Haitianos cambian rutas de migración tras crisis en Brasil

Fotos por Anderson Barbosa y Renata Bessi

Brasil fue el país que más recibió haitianos luego del trágico terremoto del año 2010. Pero ¿como están los haitianos ahora con la crisis que atraviesa Brasil?, agravada por el golpe de 2016

 Caminar por las calles de la región central de São Paulo, principal centro económico financiero de Brasil y de América del Sur, siempre se ha presentado como una explosión de experiencias sensitivas, justamente por la concentración de diversidad cultural que se hace presente en este lugar. Con la llegada de los africanos y principalmente con la entrada masiva de haitianos en este país en los últimos años, esta experiencia se ha intensificado con nuevas formas, sonidos, colores y fragancias, que se expresan en los puestos de venta de comida, en sus vestimentas, en las obras y artesanías que venden en las calles. El misticismo que encierran sus rituales religiosos atrapan la atención de los transeúntes en las principales plazas públicas.

Desde el año 2010 hubo un cambio radical en los flujos migratorios hacia Brasil. Anteriormente, era un flujo predominantemente sudamericano, especialmente de bolivianos, paraguayos y peruanos, que llegaban a este país para trabajar en el sector de la industria textil. Después de 2010, una oleada masiva de personas de origen haitiano comenzaron a llegar, personas que no tuvieron otra opción tras la destrucción de su país con el terremoto en el año 2010. También aumentó el flujo de migrantes provenientes de África tras las restricciones migratorias que les impuso la Unión Europea. Sobre todo los haitianos, se establecieron en pequeñas ciudades en el interior de los estados de Santa Catarina, Río Grande del Sur y sobretodo São Paulo, en el sector agro-alimentario, principalmente en el procesamiento de la carne a escala industrial y la construcción civil.

De acuerdo con el diagnóstico realizado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y por el Instituto de Políticas Publicas en Derechos Humanos (IPPDH) del Mercosur, hasta finales del año 2016 fueron emitidas 67 mil autorizaciones de residencia permanentes y temporales para haitianos en Brasil. Pero en general se estima que al menos 98 mil haitianos ya habían ingresado entre los años 2014 y 2015.

Hacia la frontera norte de Brasil

 En el año 2010, los migrantes provenientes de Haití comenzaron a internarse a Brasil por la frontera norte, específicamente por el estado de Acre. Para llegar hasta el territorio brasileño, la ruta era viajar en autobús desde Puerto Príncipe, capital de Haití, hasta Santo Domingo, capital de República Dominicana. Llegando hasta este punto, compraban un pasaje de avión con destino hacia Panamá. Después continuaban en avión o en autobús hasta Quito, Ecuador.

Así avanzaban vía terrestre hasta la ciudad fronteriza de Tumbes en el Perú y cruzaban por Piura, Cusco y Puerto Maldonado hasta llegar a Iñaparí, ciudad que colinda con Assis Brasil (en el estado de Acre), el con el objetivo era llegar hasta a la ciudad de Brasileia, también en Acre.

En Abril del año 2013, el gobierno de Acre decretó una alerta de emergencia social en los municipios de Epitaciolancia y Brasileia por la llegada masiva de migrantes a esta región. Durante varios meses, un refugio de emergencia para los migrantes estuvo funcionando en Brasileia. El mes de abril del año 2014, la situación empeoró por el desborde de un río de la región, el río Madeira, que divide Acre con el resto de Brasil. El campamento, que ya estaba totalmente lleno, fue clausurado, dejando a la deriva a los migrantes haitianos, pero también a otros que habían llegado de otros países. Las condiciones de sobrevivencia de los migrantes paso a ser insostenible.

De acuerdo con Paulo Illes, coordinador del Centro de Derechos Humanos y Ciudadanía del Inmigrante en São Paulo, una de las primeras cosas que el gobierno brasileño hizo en ese momento fue enviar Eduardo Cardozo, ministro de ese momento, para Perú y a Ecuador, con la finalidad de que estos países fueran más exigentes con las visas de los Haitianos, para dificultar su llegada a territorio Brasileño. El Ecuador, en caso de que hubiese aceptado esta determinación, hubiera violado su propia constitución, porque fue el primer país del mundo en declarar una ciudadanía universal, es decir, ningún país del mundo necesita una visa para pisar territorio ecuatoriano. Entonces el presidente de ecuador, que en ese momento era Rafael Correa, no aceptó. Pero el estado del Perú si dio su aceptación. “Por eso hubo tantas violaciones a los derechos humanos con los inmigrantes del Perú en Brasil”, dice Illes.

La situación se tornó visible en los grandes medios de comunicación de Brasil cuando el gobierno de Acre comenzó en el mes de abril del año 2014 a llenar autobuses de haitianos y a enviarlos para el sur del país, principalmente a São Paulo. El destino de los autobuses era la Misión Paz de São Paulo, institución que realiza un trabajo de acogimiento a los refugiados e inmigrantes, además de ofrecer informaciones básicas para que se pudieran establecer en este país.

“Nosotros teníamos capacidad para cerca de 110 personas por día, y recibíamos más de 200. No había estructura, pero se crearon varios grupos de voluntarios y se pudo hacer el trabajo. Dormían fuera de la iglesia, en la calle, entonces se abrieron las puertas para que durmieran en el auditorio de la iglesia. Estuvimos con ellos algunos meses. Comenzamos a llamar a varias empresas para que los contrataran en el área de construcción y frigoríficos, entonces se colocaban de una forma segura. Tiempo después otras organizaciones se sumaron para recibirlos, inclusive la administración municipal creó servicios que antes no existían para el inmigrante”,

EXPLICA ELVIRA GONZALES, MIGRANTE PERUANA QUE TRABAJA EN LA ORGANIZACIÓN MISIÓN PAZ DE SÃO PAULO, CUYA FUNCIÓN ES ACOGER A LOS MIGRANTES QUE LLEGAN A LA CASA; ELLA TRABAJÓ INTENSAMENTE EN LA FASE MÁS CRÍTICA DE LA LLEGADA DE LOS PRIMEROS HAITIANOS.

El estado de Acre dejo de ser la principal ruta de entrada de los migrantes de Haití en este país desde que el Estado Brasileño amplió la emisión de visas por medio de su embajada en Puerto Príncipe en Haití, lo mismo con sus embajadas en Ecuador y Perú. En el año 2015, hubo un descenso del 96% de haitianos ilegales que llegaban a Brasil. “Entonces comenzaron a llegar directamente en avión hacia la región sur del país”, explica Paolo Parise, director del Centro de Estudios Migratorios, uno de los coordinadores de la Misión de Paz.

El contexto migratorio de Brasil pasó por un nuevo cambio con la crisis institucional, económica y política por la cual esta cruzando este país sudamericano, después del golpe de Estado ocurrido el año 2016 que destituyó a la presidenta electa Dilma Roussef. “Esta crisis afectó a todos, inclusive a los migrantes. Con la intensificación del desempleo, el flujo de migrantes comenzó a girar inversamente entre los años 2016 y 2017”, comparte Paolo Illes, coordinador del Centro de Derechos Humanos y Ciudadanía del Migrante, quien también fungió como Coordinador de Políticas para Migrantes en la administración municipal de la ciudad de São Paulo, entre los años 2013 y 2016.

Fueron dos años de salida intensa de haitianos de este país, con rumbo a países como Canadá, Chile y principalmente los Estados Unidos. “No sabemos cuantos salieron, no existen estadísticas, pero sabemos que fueron muchos. Muchos de los que acogimos, tuvimos información de que estaban varados en la frontera con México intentando cruzar hacia los Estados Unidos”, señala Paolo Parise, quien es uno de los coordinadores de la Misión de Paz.

Se estima que por lo menos 30 mil haitianos llegaron a la frontera con México en este periodo. Según el informe Frontera Cerrada: Haitianos y Africanos en Tijuana, publicado en febrero del año 2017, la mayoría de los migrantes que llegaron a la frontera de Tijuana, con proximidad a San Diego y California, eran haitianos que venían de Brasil. El número de albergues en Tijuana se triplicó a partir del arribo de migrantes haitianos. Por lo menos 234 albergues se activaron de acuerdo con el documento.

En un Reportaje Especial Realizado por Avispa Midia se documentó en ese mismo periodo la travesía de los haitianos por Centroamérica con rumbo a los Estados Unidos, donde la mayoría de los entrevistados se comunicaban en portugués, un indicio de que el punto de partida había sido Brasil.

El flujo de migración de haitianos ha creado un cuello de botella en México a partir de las medidas implementadas por el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Una de las determinaciones de Trump fue cerrar completamente las puertas a los haitianos. De acuerdo con el padre Patrick Murphy, coordinador de la Casa del Migrante de Tijuana, ya no han llegado haitianos y africanos a la casa. “La verdad es que 90% de la gente en la casa son deportados”, explica. Se estima que solamente en Tijuana se quedaron 3 mil donde están intentando comenzar de nuevo una nueva vida.

Trump expulsa haitianos

El Gobierno de Donald Trump anunció en noviembre del año 2017 el fin del Estatus de Protección Temporal (TPS) para Haití, y dio un margen de 18 meses a sus 58.706 beneficiarios para que regresen a su país o que busquen una alternativa. De este modo, el TPS para Haití finaliza el 22 de julio de 2019, según informo el Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Estados Unidos concedió el TPS en 2010 tras el catastrófico terremoto que dejó unos 300.000 muertos y sumió al país en el caos.

En Noviembre del año 2017 representantes del consulado de los Estados Unidos estuvieron en la Misión de Paz, cuenta Paolo, para que la institución informara a los migrantes que no salearan más de Brasil rumbo a los Estados Unidos porque el TPS había dejado de existir.

“Lo que se observa son cambios muy rápidos del flujo migratorio haitiano, que va siguiendo el comportamiento de las economías y políticas que se vienen experimentando el continente americano y el mundo en general. Después de 8 años del terremoto, la situación de Haití es demasiado precaria y ellos continúan buscando un lugar y una forma de reconstruir sus vidas”,

AFIRMA ILLES.

Otras rutas

Uno de los principales destinos de los haitianos hoy es Chile, donde trabajan principalmente en la construcción civil. Allá basta conseguir un trabajo para conseguir su permanencia en el país. Otros más se están dirigiendo hacia la Guayana Francesa o buscan salida para el norte del continente por Colombia y Panamá. Illes comenta que hay una nueva ruta, poco mencionada o estudiada por ser muy reciente, que es la de Paraguay. “Hay muchas empresas brasileñas yendo para Paraguay, entonces están demandando más mano de obra en al región de Asunción principalmente. Como hay mucha propaganda, muchos han decidido ir hacia allá”.

De Jean Pierret*, un inmigrante haitiano que vive en el centro de São Paulo:

Vi un periódico en Haití que aquí en Brasil se ganaba mucho dinero. Los anuncios estaban en muchos lugares. Decían que se ganaba por los menos 1500 dólares por mes. En cuanto llegue aquí, me di cuenta de que era mentira.

De acuerdo con Paolo Parise, existía una red de coyotes vendiendo un producto que no existía para los haitianos. “Los coyotes tuvieron una gran responsabilidad en crear un imaginario entre los haitianos de que aquí se ganaría mucho dinero. Aun con los vientos de la crisis este imaginario continuaba. La decepción fue fatal”.

Gasté 5 mil dólares para llegar. Junté todo lo que tenia ahorrado para venir y cuando llegué fue la cosa más difícil. A mi me gusta Brasil, pero ahora esta muy difícil la situación. Llegué hace cuatro años, conseguí trabajo muy rápido. Llegue con la Misión Paz y ahí me ayudaron a conseguir un trabajo. Yo entré por Acre. Ya tenía un primo que vivía en São Paulo. Ahora no pienso en salir de aquí. Generalmente los que salen es porque sus familias aun consiguen mandar dinero. Muchos de los que se fueron hacia Estados Unidos gastaron por lo menos 8 mil dólares. Allá en Haití yo era militar y trabajaba de seguridad con gente importante. Hoy trabajo de ayudante en la cocina en una empresa. La verdad es que ganaba mejor allá. Y si tú me preguntas ¿porqué no regreso? La respuesta es simple: solo un inmigrante sabe que tan difícil es volver sin nada, o peor que cuando salió. Es una lucha. Pasé hambre para traer a mi mujer. Porque no puedo quedarme aquí y ella allá. No esta bien, pero ahora estamos juntos. Ella llegó hace un año. Ya tiene su permanencia y acaba de nacer nuestro hijo brasileño.

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El flujo de haitianos hacia Brasil cayó drásticamente pero no se detuvo totalmente.

Para Gonzales, existen distintas situaciones en las cuales los haitianos se encuentran en Brasil. “Ellos están reuniendo a sus familias, teniendo hijos, otros esperan su residencia permanente. La mayor parte tiene su permanencia, pero todavía hay un numero muy grande que espera sus papeles para la permanencia, serían como unas 15 mil personas que están por todo Brasil”, estima ella.

De acuerdo con Illes, ahora es momento de que aquellos que decidieron quedarse traigan a su familia, generalmente esposas o hijos. “Es un flujo natural de los procesos migratorios. Primero viene alguien para encontrar trabajo y después traen a sus familiares”, sostiene Illes.

Mones Lapaix* es haitiano, hace cuatro años que llegó a Brasil. Entro por Acre, paso por São Paulo y de ahí se fue a trabajar al interior de Santa Catarina. Perdió el trabajo y regresó a São Paulo. Vendió todo lo que tenia en Haití. Tenía su propia casa. “Ahora ya no pienso en volver para Haití. Tengo que conseguir por lo menos el dinero que gasté para llegar aquí”. El tiene cuatro hijas, pero solo pudo traer a su mujer hace un año. “No pienso en traer a mis hijas ahora. El dinero mensual que gano no me alcanza”. El hace cuentas. “Son 9 mil reales para traer cada persona”. En Haití el era carpintero. En São Paulo es barrendero. El tiene un contracto, así como muchos haitianos, con la administración publica de la ciudad. Es un trabajo temporal. “Ya estoy buscando otras cosas. La perspectiva de vivir en la calle en São Paulo es muy presente. Aquí en el centro convivimos con millares de personas en esta situación, brasileños y no brasileños”.

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La migración haitiana es diferente de la migración histórica de los latinoamericanos que llegaron a Brasil, analiza Illes. “Inicialmente no se constituyo como una migración para las grandes ciudades. Las grandes ciudades, que siempre fueron puntos de llegada de los migrantes, pasa a ser un punto de transito, tanto en São Paulo, como en Curitiba, Florianópolis y Puerto Alegre. Existe una comunidad en estas ciudades, pero el trabajo estaba en el interior de estos estados. En los informes de la prefectura de São Paulo o de la Misión de Paz, esta claro, los haitianos llegaban aquí en São Paulo, en los albergues, se quedaban 3 o 4 días, y ya salían para trabajar, conseguían empleo inmediatamente. Ahora la realidad es otra”, explica.

Con la crisis económica vivida en el país, se generó una dinámica interna en el que los haitianos que estaban trabajando en las pequeñas ciudades acabaron regresando para los grandes centros urbanos. “Hoy hay una concentración de estas personas en la economía informal en los grandes centros urbanos, principalmente en São Paulo”, señala Paulo Illes.

En muchos de los casos, evalúa Illes, la gran ciudad continua siendo un punto de paso. “Buscan conseguir dinero para poder continuar otro flujo migratorio. Lo que humanamente es una tragedia. Imagina lo que estas personas han invertido con su familia, vendieron sus bienes que tenían en su país, pensando en un sueño en Brasil y, de pronto, es obligado a repetir aquello que hizo en su país”.

Otra diferencia detectada por Illes es que hace algunos años la migración estaba localizada básicamente en el centro de la ciudad y hoy se ha expandido, inclusive ocupando espacios en la región metropolitana de São Paulo. “Pero es claro que se mantienen en una gran concentración de migrantes en la región central de la ciudad”, agrega.

El espacio público debe ser pensado a partir de esta nueva dinámica, reflexiona Illes. “Las nuevas configuraciones generan conflictos por la disputa de los espacios públicos en las grandes ciudades. Ellos están ocupando espacios de uso público. Hoy, por ejemplo, pensar una política para vendedores ambulantes en São Paulo es básicamente pensar en una política para migrantes”, explica.

Las dificultades de trabajo son inmensas. “El sector del comercio informal es extremamente disputado e inseguro. Hay un margen muy pequeño de los ambulantes que poseen un permiso para trabajar y otra gran cantidad de gente que no tiene licencia. La inseguridad es muy grande. Les quitan sus productos o se los roban”, comparte Illes.

Además de esto, "están consiguiendo otros tipos de trabajo como en bares, restaurantes, mercados. De cierta forma se van insertando en la ciudad. Sobran empleos en condiciones no adecuadas de trabajo muchas veces en condiciones análogas de esclavitud”.

Entre 2010 y 2016, 1259 trabajadores fueron rescatados en condiciones de trabajo esclavo en el estado de São Paulo, en 91 operaciones. De estos, 394 eran ciudadanos de otros países, inmigrantes legales e ilegales. El rescate de haitianos sucedió principalmente en obras de construcción civil. De acuerdo con Renato Bignami, auditor-fiscal del Ministerio de Trabajo y Empleo, los trabajadores fueron encontrados en condiciones que conjugan cuatro situaciones: trabajo en situación de servidumbre para pagar deudas al propio empleador, condición degradante, trabajo forzado, jornada exclusiva.

Una pequeña población, con pequeñas chozas, ha sido construida dentro de un antiguo cine donde trasmitían cine pornográfico, en el corazón de São Paulo. Es habitada principalmente por haitianos y africanos. El cine era uno de los más de dos mil edificios vacíos en el centro de esta ciudad. Fue cuatro años atrás, cuando en plena noche el antiguo cine fue ocupado por el Movimiento de los Sin Techo del Centro (MSTC), vinculado a un frente de movimientos que luchan por vivienda digna en la ciudad de São Paulo, Frente de Lucha por la Moradia (FLM).

En total, este frente ha ocupado por lo menos 21 edificios en esta ciudad. En buena parte de las ocupaciones viven haitianos y africanos, cuenta la coordinadora del MSTC, Carmen da Silva Ferreira, quien relata que hay un aumento de migrantes en las ocupaciones. “Siempre hemos tenido inmigrantes. Gente de Bolivia, del Perú. Pero con los haitianos el flujo de migrantes en el movimiento aumentó mucho”, relata Silva.

Ocupación Río Blanco

El antiguo cinema conecta con un antiguo hotel, que hoy también ha sido ocupado por este movimiento, donde también viven haitianos y africanos. La entrada de la ocupación esta pintada de colores fuertes y llamativos. El acceso para el antiguo cine y para el antiguo hotel es lo mismo, por la calle Río Blanco. En el hall del antiguo hotel aun hay resquicios decorativos con tintes egipcios.

La limpieza, la manutención y seguridad del lugar son realizadas por las propias familias de las ocupaciones, organizadas por asambleas. Semanalmente todo mundo contribuye para realizar la limpieza y las reparaciones necesarias. “En los dos espacios viven 74 familias, por lo menos 34 de ellas son de inmigrantes. Aquí no hay distinción de nacionalidad. El movimiento no hace ninguna diferencia entre brasileños e inmigrantes. Todos son iguales y todos necesitan donde vivir”, agrega Sidnei Ferreira Silva, coordinador de la ocupación.

Al caminar en los pasillos estrechos del antiguo hotel se perciben los diferentes acentos y sonidos que marcan las lenguas que habla cada uno de los habitantes. Entre más se adentra uno, un abanico de colores vivos, característicos de la raíz afro, decoran las puertas y las paredes, aunque contrastan con la escasa luz natural. La arquitectura del cine fue hecho para mantenerse obscuro, entonces cuando uno se interna al pequeño poblado, la luz natural se apaga. No hay ventanas, una luz artificial permanece encendida las 24 horas para poder realizar las actividades cotidianas. “Cuando entramos en un edifico abandonado, que no fue construido para vivienda, tenemos que hacer lo mejor que podemos para adaptarlo hasta conseguir una vivienda digna y más adecuada para todos. Esta es nuestra lucha”, comenta Silva.

El hijo de la haitiana Arloude Pierrel*, uno de los seis bebés que nacieron en la ocupación, tiene problemas respiratorios justamente porque el lugar cuenta con escasa luz y poca circulación de aire. “Trabajo en limpieza, gano mil reales (300 USD) por mes. La renta de un cuarto pequeño, donde no puedes dormir ni cocinar bien esta casi en 600 reales (200USD). No tengo condiciones de pagar un alquiler. Además de eso, el proceso para alquilar una casa es demasiado burocrático. Debes de tener un fiador, comprobar ingresos, demostrar que cuentas con capacidad de pago y que tienes dinero en el banco”, argumenta Pierrel, quien lleva tres años en Brasil y aun así, esta guardando dinero para traer a su madre y otro hijo que se quedó en Haití.

“La mujer no puede dormir en cualquier lugar como el hombre. Una mujer dormida en la calle no es posible, menos con hijos. Hay que tener cuidado con los hijos. Tener este lugar para vivir ayuda mucho. Sino la opción seria en la calle. Todo mundo aquí tiene un sueño. Yo tengo el mío. Quiero una casa para vivir. Pero aquí en Brasil, con el trabajo que tengo, nunca lo voy a conseguir. El movimiento es una forma de luchar por el derecho que todos tenemos de tener un lugar digno para vivir”,

DICE ELLA.

A pesar de la tensión diaria de un posible desalojo por parte del Estado, las ocupaciones son una opción para los migrantes. “Ellos constituyen una casa, donde pueden cocinar, ducharse y lavar sus ropas. Pueden tener su estufa, su refrigerador, hacer su propia comida. Se tienen las condiciones mínimas para buscar un empleo, estudiar, retomar la cotidianidad, afirma Carmen.

La coordinadora cuenta que los procesos migratorios recientes han generado nuevas dinámicas en la ciudad y que los movimientos urbanos tuvieron que aprender y entender. “Y ellos también tienen que entender cual es la dinámica de un movimiento urbano, lo que significa la ocupación en el centro de São Paulo y que lo que buscamos es la autonomía”.

“La cuestión de la inmigración no es solo un problema del migrante, es nuestra también, y es un tema que nos incumbe a todos en el mundo. Tenemos que ver como nos ayudamos en nuestra ciudad, en nuestra comunidad, como integramos toda esta cuestión a nuestras luchas diarias. El capitalismo esta explotando y acabando con el mundo. El capitalismo mata, no solo con las guerras, sino principalmente, despojando a las personas de sus posibilidad de vivir y realizar sus vida de forma digan en sus territorios”, agrega Carmen.

Brasil, a lo largo de mas de 500 años, se constituyó como un país de migrantes. Cuando los portugueses colonizaron estas tierras, trajeron 5 millones de esclavos africanos y se calcula que casi 900 mil murieron en los barcos. Una migración forzada. “La esclavitud terminó en 1888, y los agentes de migración de Brasil, remplazaron la mano de obra de los esclavos con otra oleada de migrantes pobres de Europa, italianos, alemanes, poloneses. En la primera guerra mundial hubo otro gran flujo de migrantes europeos. Lo mismo aconteció en la segunda guerra mundial, donde solo de la antigua Unión Soviética migraron más de 300 mil personas. También hubo un flujo de migrantes vietnamitas, coreanos, chinos que aun continúan siendo una gran población en Brasil. Según el consulado de China en Río de Janeiro, es una comunidad compuesta por lo menos de 300 mil en el país”, relata Paolo Parise.

A partir de los años 1980 Brasil experimentó otro fenómeno. “Según las estimaciones del gobierno, por lo menos de 4 a 5 millones de brasileños salieron del país. Al mismo tiempo que los brasileños salieron, hubo muchos latinos que comenzaron a llegar a Brasil. Con la crisis del año 2008, el brasileño comenzó a regresar. Por ejemplo, un tercio de los brasileños que estaban en Japón volvieron, cerca de 100 mil personas. Hoy se calculan que 3 millones de personas están fuera del país, siempre el calculo es aproximado”, sustenta Parise.

A partir del año 2010, como ya se relató, aumento la migración haitiana y africana. Con la nueva crisis, el escenario cambió nuevamente entre el los años 2016 y 2017, con la salida de un gran numero de haitianos.

Después de Haití, Brasil recibió una gran cantidad de inmigrantes de la República Democrática del Congo, debido al conflicto de este país con Angola. El punto de destino era principalmente Rio de Janeiro y São Paulo. El numero de mujeres congoleñas que llegaron entre los años 2015 y el 2016 fue enorme. Ocuparon gran parte de los albergues de la ciudad de São Paulo. Se emitieron cerca de 6500 visas para congoleses en la embajada de Brasil ubicada en Angola”, afirma Illes.

“Aquí aconteció un fenómeno inverso al de los haitianos. En el caso de Haití, generalmente el hombre venía primero para después traer a los hijos y a la mujer. En el caso de la REPÚBLICA Democrática del Congo, fue al contrario. Como era una situación de guerra, la decisión familiar era generalmente de colocar primero a la mujer y a los hijos en situación mas segura”,

EXPLICA PARISE.

Ahora, mas recientemente, existe un flujo de venezolanos que están entrando por la frontera norte del país, en el estado de Roraima. “Se esta dando en una región del país poco habitada, es por eso que se ha tornado muy visible y hasta cierto punto conflictivo. Los medios de comunicación comerciales lo han manejado como una invasión y eso ha creado un clima de inestabilidad e inseguridad para las comunidades”, explica Illes.

La migración en Brasil continuará, apuesta Illes, independientemente de la crisis política y económica. “Un poco más tímida, pero continuará”.

Claudine Shindany tiene dos años en Brasil, ella es de la República Democrática del Congo (RDC). Su país lleva 20 años en guerra civil. Ella es periodista. Sufrió persecución por su actividad y tuvo que salir del país. Ella relata:

La persecución que sufrí me forzó a salir. Antes de salir del país no fue fácil. Yo estaba al borde de la muerte. Perdí a mi madre por causa de esto, quemaron mi diploma por esa situación. Antes yo trabajé en la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la infancia) en el área de comunicación, eso me permitió viajar mucho por mi país. Hay muchos lugares donde las niñas no pueden ir a las escuelas y yo, como mujer que estudié hasta la universidad, realizaba en la UNICEF el trabajo de sensibilización de los padres para que mandaran a las niñas a la escuela. Trataba de decir a ellos que las niñas y los niños son iguales. Conozco bien mi país. Hay cuatro lenguas nacionales y yo hablo todas ellas. Las mujeres están sufriendo mucho en mi país. No tengo las palabras para describir este sufrimiento. Son mujeres violadas, les roban a sus hijos, los rebeldes roban niños de 10 a 11 años para sus ejércitos. ¿Cómo una mujer va a soportar eso?. Ellas siquiera tienen el derecho de hablar. Visité regiones, fui a una pequeña ciudad y vi una niña de 11 años embarazada, después de una violación de 30 hombres. Tu no puedes imaginar como las mujeres están sufriendo. Todo eso es sufrimiento. La situación de sobrevivencia aquí en Brasil es muy difícil. Si uno no encuentra empleo terminas por quedarte en la calle. Pero cualquier lugar es mejor que vivir en aquella situación.

La llegada de los haitianos movió el estado de inercia en el que estaba enclaustrado el gobierno brasileño. “La migración haitiana mostró que una política de regularización migratoria no basta. Es necesario tenerla, pero es necesario tener también una política de inclusión social de los inmigrantes”, analiza Illes.

Después de un largo proceso de construcción de un proyecto de ley, donde se realizaron conferencias, encuentros y debates con organizaciones y con los migrantes, se llegó a una propuesta de ley votada en el Congreso Nacional. Antes, los derechos y deberes de los migrantes eran regidos por el estatuto del extranjero, creado en el año de 1980, durante el régimen militar. La nueva Ley fue aprobada en mayo del año 2017.

Este proceso de construcción de la Ley no fue fácil. “La derecha actuó muy fuertemente contra nuestras propuestas. La fracción parlamentaria de la Policía Federal atacó el proyecto con consignas que decían “deportación inmediata” y “sin derecho a defensa”, recuerda Paolo Parise.

El texto original de la Ley deja de tratar al inmigrante como una amenaza al país y reconoce el derecho universal a migrar. El texto aprobado en mayo del 2017 derribó los posicionamientos políticos que dificultan la entrada de nuevas personas al país y facilitó la garantía de derechos a esos inmigrantes. “Esa nueva Ley trae importantes garantías, como la creación de una visa humanitaria y regulación migratoria. Hoy ya no es considerado como un crimen el que los inmigrantes participen en manifestaciones políticas o sindicatos”, señala Illes.

Pero el decreto que reglamente la Ley, hecho durante el periodo del gobierno golpista de Temer, descalifica puntos importantes de la Ley, de acuerdo con diversas organizaciones que trabajan con el tema y que han participado en el proceso de la construcción del texto original en el poder legislativo.

El decreto de Temer cortó y modificó por lo menos 20 artículos de la Ley. “El decreto retomó aspectos de criminalización, como los puntos que permiten la prisión cautelar de migrantes en situación irregular, hasta la libertad vigilada, cuando la Ley aprobada por el congreso dice que, en hipótesis alguna, la situación irregular puede ser usada como factor para criminalizar a los migrantes”, dice Illes.

Ahora se inicia una amplia movilización para la construcción de una Política Nacional del Inmigrante, prevista en el articulo 120 de la Ley. “Estamos presionando para que sea realizado un decreto del gobierno federal estableciendo metodologías y parámetros que deberá seguir una política nacional de migración. Que haya una coordinación nacional con la participación de los estados, municipios, organizaciones, migrantes. Que no quede solo en una coordinación, pero que se creé un sistema nacional de control social y participación. Esta es nuestra lucha ahora”, finaliza Illes.

*Los nombres son ficticios, para resguardar la seguridad de los entrevistados

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