Por Adazahira Chávez*
Fotografías: Natalia Ramírez**
“¡Chaaaaama!”, grita Puyr Tembé, 44 años, del pueblo Tembé del estado del Pará, Amazonía brasileña. Puyr es pequeña de tamaño pero de voz poderosa, enfundada en mallas negras y un penacho que se ha convertido en el símbolo político de las mujeres indígenas en Brasil. Miles de ellas, acampadas del 11 al 13 de septiembre en la explanada del Complejo Cultural Brasilia Funarte, responden con aplausos rabiosos y gritos de entusiasmo a esa palabra, que es invitación a llamar a las otras hermanas para dialogar y unirse a la organización. Las mujeres indígenas están hoy por hoy liderando la defensa de los territorios y de las vidas de sus pueblos ante el intento de imponerles el llamado “Marco Temporal”, y la III Marcha de las Mujeres Indígenas es su manifestación pública más importante.
Los jueces del máximo tribunal brasileño rechazaron este 21 de septiembre la constitucionalidad de la tesis jurídica conocida como “Marco Temporal”, según la cual los pueblos indígenas sólo tienen derecho a que se demarquen las tierras que ocupaban el 5 de octubre de 1988, fecha de promulgación de la Constitución brasileña. Sin embargo, aún queda por discutirse la posibilidad de explotar tierras indígenas e incluso de indemnizar a los invasores.
Durante la marcha de las mujeres, la argumentación contra el “Marco Temporal” es clara: Brasil es territorio indígena ancestral. Y punto. Según datos del Censo Demográfico realizado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística en 2010, la población indígena en el país era de 896 mil 900 indígenas, distribuidos en 305 grupos étnicos. Hoy, aseguran algunas mujeres, ya han llegado al millón 600 mil. Son estas personas, que han sobrevivido a exterminios masivos, quienes están enfrentando la deforestación del agronegocio y la minería en la Amazonía, que amenaza el futuro del mundo entero.
La III Marcha de Mujeres Indígenas reunió a más de 8 mil mujeres indígenas; muchas tuvieron que viajar hasta tres días desde los rincones más recónditos del Brasil. En la primera marcha, en 2019, hubo 1,500 mujeres. El primer plenario de mujeres indígenas, donde se reconoció su protagonismo en el movimiento indígena, tuvo lugar en el Campamento Tierra Libre en 2016. En 2018, hubo tres plenarios de mujeres indígenas, que impulsaron la realización de la primera marcha. La segunda fue virtual debido a la pandemia de Covid. Y esta tercera, impulsada por la Articulación Nacional de Mujeres Indígenas Guerreras Ancestrales (ANMIGA), superó las expectativas de las organizadoras, que esperaban a 4 mil mujeres.
Carol Santana, abogada acompañante de los pueblos indígenas, relata que hay mujeres de comunidades que por primera vez se unen a las movilizaciones. Uno de esos pueblos es donde el activista Bruno Araújo Pereira, asesinado en 2022, empujó la participación de las mujeres a pesar del rechazo y dudas de los hombres de la comunidad. Hoy están aquí y lo recuerdan.
Durante dos días, centenares de mujeres indígenas participan de mesas redondas de discusión. El sonido de distintas lenguas reverbera en el espacio compartido, y los olores de los alimentos provenientes de los seis biomas (Amazonas, Cerrado, Mata Atlántica, Caatinga, Pampa y Pantanal) flotan por todos lados, como el del pescado al carbón y el dulce amargor del acaí. Esta vez las mujeres discuten cómo enfrentar el cambio climático; cómo protegerse de las distintas violencias; y cómo defender el territorio ante los embates de los ruralistas (los poderosos hombres del agronegocio) y del garimpo, la minería ilegal.
Como parte de las actividades de la marcha, la diputada por Minas Gerais, Célia Xakriabá, presenta una iniciativa para la protección de las mujeres y niñas indígenas ante las violencias. Centenares de mujeres indígenas llenan los asientos del Congreso para arropar la inciativa, este Congreso apenas en enero fue violentamente ocupado por bolsonaristas que se negaban a que su líder perdiera el poder.
El día 13 por la mañana la tierra tiembla bajo los pies de las miles de mujeres indígenas que se agrupan para salir a marchar. Sus cantos ancestrales hacen vibrar los estómagos y erizan la piel. Son varias las personas no indígenas que no pueden contener el llanto. Las mantas claman contra el “Marco Temporal”, por la protección de las mujeres y niñas, y prometen que la lucha no se detendrá.
La marcha recorre los cerca de cinco kilómetros hasta la plaza de los tres poderes de Brasilia. Las oradoras recuerdan constantemente a las mujeres y hombres que han sido asesinados en la defensa de sus territorios.
De acuerdo con la organización internacional Global Witness, Brasil registró un aumento en los casos de personas defensoras de ambiente y territorio asesinados. Si en 2021 se documentaron 26 homicidios, para el 2022 (el último año de la administración bolsonarista) la cifra aumentó a 34. El informe de Global Witness especifica también que en la Amazonía fueron asesinadas 39 personas defensoras, 11 de ellas indígenas.
Algunos fotógrafos van buscando capturar con sus lentes a las mujeres indígenas que han sido elegidas por sus pueblos para participar en política, la llamada bancada del cocar (penacho). Pero Sonia Guajajara, ministra de los Pueblos Indígenas, y Célia Xakriabá, diputada federal, no van al frente de la marcha. Caminan y bailan en los contingentes de sus pueblos, de quienes toman el apellido. Al finalizar la marcha, ellas y otras indígenas en puestos de poder político, como la directora de la Fundación Nacional del Indio (Joenia Wapichana), toman la palabra para rendir cuentas de sus acciones políticas y para llamar a las mujeres a seguir participando en la organización de los pueblos.
La marcha termina, pero no la lucha. Bajo el sol seco de Brasilia, que estos días elevó las temperaturas a los 36 grados, las mujeres vuelven al campamento. Recogen el arte que han puesto a la venta en estos días -aretes de plumas, penachos, brazaletes y collares de chaquira que emulan el patrón de las serpientes, figuras de barro y madera de jaguares, osos hormigueros y armadillos- y comienzan el largo retorno a los territorios. Sus rostros y cuerpos pintados de rojo y negro sonríen. Ellas dicen que existir y gozar también es resistencia.
*Adazahira Chávez es coordinadora global de comunicación de Indigenous Peoples Rights International.
**Natalia es Especialista en Comunicación para América Latina de IPRI