“No hay que tenerle miedo a la autonomía”, dicen en la Escuelita comunitaria mazateca

Entre los árboles y la milpa van apareciendo algunas niñas y niños de diversas edades. Se apresuran alegres a encontrarse, se miran cómplices, ríen y hablan en su lengua, el mazateco. Saben que una nueva brigada de solidaridad visita su escuela. Están animados, pues les han dicho que aprenderán a hacer cine y radio.

Las personas que les compartirán nuevas experiencias hacen parte de una brigada de solidaridad proveniente de Colombia y de Chile, quienes han visitado diversas experiencias de autogestión y autonomía en México. Deseosos de espejear aprendizajes, se han aventurado a pisar lugares como la Escuelita Comunitaria Agua de Lluvia, ubicada en las montañas de la sierra Mazateca, en el estado de Oaxaca.

Esta escuela, que lleva el nombre de la comunidad, Agua de Lluvia, ha sido creada por las propias manos de los infantes, jóvenes, una profesora y campesinos que le han apostado a otro tipo de educción. Ha sido inspirada en las escuelas autónomas creadas en territorio rebelde zapatista en Chiapas y, desde esta perspectiva, se han aventurado a pensar y caminar por otros rumbos en la formación de las niñas y niños de esta comunidad.

Nicolás Aguirre y su colectivo Tierra Negra han trabajado al menos 3 años con niños y niñas en barrios populares en Cali, como la Comuna 18, donde han provocado la familiaridad con las tecnologías de la comunicación. “Consideramos que la comunicación es una de las herramientas indispensables de lucha, como una respuesta a la desinformación y la manipulación de los medios. Hemos visto que las infancias tienen mucho interés en comunicar y, con los pocos conocimientos que hemos ido adquiriendo en el camino, buscamos fortalecernos en conjunto”, comparte.  

Aguirre prepara su grabadora para soltarla a los infantes de Agua de Lluvia. Considera que no se requieren grandes conocimientos para producir la comunicación desde las propias comunidades. “Desde Colombia trabajamos con las voces de los niños, jóvenes y adultos. Porque estas tres voces se deben de escuchar y esto lo hemos llevado a la práctica en las asambleas, donde se escuchan las tres voces”, cuenta Aguirre.

Niñxs de la escuelita Agua de Lluvia aprendiendo a grabar video- Foto por Santiago Navarro F

Los niños de Agua de Lluvia, por primera vez, han explorado con sus manos una grabadora de audio y video. Se han entrevistado a ellos mismos, a sus profesores, a sus vecinos, a los propios brigadistas. “Este proceso se parece mucho con el proceso que trabajamos en Cali. Es un proceso con niños y niñas, es un proceso autónomo hecho con las uñas, con el corazón”, comparte Nathalí Aguirre, también forma parte de la Cooperativa Tierra Negra de Cali.

El miedo a la autonomía

Roció Escudero Rodríguez es de origen mazateco y por más de 30 años ha laborado como profesora en diversas comunidades de esta región. Tras varios escenarios de crisis política y social que ha vivido Oaxaca, desde el año 2006, hasta la pandemia de la Covid-19, con su comunidad ha intentado crear un espacio alterno de educación.

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Pero no ha sido fácil, al no contar con recursos económicos ni muebles, hasta los niños y padres de familia se han involucrado para levantar la primera aula de trabajo. Además de esto, se han visto obstaculizados por algunos caciques políticos, incluso también dentro del gremio de profesores no se ve con buenos ojos a este proyecto, al considerarlo una  amenaza.

Niño aprendiendo a grabar video en la Escuelita Comunitaria Agua de Lluvia. Foto por Santiago Navarro F.

La profesora Roció asegura que “este proyecto es creado de forma comunitaria y no afecta a los maestros. Por el contrario, complementa a la educción de los niños. La diferencia es que este proyecto es autónomo y aquí nadie recibe sueldos. Lo que se pretende es enseñar otras cosas que la escuela de gobierno no enseña. No hay que tenerle miedo a la autonomía”.

Juan Carlos Alvarado, un joven cofundador de la escuelita, se siente animado al poder recibir a una brigada más que comparte otros conocimientos. “El acercamiento a estas tecnologías es importante para los niños, porque en la comunidad no son accesibles. No existe la posibilidad de tener contacto con gente de otros lugares de México ni mucho menos de otros países”.

En la misma línea el campesino Crescencio Juárez García también se ha sumado con trabajo para construir la escuela porque considera que es importante que existan otras posibilidades para los infantes. Además “porque aquí nadie recibe sueldo y los niños no tienen que pagar nada, es por un compromiso con la comunidad. Faltan muchas cosas para la escuela, como sus ventanas, mesas y otras cosas, pero no estamos pidiendo nada a las autoridades o a los políticos y, aún así, vamos viendo como va avanzado, lento, pero avanza”, dice orgulloso.

Niños aprendiendo a realizar entrevista con audio. Foto por Santiago Navarro F

Aprender haciendo

A diferencia de las metodologías ‘profesionales’, Camila Camacho de Bogotá cuenta que los talleres que han compartido se encaminan a romper con las limitantes que imponen las formas duras de la enseñanza. “Es desde el aprender haciendo y desde el juego y el azar. Descubrir con la imagen otras formas de ver la realidad y como desde la imaginación se pueden construir sueños”, dice la brigadista de Colombia.

Camila, quien forma parte del colectivo VER (Visualidad, Epistemología y Realidad), que surge tras la ausencia de espacios académicos que aborden lo visual en relación con las ciencias sociales, reafirma que, “los niños y las niñas siempre tienen algo que contar. Porque creemos que solo la voz de los adultos es la que vale, pero no es así. Tenemos que pensar otras narrativas de otro mundo posible”.

Aprendiendo a usar equipos de audio en la Escuelita Comunitaria Agua de Lluvia, Oaxaca. Foto por Santiago Navarro F.

Iñaki Tiña de Santiago de Chile, quien compartió sus conocimientos sobre el cine de barrio y comunitario, se ve animado al ver como los niños manipulan su cámara. Sabe de primera mano que los proyectos autogestivos no son fáciles porque “no hay plata, insumos, estructura; pero bueno se tiene que hacer lo que se pueda con lo que se tiene”, comparte Iñaki quien forma parte de la Escuela Popular de Cine y del Festival de Cine Social y Antisocial.

Camila concluye con un lema que ha inspirado a los niños con los que ha trabajado anteriormente. “Sí lo soñamos, lo creamos. Creo que esa es la clave de todo. Aprender que, si vivimos en la gestión comunitaria, si tenemos comunidad, puede posibilitar un encuentro que puede permitir procesos de autonomía y de resistencia. Esta escuelita es un ejemplo de que se puede soñar y construir otro mundo posible”.

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