Foto de portada: Isabel Ortega
Elsa sueña con tener un vivero de árboles endémicos. Eso la llevó a estudiar ingeniería forestal y, con ello, a conocer alternativas para cuidar y restablecer el suelo. Sabía que quería hacer algo para inclinar un poco la balanza del daño ambiental en el territorio donde habita, y necesitaba sustrato para producir árboles. Había que empezar por un lugar: hacer composta.
En Magdalena Apaxco, aproximadamente a una hora del centro de la ciudad de Oaxaca, México, está el terreno del proyecto Hagamos Composta, del cual hace parte Elsa, un espacio que llama la atención entre el paisaje de cerros partidos en esta parte del Valle de Etla, una zona históricamente dedicada a la extracción de cantera amarilla para construcción.
Al llegar a sus instalaciones, lo primero que se observa es la ausencia de olores distintos a los de la vegetación de la zona, solo al acercarnos un poco a alguna de las compostas, se puede percibir un poco el calor y los olores que emanan del proceso. Tampoco hay muchas moscas, ni se perciben lixiviados en el terreno, los únicos residuos visibles se encuentran en un par de decenas de cubetas al centro del terreno, recolectados el día anterior. Este espacio es, a todas luces, algo muy distinto a un basurero.
Hagamos Composta Oaxaca es un proyecto de mujeres surgido en 2021 dentro de una red nacional que ofrece un servicio de pago para la recolección de residuos orgánicos domésticos y su correspondiente transformación en composta. Un año después de su creación, incorporó el compostaje de heces fecales de perros y gatos, un servicio que, por la normatividad sanitaria, no puede ser cumplido por el sistema de recolección de residuos sólidos de los municipios.

En 2022, estalló la crisis de la basura en Oaxaca, cuando el relleno sanitario de Zaachila Oriente fue clausurado por la población cercana, ante los múltiples problemas que desencadenaba este lugar, convertido en un tiradero a cielo abierto que llevaba más de una década de haber alcanzado el límite de su capacidad. Por esta razón, el servicio de recolección fue suspendido en la ciudad, la basura se empezó a acumular en la vía pública y proliferaron los tiraderos irregulares. En este contexto, muchas personas se acercaron a solicitar los servicios de Hagamos Composta. Tras unos meses de que iniciara la crisis de la basura, los usuarios del proyecto se multiplicaron cuatro veces.
Actualmente el proyecto tiene presencia en prácticamente toda la Zona Metropolitana de Oaxaca, a través de rutas semanales de recolección por zonas, que de lunes a sábado reciben residuos de cerca de 800 usuarios, llegando a recolectar alrededor de tres toneladas semanales de orgánicos y heces fecales de perros y gatos. La mayoría de los lugares donde recolectan son casas-habitación y, en menor medida, hoteles, restaurantes y oficinas. Por su parte, la red Hagamos Composta tiene presencia en alrededor de 30 ciudades del país, así como en Honduras y Costa Rica.
Este proyecto, iniciado por Yann y Elsa, tiene dos grandes áreas de trabajo: recolección y trabajo en terreno, donde alrededor de siete personas, mayoritariamente mujeres, llevan a cabo el proceso de compostaje a través de distintos sistemas de manejo de los residuos que han ido aprendiendo y optimizando con los años.
La composta y poposta que surgen del proceso son analizadas periódicamente mediante pruebas de laboratorio y tienen dos destinos. La composta de orgánicos es regresada, periódicamente, a los usuarios para uso en plantas de ornato, de manera proporcional a su producción de residuos, mientras que el abono producido por heces fecales, por sus características, es donado para campañas de reforestación. De esta manera, crear sustrato para árboles y procurar el cuidado del suelo son dos de los principios ambientales del proyecto.
Para Elsa y Yann, en el trabajo que realizan es tan importante el cuidado de los aspectos técnicos como la relación que se establece entre personas. Consideran que el diálogo constante con los usuarios, lo que ellas nombran como educación ambiental, es una parte esencial para poder recibir los residuos libres de inorgánicos y que el proceso de compostaje pueda realizarse de la mejor manera. Aun así, cotidianamente lidian con la presencia de plásticos y materiales de todo tipo en los residuos que recolectan y procesan.
Para las coordinadoras de esta sede de compostaje, es importante cuidar la relación entre la cantidad de los residuos que reciben, y las posibilidades del terreno donde trabajan y el equipo que colabora en él, por lo que Elsa afirma que “mejorar los procesos ayuda a reducir más rápido los residuos y de esta manera evitar la acumulación. Una escala adecuada es lo que permite monitorear parámetros adecuadamente y controlar mejor los procesos”.


De esta manera, están conscientes de los límites y desafíos que enfrentan, sobre todo considerando que el trabajo que ofrecen es un servicio de paga, que puede ser costeado solo por una parte de la población, y que es un modelo que funciona en ámbitos urbanos a una escala específica. Sin embargo, tienen presente que hay otros alcances sobre la gestión de residuos a través de la organización comunitaria, donde existen otras posibilidades para trabajar la educación ambiental y crear reglamentos internos y espacios de trabajo colectivo.
Por ahora, desde su trinchera comparten las herramientas que tienen a la mano. “Nuestra intención es que el terreno se convierta en un espacio de aprendizaje no solo para nosotras, un espacio abierto a que las personas conozcan los procesos y valoren el trabajo que hacemos. Nos gusta conectar con personas que les interese el proyecto por el cuidado del ambiente, más allá de la intención de deshacerse de sus residuos”, comenta Elsa, sobre su intención de abrir el espacio a que los usuarios participen en el trabajo en terreno.
Como este proyecto de mujeres, existen otras alternativas en Oaxaca que parten de afrontar en pequeña escala la gestión de residuos orgánicos urbanos, tanto orgánicos como inorgánicos, mientras se cuida el territorio y se establecen formas de corresponsabilidad entre personas.

Mientras tanto, el gobierno del Estado opta por impulsar una solución a gran escala y centralizada que no cuestiona las raíces del problema ni contempla trabajar alrededor de la corresponsabilidad de la población y las empresas productoras de residuos: el Centro Integral de Revalorización de Residuos Sólidos Urbanos.
La mirada del Estado
Desde hace una década, cuando fue evidente que el relleno sanitario de Zaachila había alcanzado su límite, el gobierno estatal intenta construir un proyecto de gran escala que dé solución al problema de los residuos sólidos de la ciudad. En la actual administración, este proyectó tomó forma y nombre como el Centro Integral de Revalorización de Residuos Sólidos Urbanos (CIRRSU) y el inicio de su construcción fue anunciado el 11 de febrero de este año a través de la conferencia de prensa matutina del gobernador Salomón Jara.
En dicha conferencia, Diego Humberto Ramos, conciliador de proyectos estratégicos de la Secretaría General de Gobierno del Estado, describió al CIRRSU como “la solución integral, autosustentable y definitiva a la problemática de los residuos urbanos en la Zona Metropolitana de Oaxaca”.
El CIRSSU, que se presenta como una opción de desarrollo económico a través de la industrialización de residuos, comprende tres obras principales: una planta de separación y clasificación, una planta de biofertilizantes para procesar residuos orgánicos y, por último, una celda de disposición final para almacenar los residuos que no puedan ser eliminados a través del reciclaje.
De acuerdo a la Manifestación de Impacto Ambiental 20/MP-0179/02/25, emitida por la consultora ambiental Biogemática S.C., el proyecto abarca 22.64 hectáreas y tendrá la capacidad de recibir 850 toneladas de residuos por día, provenientes de los más de 20 municipios que integran el área metropolitana.
A la par, la solución gubernamental al problema de los residuos urbanos en Oaxaca incluye habilitar una estación de transferencia en el municipio de Santa Cruz Xoxocotlán, donde los residuos recolectados por los camiones del servicio público serán compactados y posteriormente trasladados al CIRSUU. De acuerdo a la Ley Estatal de Derechos de Oaxaca 2025, los municipios tendrán que pagar 430 pesos por cada tonelada de residuos que depositen.
Este centro de transferencia ya ha enfrentado resistencia entre la población cercana al lugar de instalación. En el contexto de este proyecto, en enero de este año, vecinos de la zona bloquearon la avenida Símbolos Patrios y fueron desalojados con violencia.
Solo existen datos públicos muy generales sobre el funcionamiento de las tres plantas del CIRRSU, que no incluyen la capacidad de la celda de disposición final. Según la MIA, el tiempo de vida útil del proyecto es inicialmente de 20 años, con intenciones de extenderse de forma permanente.
Dentro de la planeación del Centro, también destaca el uso de servicios privados de disposición de aguas residuales durante la construcción y la posterior instalación de una planta de tratamiento, así como la compra de agua en pipas, dado que no hay fuentes de agua cercanas al predio de instalación del proyecto.
Finalmente, la MIA señala que la construcción del proyecto tendrá impactos negativos moderados, principalmente supondrá la pérdida de suelo, el desplazamiento de fauna local, la disminución de la cobertura vegetal y la pérdida de calidad en el agua.
El Centro de Revalorización, que tiene un costo de construcción mayor a los 500 millones de pesos, fue rechazado anteriormente por pobladores y asambleas comunitarias del valle de Ocotlán, así como otras comunidades como San Lorenzo Albarradas y Asunción Nochixtlán.
Actualmente, el CIRRSU está siendo construido en San Pedro Totolápam, en el distrito de Tlacolula y, según el portal de comunicación social del gobierno del Estado, la construcción tiene un avance del 80%, mientras que la estación de transferencia ya recibe, desde abril de este año, 500 toneladas diarias de desechos sólidos, provenientes de los tres municipios con mayor generación de residuos en la Zona Metropolitana de Oaxaca: Oaxaca de Juárez, Santa Lucía del Camino y Santa Cruz Xoxocotlán. Es utilizada también para reubicar los residuos almacenados en el Playón de la Central de Abastos.
Escalas, límites y responsabilidades
La experiencia de alternativas colectivas y comunitarias sobre el manejo de residuos sólidos nos pueden ayudar a ver los límites de este proyecto centralizado. Sobre este tema conversamos con Javier García, agrónomo oaxaqueño que ha colaborado en iniciativas de la sociedad civil sobre la gestión de residuos.
Javier afirma que, aunque se puede pensar que los residuos orgánicos son el menor de los problemas alrededor de la basura, su mal manejo representa una fuente importante de contaminación, así como puede desencadenar serios problemas para la salud de las personas, como ha sucedido en poblaciones cercanas a tiraderos a cielo abierto. “Es prácticamente imposible generar un único sistema de compostaje para toda la ciudad, por la cantidad de residuos que se genera, y porque es muy difícil controlar que los residuos que se recolectan a gran escala no contengan grandes cantidades de plástico”, afirma.
De manera similar, Javier señala que la eliminación de una gran cantidad de residuos inorgánicos a través del reciclaje resulta muy complicada, principalmente porque la industria de transformación de estos materiales tiene una capacidad limitada en el país. Incluso, aunque se logre una separación adecuada, que es complicado en gran escala, no hay hacia dónde transferirlos, especialmente materiales como vidrio y tetrapack.

Un riesgo importante de la acumulación de residuos en gran escala son las celdas de confinamiento, donde se almacenan los residuos que por su composición no pueden ser transformados, como es el caso de los productos higiénicos y diversos tipos de plástico. Estas celdas deben estar impermeabilizadas cuidadosamente y deben de tener un sistema de drenaje adecuado, así como salidas de gases, ya que los lixiviados que salen de un relleno sanitario son altamente contaminantes. Pero, sobre todo, son un riesgo para la salud porque en muchos rellenos sanitarios no se prevé la cantidad de toneladas que salen de los municipios, por lo que estos se ven rebasadas al poco tiempo.
Volviendo a las soluciones sobre residuos orgánicos, tanto Elsa, integrante de Hagamos Composta, como Javier García coinciden en que el proceso de compostaje, más que ser una solución mágica al problema de los residuos orgánicos, implica, para su correcto manejo, el involucramiento cercano con la población que genera los residuos y, sobre todo, enfatizan que cualquier proyecto que proponga la gestión de cualquier tipo de residuo debe poner el énfasis en reducir la producción de estos. “Hacer consciencia, llevar a la gente hasta el relleno sanitario, pararse ahí, caminar sobre la basura que se genera todos los días, genera un impacto. Hacer tu composta en casa, genera un impacto, te das cuenta de cuántos residuos estás generando”, sugiere Javier.
Como se expresa en la experiencia de Hagamos Composta, la factibilidad de procesos de compostaje para residuos urbanos depende fundamentalmente de procesos de educación ambiental y un diálogo constante con la población generadora, además de una gestión adecuada de zonas de cobertura, optimización de procesos y trabajar a una escala que pueda evitar la acumulación. Es decir, implica replantear los principios de la recolección de residuos como un servicio público y asumir la eliminación de residuos como una tarea colectiva.


