Crisis de los solicitantes de asilo y estigma de la solidaridad en Tijuana, el legado de Trump

Campamento de migrantes El Chaparral, ciudad de Tijuana. El Chaparral es el nombre del cruce fronterizo del lado mexicano. Del lado de Estados Unidos, se llama San Ysidro. Y aquí, del lado de mexicano, es donde alrededor de 2000 personas han venido a acampar y a esperar a que Biden “cumpla su promesa” y los deje entrar a Estados Unidos. La historia de la espera y el campamento comienza con la administración de Trump. Este puso en marcha prácticas y políticas migratorias para impedir que las personas que huyen de sus países y llegan a la frontera norte de México, para solicitar refugio en Estados Unidos, pisen suelo estadounidense.

Campamento el Chaparral, Tijuana. Foto por Irving Mondragón

Este es el verdadero cierre de la frontera y va dirigido a los solicitantes de asilo. La primera práctica impuesta por la administración de Trump se llama “metering” . Esta práctica no es nueva, ya se había implementado antes del gobierno de Trump, pero no de manera sistemática y prolongada. 

Mediante esta práctica, los Oficiales de  Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), están autorizados a restringir, a voluntad, el número de personas que ingresan a Estados Unidos a solicitar asilo. Sí, a voluntad. Y no, no hay ningún criterio ni procedimiento o regla para decidir cuántos ni de dónde ni qué casos consideran.  Así nada más, el número de personas que pueden entrar a solicitar asilo a Estados Unidos, lo deciden los oficiales de la CBP quienes no tienen ninguna formación para detectar casos urgentes o prioritarios, y si deciden que solo entra un solicitante, pues solo uno entra.

Entonces, según esta práctica arbitraria, el resto de los solicitantes de asilo deben inscribirse en una “lista” que no elaboran los de la CBP, se hace del lado mexicanotambién de forma arbitraria, y la gente debe esperar en México hasta que los dejen entrar a Estados Unidos y puedan solicitar asilo. Esta práctica comenzó de manera sistemática en todos los puertos fronterizos entre México y Estados Unidos a finales de abril de 2018. En la ciudad de Tijuana, el Grupo Beta, del Instituto Nacional de Migración (INM), llevaba esta lista.

Después vino el programa llamado “Quédate en México” (MPP por sus siglas en inglés) que empezó a operar el 24 de enero de 2019. Y, precisamente, como lo dice su nombre y como explica para el equipo de Avispa Midia Dagmara Mejía, jefa de Unidad de Terreno de La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en la ciudad de Tijuana, este programa “es un decreto… lo que establecía era que los refugiados que querían pedir protección internacional al gobierno estadounidense, tenían que esperar sus procedimientos en México”. Entonces, continúa Mejía, “las personas sí podían cruzar porque tú para pedir asilo necesitas estar en el territorio del país al que le quieres pedir protección, entonces las personas cruzaban, les registraban su caso, pero decían (las autoridades de Estados Unidos) que para las audiencias, tenían que esperar en México para continuar el proceso. En México se alargó el tiempo, había  personas que estaban esperando dos años para poder acceder al sistema de asilo… justamente durante el proceso las personas deberían tener el derecho a estar en el territorio (de Estados Unidos) pero en este caso las personas esperaban en México y no en el territorio de Estados Unidos”.

Entrega de información a migrantes en Tijuana. Foto por Irving Mondragón

El problema con este decreto, explica Mejía es que “ … las normas y las prácticas son que justamente las personas tengan acceso al procedimiento y al territorio para que pueda manejarse en el país de destino, digamos, en el país donde están solicitando asilo.” 

Esta nueva restricción dentro de las normas y cambio en la práctica de los derechos tensó más a las personas solicitantes de refugio que ahora estaban obligadas a quedarse en ciudades como Tijuana que no estaban ni están preparadas para contener el flujo de solicitantes que van a Estados Unidos. El programa “Quédate en México” comienza el 24 de enero de 2019 y se suspende el 21 de enero de 2021.

Las promesas de Biden con los migrantes

Solicitante del programa "Quédate en México". Foto por Irving Mondragón.

Según el Instituto para las Mujeres en la Migración (IMUM) A.C, la secretaría de gobernación reportó que bajo el  programa “Quédate en México”, para mediados de octubre de 2019, los Estados Unidos había obligado a 51,407 personas solicitantes de asilo en Estados Unidos a esperar la resolución de sus casos en México.

El 11 de septiembre de 2019, otra vez, el gobierno de Trump impuso una nueva prohibición a la solicitud de asilo en Estados Unidos. La “asylum transit ban” prohibía a las personas que ya habían pasado por un tercer país, antes de llegar a los Estados Unidos –y que habían llegado por la frontera entre México y Estados Unidos– a solicitar asilo en el tercer país.

Luego vino la pandemia de COVID-19 y el 25 de marzo de 2020, la posibilidad de solicitar asilo en Estados Unidos simplemente se acabó. 

Para esas fechas, aquí en esta ciudad de Tijuana, las prácticas y políticas de la administración de Trump saturaron la capacidad de la ciudad para manejar un flujo de solicitantes de refugio que se acumulaban sin parar. A largo plazo, las miles de solicitudes de refugio terminarían poniendo en jaque al sistema migratorio estadounidense y a la capacidad de las ciudades fronterizas de lidiar con las personas que lo solicitan. 

Para cuando llega Biden al poder a la casa blanca, Tijuana ya está en una crisis en la que las personas que huyen de sus países están en el epicentro. Con Biden en el poder, el Departamento de Seguridad Interior de los Estados Unidos (DHS por sus siglas en inglés) emitió un comunicado el 11 de febrero de 2021 en el que se anuncia que, a partir del 19 de febrero, se permitiría el ingreso a los Estados Unidos a las personas que están en el programa “Quédate en México” y que tienen casos abiertos. El programa quedó oficialmente cerrado el 21 de enero de 2021.

Biden llamó a diferentes agencias internacionales, entre ellas el ACNUR, para desmantelar el programa “Quédate en México”.

Solidaridad en el Campamento el Chaparral. Foto por Irving Mondragón.

Con esto, Biden solo permitió que los solicitantes de refugio bajo el programa “Quédate en México” ingresaran a territorio estadounidense, pero esto no permite al resto de las personas que quieren solicitar refugio en Estados Unidos que puedan hacerlo en territorio estadounidense. Por esto, miles de personas que huyen de sus países siguen varados aquí en la frontera sin poder solicitar refugio en Estados Unidos. El gobierno federal mexicano, por su parte, ha aceptado las políticas migratorias estadounidenses y también ha abandonado, a todas las personas que están en el campamento el Chaparral. 

El Chaparral, último recurso para los migrantes varados

Así inició el Campamento el Chaparral en Tijuana. Foto por Irving Mondragón.

En medio de un montón de cosas dentro de una carpa, detrás de una cocina improvisada en el centro del campamento, el Chaparral, Irving Mondragón, le pone mente a organizar ese caos mientras explica para Avispa Midia que, tras el comunicado del DHS, el 11 de febrero 2021, las personas solicitantes de asilo se acercan al Chaparral desde el 18 de febrero”.

Irving forma parte de un colectivo de casas que acogen a la comunidad migrante LGBTI en la ciudad de Tijuana desde el 2018.  Ellos han apoyado a la gente del campamento con alimentos, principalmente, y  han visto de primera mano por qué y cómo empezó a formarse este campamento, nombrado por muchos de los que viven como, “el Campamento la Esperanza”. Este lugar se ha convertido en una especie de albergue improvisado en el que las personas solicitantes de asilo han construido un refugio.

El equipo de Casa de Luz fueron los primeros en apoyar de manera organizada a las personas que se juntaban en el Chaparral. Por ejemplo, como otras organizaciones, se dio de manera espontánea ante la realidad de la crisis que enfrentan las personas que quieren solicitar asilo en Estados Unidos. 

Irving sigue ordenando cosas y comenta, “empezamos el día 21 de febrero llevando alimentos preparados en Casa de Luz al Chaparral. Al cabo de 3 días nos dimos cuenta que era demasiado el esfuerzo y el desgaste de cocinar en Casa de Luz y decidimos llevar una estufa, ollas y tanque de gas y cocinar allá… al cabo de dos semanas éramos como 1500 personas y al final del mes ya éramos como 2000. Los primeros en llegar fueron las comunidades centroamericanas y caribeñas; Haití y cuba. Los mexicanos llegaron después de 3 o 4 semanas de haber comenzado el campamento.

Irving afirma que con el  documento que emitió el DHS el 11 de febrero, provocó que “la gente viniera pensando que era un número de “la lista” (las listas no oficiales del “metering”). Así que alguna gente decidió pernoctar en el puerto de entrada del Chaparral.”

Entonces, la práctica del “metering” o regulación de entrada que generó este sistema de listas, qué son confusas y opacas para los migrantes, porque ninguna autoridad –mexicana o estadounidense– se hace responsable o aclaran qué es lo que sucedió con ellas, más la falta de claridad en la difusión de la  información de cómo se va a restaurar, en la práctica, el sistema de asilo en Estados Unidos, es lo que ha nutrido este campamento.

A pesar de esta realidad, existen versiones en distintos medios de comunicación en los que autoridades mexicanas y estadounidenses señalan responsables sin nombre de la creación de este campamento. Pero esto no es así. La gente del campamento cuenta que aquí nadie los llamó. 

Las voces del campamento

Campamento el Chaparral, Tijuana. Foto por Irving Mondragón

Abajo de unas lonas de plástico está Karla y Rosa, quienes así se han presentado para el equipo de Avispa Midia. Karla, hondureña, está haciendo unas baleadas, mientras Rosa, salvadoreña, habla sobre cómo empezó aquí el campamento, “Pues el campamento empezó un 18 de febrero cuando la mayoría de las personas vimos por las noticias que el 19 iba a estar abierta la frontera. Yo estaba rentando un cuarto (en Tijuana), pero cuando yo vi las noticias, con mi esposo, decidimos venirnos para acá porque pensamos que esta era la oportunidad para pedir asilo”.

Una vez en el Chaparral, dice Karla “ Acampamos con la misma esperanza de ser procesados, de esperar una respuesta clara de las autoridades de Estados Unidos, no de México, de Estados Unidos, por eso todos los compañeros del campamento nos quedamos con esa esperanza.”

Lo que está esperando la gente no es que mágicamente se abra la frontera y todos puedan entrar. Lo que está esperando la gente es poder ejercer el derecho de solicitar asilo en Estados Unidos respetando la ley, por eso están aquí esperando a que Biden elimine los obstáculos que limitan el derecho a solicitar refugio. 

Sin embargo, este derecho sigue limitado bajo el título 42 de salud pública de Estados Unidos y a través del cual se siguen rechazando a los solicitantes de asilo. Mejía de ACNUR explica, “el título 42 es la política de Estados Unidos frente al COVID… y por este decreto las personas que entran, aunque quieran solicitar asilo, son devueltas. Entonces mucha de la población que tú ves ahora en Tijuana sí son personas que han sido devueltas bajo titulo 42… en algunos casos (estas personas) creo que, sí han expresado su voluntad de solicitar asilo, pero han sido devueltas.” 

Mientras tanto, salvadoreños, haitianos, hondureños, nicaragüenses, guatemaltecos, colombianos, cubanos y mexicanos, todos huyendo, todos viviendo en tiendas de campaña de diferentes tamaños alzadas sobre el cemento de la inclemente frontera de la ciudad de Tijuana. Las carpas van una tras otra y se han multiplicado desde que todo empezó. Las tiendas de campaña están muy juntas y abajo de lonas de plástico- por eso de las lluvias. Arriba de todo esto hay un anuncio grande que se burla cada 5 segundos de la gente que acampa en el concreto desde hace casi 3 meses: “¿Atorado en la línea?” y luego “Que la espera no te aburra”, aún así, la gente, al Chaparral, sigue llegando.

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