Texto: Camila Plá
Fotografías: Esthel Vogrig
Durante la mañana del 20 de febrero en Amilcingo, estado de Morelos, México, muchas mujeres y hombres fueron llegando poco a poco a la casa de la familia Flores Velazquez, la mayoría iba con un ramo de nube blanca bajo el brazo y, como es costumbre en la región, un jarro de barro para colocarlas. Con rostro solemne se sentaron a escuchar a los padres y la seminarista que comenzaron la misa en honor a Samir Flores.
Mientras tanto, Liliana Velázquez, quien fue su esposa, corría de un lado a otro sin que los pendientes le dieran tregua, sus hijas se encontraron con sus amigas y entraron a su casa a jugar, los vecinos se saludaron con un rápido apretón de manos y un colibrí picotea las flores que adornaban la mesa donde se encontraban los retratos del difunto.
Este martes 20 se cumplieron 5 años del asesinato a Samir, es aniversario de cuando un grupo armado tocó su puerta y le dio dos balazos, cambiando su historia, la de su familia y de toda la comunidad. Hace ya 5 años que no hay justicia.
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Ha pasado tanto tiempo, pero a la vez, parece que fuera ayer que él estaba caminando por el pueblo, saludando a todos sus vecinos y compartiendo las noticias en la radio. En Amilcingo se siente cerca su presencia, su nombre sigue vivo. Y es que su vida y muerte marcaron la historia de la comunidad porque Samir fue asesinado por defender el territorio en contra del Proyecto Integral Morelos (PIM), un megaproyecto de muerte que surca tres estados de la República: Morelos, Puebla y Tlaxcala y que cruza el territorio de la comunidad de Amilcingo.
El megaproyecto implicó la construcción de un acueducto, una termoeléctrica de ciclo combinado y un gasoducto, este último es el que cruza el pueblo natal de Samir. Fueron tres los gobiernos implicados en su construcción e imposición; muchos de los primeros impulsores del megaproyecto siguen formando parte del actual gobierno, aunque el color que gobierna cambie con las elecciones. Las formas en que han operado y los usos discursivos han cambiado al mismo tiempo que los sexenios, pero en los tres casos los pueblos han resistido y han demostrado su inconformidad con el PIM.
Los padres que llevan la misa recuerdan que la historia de Samir es de lucha por la defensa del territorio, la tierra, el campesinado y el agua. Y es que el PIM es un riesgo en la crisis hídrica que actualmente se vive en gran parte del país y sobre todo en la zona central donde se encuentra Amilcingo.
Los habitantes de la comunidad tienen muy claras las implicaciones de los megaproyectos, y es que el PIM no es la primera lucha que ha llevado a cabo el pueblo, sino la última de una larga historia de organización popular. Se remonta hasta la Revolución cuando sus habitantes se unieron al Ejército Zapatista, la División del Sur, para luchar por tierra y libertad, los mayores en la comunidad todavía cuentan las hazañas de sus padres y madres, manteniendo viva la memoria del zapatismo.
Posteriormente muchos de sus habitantes se volvieron jaramillistas y en la década de los setenta se llevó a cabo una organización popular por la autonomía de los pueblos frente a los terratenientes del municipio. Dicha lucha resultó en la conformación del municipio de Temoac- actual municipio de la comunidad- y desembocó en la defensa de las normales rurales, la cual fue liderada por el normalista y luchador social Vinh Flores Laureano.
Vinh fue asesinado junto a dos de sus compañeros antes de que se fundara la Normal Rural Emiliano Zapata de Amilcingo, pero el pueblo lo sigue recordando con cariño y dolor, tanto que la calle donde vivió Samir lleva su nombre. Curiosamente, Vinh fue tío de Samir.
Al terminar la misa, las personas asistentes comenzaron una caminata hacia el panteón del pueblo. En procesión, la familia y los amigos cercanos encabezaron a les caminantes, les niñes de la Escuela Primaria se unieron con carteles y pancartas con el nombre de quien años atrás fue su maestro de agricultura orgánica.
La primera parada fue frente a la radio comunitaria donde Samir era locutor en dos programas, además de que fue quien la fundó. En la radio esperaba La comparsa, grupo con máscaras, que con música guapachosa y de protesta recibió a la procesión. La radio es la vivienda de una familia que hace ya diez años prestó su casa como sede. El muro que da a la calle está pintado con un mural con diversos rostros, referentes de la lucha popular, se encuentra Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, el Sub, una Adelita y desde hace menos de cinco años también está el rostro de Samir.
La segunda parada fue en la Escuela Primaria que actualmente lleva su nombre. Que exista la escuela se debe a que la comunidad impidió que, tras el sismo del 19 de septiembre del 2017, el Estado demoliera la primaria que históricamente había sido la única del pueblo. La intención estatal era tirarla para dividir a la comunidad y obligar a reubicarlos en una escuela construída con fondos del gasoducto a las afueras de la comunidad.
Durante casi dos años, la escuela no tuvo reconocimiento oficial, sin embargo la comunidad se organizó para continuar impartiendo clases de forma autónoma. Fue entonces que Samir entró como maestro de agricultura orgánica. En marzo del 2019, el pueblo consiguió el reconocimiento oficial de la escuela y cambió su nombre a Escuela Primaria Samir Flores Soberanes. La directora habló sobre la vida de Samir y los responsables de su asesinato y tras las presentaciones de les niñes, se continuó con la caminata hacia el panteón, donde actualmente descansa Samir junto a los antepasados del pueblo.
Desde que fue asesinado, el nombre de Samir ha resonado en varias geografías, surcando territorios que en vida no llegó a conocer, siendo nombrado y respetado por personas que quizá nunca conoció ni le conocieron. Pero su nombre, vida y lucha es ahora un referente al hablar de la defensa del territorio y del agua. Recordar su nombre y seguir exigiendo justicia es también un acto de resistencia frente a la guerra contra los pueblos originarios.
Durante estos cinco años, la memoria ha resultado indispensable para los habitantes de Amilcingo. Recordar no es únicamente un acto de resistencia, sino que es una herramienta para la construcción de alternativas. Es desde la remembranza de lo que fue que se puede vislumbrar y construir una alternativa al despojo. Como explica Jorge Velázquez del Frente de Pueblos: “nosotros seguiremos resistiendo, continuaremos con lo que nos enseñaron nuestros abuelos”.
A tu memoria, compañero.