Por Mariana Blanco Puente
Bajando por los Andes Ecuatorianos hacia el Pacífico, se encuentra la Costa del Ecuador, una zona tropical llena de contrastes. Es la región más poblada del país donde se ubica la ciudad de Guayaquil, un puerto con una fuerte dinámica económica y comercial que sirvió como uno de los primeros enlaces comerciales para la exportación de materia prima. Esta región fue de las primeras zonas que entró en la dinámica económica mundial a través de las haciendas cafetaleras y cacaoteras que instalaron en estos territorios una dinámica de acumulación de tierras para la exportación de productos agrícolas.
Pasada la fiebre del café y del cacao llegó la fiebre del banano, que modificó miles de hectáreas del paisaje agrario costeño en cientos de miles de kilómetros de haciendas bananeras, instalándose como el primer productor y exportador de América Latina. Hoy en día la Costa del Ecuador es la región del país con mayor extensión de monocultivos para la exportación y para el consumo interno; banano, palma africana, cacao, arroz y maíz amarillo, lo que hace que también sea la región con mayor consumo de agroquímicos a nivel nacional. Por todo el territorio predominan las casas comerciales de químicos para la agricultura de empresas como Agripac y Fertisa que promocionan sus productos a través de ingenieros agrónomos.
A esta dinámica se suman los agronegocios para el consumo interno, grandes empresas que hacen el papel de intermediarios en la producción, como las piladoras de arroz o la empresa Pronaca. Ambas proporcionan las semillas, los créditos para la producción y los insumos, para posteriormente comprar la producción a los campesinos, es decir, mantienen el control de toda la cadena productiva, dejando al campesino como un jornalero en su propia tierra.
Este paisaje agrario se combina con las fincas de los campesinos costeños que se identifican como montubios, y que mantienen en sus fincas cultivos para el autosustento como el plátano, la yuca, el camote, el maní, la papaya, la guanábana y otros frutales. Son estos campesinos los que menos beneficios obtienen de este modelo agrario en la Costa y sin embargo son los que más contribuyen a la producción de alimentos para el consumo interno y la soberanía alimentaria.
Organizándose hacia la agroecología
En este contexto de dominación y de agronegocios surge la Federación de Centros Agrícolas y Organizaciones Campesinas del Litoral (FECAOL), a raíz de la ruptura con una organización de terrratenientes que controlaban las políticas agrícolas de la zona. A partir de este punto los campesinos montubios cambiaron su esquema de producción y se fueron adentrando hacia la agricultura orgánica en primera instancia y posteriormente hacia la agroecología. Varios proyectos comenzaron a gestarse desde ahí, por ejemplo mercados agroecológicos donde los campesinos pueden vender sus productos directo a los consumidores evitando a los intermediarios; el Festival por la Soberanía Alimentaria que se realiza el 16 de octubre en la ciudad de Guayaquil; una caja comunitaria que da pequeños créditos para la producción campesina; una cooperativa de insumos orgánicos que sirve para financiar los proyectos de la organización.
Entre estos uno de los proyectos que se impulsó fue a la Escuela de Agroecología. Después de varios años de realizar capacitaciones en agricultura orgánica y agroecología, y bajo el ejemplo de la Escuela Latinoamericana de Agroecología del MST, las escuelas de formación en Cuba y la Escuela Nacional de Agroecología de Ecuador, la FECAOL decidió abrir la Escuela de Formación Agroecológica “Julio Saltos Bravo” para dar solución al tema de educación política y técnica entre sus mismos campesinos.
La primera promoción de la escuela estaba formada por mujeres y hombres campesinos de la organización que ya participaban en las diferentes actividades y que tenían una necesidad de seguirse formando en temas de agroecología. Para la segunda promoción, la FECAOL hizo una estrategia política con miras a la difusión de la agroecología en todas las provincias de la región, lo que logró que esta vez se involucraran campesinos de organizaciones de la provincia del Guayas, Los Ríos, El Oro, Manabí y Santa Elena, casi todas las provincias de esta región. Así, se incluyeron en las discusiones las problemáticas particulares de cada una de las provincias, por ejemplo las fumigaciones por parte de las bananeras en Los Ríos y El Oro, la dinámica de la siembra entre los maiceros de Manabí; el despojo de tierras y agua en Santa Elena; y los problemas productivos de los arroceros en el Guayas. De igual forma estas discusiones permitieron encontrar problemáticas generales entre todas las provincias, por ejemplo el endeudamiento de los campesinos por los créditos para la producción que da el gobierno; el abuso de los intermediarios y las dificultades en la comercialización campesina; el robo y despojo de tierras por parte de los hacendados; y la escasez de agua para los pequeños campesinos por el acaparamiento de los caudales por las grandes haciendas.
Así, se fue generando un enlace entre campesinos de toda la región que ha derivado en otras actividades a largo plazo como las Cumbres Agrarias de la Costa, la Cumbre Nacional Agraria y escuelas de agroecología en cada de una de las provincias de la Costa.
Los campesinos como educadores
La Escuela de Agroecología “Julio Saltos Bravo” intentó replicar el modelo de la escuela de agroecología del MST y de otras experiencias de América Latina. Ésta se basa en los principios de la educación popular y de la economía política para acercarse a la realidad agraria. Así que durante tres días al mes los campesinos son convocados en una finca de algún compañero que lleva varios años trabajando la agroecología. Ahí se “imparten” clases teóricas sobre economía política, agroecología política, ecología política y poder popular por parte de educadores populares de diferentes lugares del Ecuador y de Latinoamérica.
Pero estas sesiones no son una clase tradicional en donde el educador brinda conocimiento y los campesinos lo reciben, por el contrario, este conocimiento se va construyendo a partir de la discusión con ellos, del contexto específico de cada uno y de las problemáticas concretas en cada uno de sus territorios. Esto obliga a cambiar el esquema de la educación e impulsa a que los campesinos reflexionen sobre sus realidades, sus problemas y las posibles soluciones que pueden tener estos a través de la agroecología y los proyectos que se plantean desde la misma.
Después de las discusiones más teóricas, otros compañeros campesinos con experiencia práctica en agroecología, normalmente los anfitriones de las fincas, comparten sus conocimientos prácticos con los nuevos educandos. Ahí se muestra cómo se puede sembrar sin utilizar agroquímicos, cómo preparar fertilizantes y pesticidas naturales, aprovechar las fases de la luna, reciclar semillas, recuperar conocimientos sobre plantas medicinales, cómo hacer apicultura y cómo diseñar fincas agroecológicas para aprovechar de mejor manera las condiciones de cada terreno y territorio.
Aquí el educador es el propio campesino con experiencia práctica de años de cultivar y experimentar en su propia tierra, hablándole al campesino en sus propios términos y viendo los resultados de esas prácticas en la realidad. Esta metodología de Campesino a Campesino tiene una gran resonancia en este contexto, ya que quienes suelen monopolizar el conocimiento sobre la producción agrícola son los ingenieros agrónomos que trabajan para el Magap –Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca- y para las empresas de agroquímicos instaladas en la región.
Otro elemento que completa la educación y las actividades en la escuela es la parte cultural basada en las “místicas”. Es una manera de recuperar la cultura de cada una de las provincias de la Costa y de los pueblos campesinos que forman la escuela. En esta ocasión los pueblos Montubios y los Huancavilcas tenían la posibilidad de intercambiar conocimientos sobre sus tradiciones, sus alimentos, sus fiestas y su cultura en general. Muchas de estas situaciones eran teatralizadas por los campesinos para mostrar situaciones de la vida cotidiana mezcladas con problemáticas del campo.
Un aspecto que hay que resaltar y que le otorga mucha fuerza a la Escuela es su autonomía. Esta escuela de agroecología es gestionada en su totalidad por los propios campesinos que la forman, es decir ellos mismos se transportan hacia los lugares y llevan comida o dinero para comprar los alimentos de los tres días del módulo. Dentro del módulo son ellos mismos quienes se organizan en comisiones de trabajo para organizar los espacios, hacer la comida, organizar las actividades, asegurarse que los horarios se cumplan y limpiar los espacios una vez que se acaba el módulo. Este proyecto es completamente autónomo y eso le da un sentido de pertenencia hacia los campesinos, es pues una escuela de campesinos para campesinos.
Y ¿para qué sirve una escuela de agroecología?
La segunda promoción de la Escuela de Agroeocología de la FECAOL dio un paso más en la organización de los campesinos en la Costa del Ecuador, permitiendo alianzas entre 5 provincias y encendiendo pequeñas llamas de resistencia y lucha contra el sistema agroalimentario en la región. Los educandos de estas escuelas ahora serán los encargos de replicar esta escuela en cada una de sus provincias, además de que se están planteando ya mercados agroecológicos donde los productores pueden vender directamente a los consumidores en diferentes ciudades.
Varios proyectos se están pensando, pero de las cosas más importantes que se lograron en la Escuela fue generar una conciencia en los campesinos sobre el modelo agrario en el que están insertos y cómo la agroecología puede ser una alternativa viable para solucionar los problemas de los campesinos ecuatorianos.