Syngenta ocultó evidencia sobre daños a la salud para continuar vendiendo sus agrotóxicos

por Darío Aranda

En portada: “Alto a los agrotóxicos en Brasil y la complicidad de Suiza con el agronegocio”. Manifestantes señalan la responsabilidad de Syngenta en ocultar información para continuar con el negocio de sus herbicidas que provocan daños a la salud.

Una investigación europea denuncia que la empresa suiza Syngenta, líder en transgénicos y agrotóxicos, tenía pruebas de la letalidad de su herbicida paraquat pero las omitió para seguir vendiéndolo. Sus productos, como la atrazina, están prohibidos en Europa, pero Syngenta lo exporta a América Latina.

“En Syngenta nos encanta hacer las cosas bien”, afirma la publicidad que se reitera en radios y canales de televisión. Pero, desde su propio país de origen (Suiza), la empresa acumula denuncias por el impacto de sus productos en el ambiente y la salud. Entre sus químicos más cuestionados sobresalen los herbicidas paraquat y atrazina. “El accionar de Syngenta con sus pesticidas es muy similar al de Monsanto/Bayer con el glifosato, privilegian sus ganancias por sobre la salud”, afirma Laurent Gaberell, de la organización suiza Public Eye. Una investigación de esa ONG reveló que la compañía sabía del efecto letal del paraquat desde 1990, pero aún así lo sigue produciendo.

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“Paraquat papers”, es el nombre de la investigación que publicaron Public Eye y Unearthed (unidad británica de Greenpeace). Mediante miles de documentos internos y el testimonio de Jon Heylings, toxicólogo que trabajó durante 22 años para Syngenta y fue responsable de seguridad del plaguicida, determinaron que la compañía tenía conocimiento desde 1990 de lo ineficaz de su emético (sustancia para causar vómitos) en el paraquat. Se trataba de una medida de seguridad ante un químico altamente tóxico.

“Es como si una fábrica de autos vendiese sus vehículos con cinturones de seguridad que no funcionan. Un fraude donde lo que está en juego es la vida”, explicó Laurent Gaberell. “La dirección de la empresa se negó a aumentar la proporción de emético principalmente por motivos de costos. Syngenta antepuso las ganancias a la seguridad del producto y toleró miles de muertes”, denunció el investigador.

La investigación da cuenta que, durante casi 60 años, Syngenta (y su predecesor en el Reino Unido, la compañía ICI) produjeron el herbicida Gramoxone, que contiene paraq
uat como ingrediente activo. “Es uno de los herbicidas más tóxicos del mundo. En la mayoría de los casos, un solo sorbo puede matar y en casos de intoxicaciones, no hay antídotos disponibles”, explica la ONG Public Eye. Greenpeace denunció que la sustancia provocó “decenas de miles de muertes en todo el mundo” desde su introducción en la década de 1960.

Laurent Gaberell, uno de los responsables de la investigación sobre el paraquat, recordó que el herbicida esta prohibido en más de 50 países y en Suiza desde 1989, pero la multinacional lo sigue vendiendo en decenas de países. “¿Por qué Syngenta reconoce que no es bueno para los suizos, pero sí lo vende para los argentinos? Es una hipocresía, avanzan leyes europeas de cuidado, se habla de la salud, pero se siguen enviando esos químicos al resto del mundo”, denuncia Gaberell. La principal fábrica de paraquat de Syngenta está en Inglaterra (Huddersfield).

La Red de Acción en Plaguicidas en América Latina (Rapal) exige desde hace más de una década la prohibición del paraquat. La última vez fue en abril pasado, luego de que Syngenta comenzara una agresiva estrategia de publicidad y lobby, que incluyó reuniones con diversos sectores políticos. “Llamamos la atención de dos plaguicidas de alto uso en la Argentina, que son altamente peligrosos y cuya utilización se ha incrementado en los últimos años. Se trata del insecticida clorpirifos y el herbicida paraquat. Ambos, dado su probado efecto socioambiental, incluida la salud humana, deben ser prohibidos sin dilaciones”, reclamó la organización.

Javier Souza Casadinho, referente de Rapal y docente en la Facultad de Agronomía de la UBA, detalla que la importación de producto formulado, en la Argentina, se incrementó de 1,3 millones de kilos en 2007 a 7,5 millones de kilos en 2016 (último dato difundido por las empresas). Remarca que ya está probado que el paraquat está vinculado, mediante sus efectos crónicos, a enfermedades como el Mal de Parkinson, cáncer de piel, edema pulmonar, insuficiencia pulmonar, hepática y renal, entre otras.

El integrante de Rapal remarca que la prohibición de los plaguicidas es una decisión política y no tecnológica. “Como con el glifosato, con el paraquat y la atrazina hay muchas pruebas de sus efectos en la salud y el ambiente, pero es una decisión política seguir utilizándolos, siempre con el argumento de generar divisas y, además, con la presión de las corporaciones que los venden”, explica. Y recuerda que Syngenta, “de forma insólita”, participa de la “Mesa contra el hambre” (espacio inaugurado por el Gobierno en diciembre de 2019).

A diferencia de Monsanto (adquirida en 2018 por la alemana Bayer), Syngenta no suele estar en el foco de las denuncias públicas. “La clásica ‘discreción’ suiza es un elemento, aunque seguro no el único. Pero cada día aparecerán más denuncias. Es claro que atrás de Monsanto/Bayer hay otras empresas que hacen lo mismo”, afirmó Gaberell. Y recordó que Syngenta es el mayor productor del herbicida atrazina.

Como el glifosato fue durante décadas la estrella de Monsanto, la atrazina lo es de la empresa suiza. “Con la atrazina pasa lo mismo que con el paraquat, es muy nociva para la salud y Syngenta lo sigue vendiendo. Está probado que es perturbador endocrino, daña el sistema reproductivo y está presente en cursos de agua, incluso en el agua potable”, alerta el investigador suizo y marca el cinismo de la multinacional: “Ahora sus campañas publicitarias hablan de ‘desarrollo sostenible’ y preocupación por el ambiente”.

Javier Souza Casadinho precisa que la atrazina está prohibida en 40 países, incluidos los 27 de la Unión Europea. Explica que se utiliza mucho en maíz, caña de azúcar, forestales y también en los cócteles de químicos para trigo y soja. En 2015 Argentina importó dos millones de kilos de atrazina; en 2017 (último dato disponible) llegó a los 5,3 millones del agrotóxico. Recordó que existen numerosos trabajos científicos que confirman el vínculo de la atrazina con efectos neurológicos y en el sistema endocrino.

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