En portada: Pueblos indígenas de la cuenca del Amazonas se manifiestan contra la construcción de la presa hidroeléctrica de Belo Monte. Brasilia, febrero de 2011. Foto de International Rivers
Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) posteriores a la construcción de la presa hidroeléctrica de Belo Monte, en la Amazonia brasileña, son hasta tres veces mayores que las existentes previamente a la edificación del embalse, es la conclusión de un estudio científico que llevo diez años en ser realizado.
Estos datos se desprenden de un artículo de investigación científica titulado ¿Qué tan ecológica puede ser la energía hidroeléctrica de la Amazonia? Emisión neta de carbono de la mayor central hidroeléctrica de la Amazonia, publicado en junio pasado.
El proyecto de construcción de la hidroeléctrica de Belo Monte para represar el río Xingú, en el estado de Pará, fue formulado durante mediados de los 70s, aún en el periodo de la dictadura militar en Brasil. Sin embargo, para 1989, con el fin de la dictadura y bajo la presión de pueblos indígenas, se abandonó el emprendimiento.
No obstante, durante el último año del mandato de Lula da Silva, en febrero de 2010, su administración concedió la licencia ambiental para retomar la obra, cuya construcción fue interrumpida siete veces por la justicia federal.
Ya en el gobierno de Dilma Rousseff, las obras de la presa iniciaron en 2011, pese al rechazo de pueblos indígenas, así como de organizaciones sociales y ambientalistas. Actualmente, es considerada la cuarta hidroeléctrica más grande del mundo en términos de potencia y en su momento se argumentó que su edificación como central hidroeléctrica de pasada reduciría sus efectos negativos.
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Según Dailson Bertassoli Jr., investigador del Instituto de Geociencias de la Universidad de São Paulo (IGc-USP) y coautor del estudio, “la justificación de la construcción de Belo Monte se basó en la premisa de que las centrales hidroeléctricas generan energía con bajas emisiones y a un coste menor que otras fuentes renovables. Hoy este argumento se desmorona, como demostramos en nuestro estudio”.
Tras este hallazgo, el equipo multidisciplinario enfatiza lo importante de cuestionar el uso de normas de emisión de contaminantes, como son las estipuladas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), las cuales están basadas en la construcción de centrales hidroeléctricas en zonas con climas diferentes a los encontrados en la Amazonía y que, sin embargo, son incluso utilizadas para legitimar la venta de créditos de carbono.
Metano
De acuerdo a los investigadores, estos resultados refuerzan la importancia de tener en cuenta todas estas variables de heterogeneidad en los estudios de impacto ambiental de las presas hidroeléctricas, en sus distintos formatos y en distintos climas, suelos, vegetación y muchas otras variables.
“Debería ser obligatorio supervisar las emisiones antes, durante y durante mucho tiempo después de la construcción de los embalses de las presas hidroeléctricas. Especialmente en las centrales hidroeléctricas del río Madeira, que venden créditos de carbono y cuyas emisiones no están bien estimadas. Es probable que estén vendiendo créditos de carbono que no están mitigando”, compartió para medios locales, Henrique Sawakuchi, investigador de la Universidad de Linköping y responsable de las primeras mediciones del estudio.
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Por su parte, Bertassoli Jr. destacó la importancia de entender el proceso de producción de las emisiones de GEI en las centrales hidroeléctricas, pues “es tan heterogénea que ni siquiera se puede generalizar y referirse a las ‘emisiones hidroeléctricas’. Cada planta tiene sus emisiones y hay que evaluarlas caso por caso”.
Según el investigador, uno de los principales factores que contribuyen a las emisiones de GEI provocados por las centrales hidroeléctricas, es la generación de metano (CH4) debido a la degradación de la materia orgánica retenida en el fondo de los embalses.
“A diferencia de lo que ocurre en las zonas templadas y boreales, las altas temperaturas que se registran a lo largo del año dan lugar a una intensa actividad microbiana y, en consecuencia, a una mayor producción de metano y dióxido de carbono en las zonas tropicales”, explicó Henrique Sawakuchi.
El gas metano ocupa el segundo lugar en la lista de GEI responsables del calentamiento global, detrás del dióxido de carbono (CO2), éste último el cual ha cobrado relevancia en las negociaciones climáticas y en los objetivos de naciones y empresas para su reducción ante el combate al colapso ambiental. Sin embargo, el metano liberado a la atmósfera es 28 veces mas potente que el CO2, pues su efecto puede permanecer hasta 100 años después de ser liberado.