paquete de políticas económicas, el presidente del Grupo del Banco Mundial, David Malpass, ha enfatizado que para “estabilizar los mercados, es fundamental que los países hagan declaraciones claras ahora sobre futuros aumentos de producción en respuesta a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Los países deben hacer esfuerzos concertados para aumentar el suministro de energía y fertilizantes, ayudar a los agricultores a aumentar las plantaciones y los rendimientos de los cultivos, y eliminar las políticas que bloquean las exportaciones e importaciones”.