Aten presenta: "La Chispa", una película de Juan Manuel Rada
Inspirada en el libro "Docentes y Piqueteros" de Ariel Petrucceli
Hace 34 años comenzaba este tránsito por el camino que hoy recorremos: un camino hecho de pasos y latidos. De voluntades rebeldes, de reafirmar en la calle, en la lucha y también en las aulas que la escuela es el lugar en el que habita lo posible. 34 años escribiendo nuestra forma de caminar y de latir sobre el asfalto y los pizarrones, con los zapatos de Isauro Arancibia; con las tizas de Carlos Fuentealba.
34 años que llegan al patio en la bicicleta de Silvia. Años hechos de victorias y de lágrimas. 34 años hechos con la misma materialidad con que está hecha la Historia. 34 años de Aten: el sindicato de las trabajadoras y los trabajadores de la educación, el sindicato de los que caminamos y latimos cuando enseñamos y cuando luchamos.
Bosquejo de historia de ATEN: los orígenes.
Estas páginas tratan sobre ellos: los trabajadores de la educación. Y ya el empleo de esta simple y aparentemente objetiva y anodina denominación, trabajadores de la educación, nos remite a cambios sociales y laborales, a disputas identitarias, a sordas batallas político-ideológicas. Porque la evolución de quienes desempeñan sus tareas en las escuelas bien puede ser definida como el tránsito de “apóstoles” a “trabajadores de la educación”. Situaciones, una y otra, mucho más ricas y más complejas que las simples ideas de que antes las maestras era una especie de santas carentes de necesidades o de vida propia; y que ahora los docentes no tienen vocación.
La concepción de la docencia como un “apostolado” es de vieja data. Su origen se remonta al siglo XIX y a los escritos de Sarmiento. Esta concepción ha tenido dos condiciones de posibilidad fundamentales. La primera es de carácter simbólico -ideológico si se quiere-; tiene que ver con las funciones y las potencialidades que se le atribuían a la educación. Para Sarmiento, básicamente, ella era vehículo por excelencia de la civilización: las maestras eran concebidas como evangelizadoras laicas al servicio de una Diosa terrenal: la civilización. De más está decir que esta concepción caló hondo en las auto representaciones docentes. La segunda condición a la que hacíamos referencia tiene un carácter más material: se trata de las condiciones sociales de quienes se desempeñan como educadores. Hasta hace unas décadas, el magisterio solía ser una ocupación de clase media, abrumadoramente femenina. Lo usual era que el salario docente no fuera más que el complemento de los “verdaderos” ingresos familiares, provenientes de actividades masculinas rara vez asalariadas: comerciantes, pequeños propietarios o productores, profesionales liberales, esos solían ser los maridos y padres de las maestras y las profesoras. Esta situación ha cambiado sustancialmente de un tiempo a esta parte. Aunque la docencia no ha perdido su impronta femenina, las proporciones relativas de varones y mujeres se han alterado. Pero sobre todo, el empleo docente ha dejado de ser una fuente complementaria de ingresos familiares. En la mayoría de los casos constituye la principal fuente de sustento. La maestra cabeza de familia es hoy en día una figura típica.
Paralelamente, la expansión absoluta y relativa de la escolaridad (primaria y secundaria) ha determinado un incremento concomitante de los puestos laborales en la docencia: el porcentaje de trabajadores de la educación en relación al conjunto de la población nacional se ha incrementado sostenidamente. Estos cambios económico-sociales constituyen la base material de las modificaciones simbólicas que harían entrar en crisis el imaginario del “apostolado”, y abrirían las puertas a la identidad de los “trabajadores de la educación”.
Si tradicionalmente los educadores fungieron como bastiones ideológicos del Estado nación, del pensamiento liberal y liberal-conservador, y de los valores de las clases dominantes (no en vano eran ellos los que enseñaban los mitos de la historia oficial, de la argentinidad, así como reproducían las prácticas “higienistas”), en las últimas décadas su perfil ha cambiado. Se han convertido en un poderoso eje aglutinador de la protesta social y en una fuerza impugnadora de las políticas (educativas y no sólo educativas) de los gobiernos neoliberales. Ahora la maestra hace huelga, se moviliza, protesta. En algunos lugares ha llegado más lejos. Neuquén es uno de esos lugares y ATEN, la organización sindical a la que están dedicadas estas páginas, el sindicatos del magisterio que más ha radicalizado el nuevo perfil de los educadores combativos, haciendo emerger una figura disruptiva: la maestra piquetera.
El autor a reeditado recientemente Docentes y Piqueteros (De la huelga de aten a la pueblada de Cutral Có) Ediciones con doble Z. 2015.