En portada: El portaviones USS Gerald R Ford, considerado por la Marina de Estados Unidos como “la plataforma de combate más capaz, adaptable y letal del mundo”, está siendo enviado al Caribe mientras la administración Trump aumenta la presión militar sobre Venezuela por presunto narcotráfico.
Los ataques de Estados Unidos (EEUU) a embarcaciones en aguas internacionales del Caribe y el Pacífico, bajo el pretexto de guerra contra el narcotráfico, abren una crisis geopolítica que involucra a toda Sudamérica.
En un contexto de amenazas de intervención militar estadounidense en Venezuela y las hostilidades de la Casa Blanca contra Colombia, la región afronta una ofensiva imperial colonialista.
En respuesta al intervencionismo, en los alrededores de la embajada de EE.UU. en Bogotá, el 17 de octubre, una manifestación encabezada por organizaciones indígenas terminó en enfrentamientos con las fuerzas estatales. La criminalización desde los medios de comunicación destacó que policías fueron heridos por flechas y apuntó a la participación del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

En agosto, en medio de nuevas injerencias en la política interna de Venezuela, el presidente norteamericano Donald Trump autorizó al Departamento de Defensa el uso de fuerza militar contra los cárteles de drogas de Latinoamérica, considerados organizaciones terroristas extranjeras.
Desde el 2 de septiembre hasta el 27 de octubre, EE.UU. mató a 57 personas y destruyó 14 botes, argumentando que transportaban narcóticos. La primera agresión fue contra una lancha venezolana señalada de llevar fentanilo. Sin embargo, el Gobierno de Donald Trump no ha brindado evidencias que respalden la información.

Tras la escalada de lo que Trump afronta como un “conflicto armado contra los cárteles”, de acuerdo a un documento enviado por este al Congreso, el jefe del Comando Sur, Alvin Hosley, renunció a su cargo el 17 de octubre, a menos de un año de asumirlo. Lo que se interpreta como un desacuerdo con las operaciones militares, para las que se dispusieron 10,000 agentes más bajo su mando.
La ruta marina en la que el Pentágono enfoca su ofensiva, entre las costas de Venezuela y Trinidad y Tobago, es utilizada para comercio de marihuana en ambos países. Según investigaciones periodísticas, podría ser parte del corredor de cocaína hacia Europa y África, pero no de opioides sintéticos en dirección a Estados Unidos.
Planes de ataques por tierras
En los últimos días, EEUU envío al Caribe el portaaviones USS Gerald R. Ford, el mayor de su flota, mientras que políticos republicanos afirman que se evalúan ataques por tierra en la denominada guerra contra las drogas en el Caribe. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, respondió lo siguiente:
“Se le olvida una cosa al senador estadounidense de nuestra historia específica, que no la de Venezuela, y es que el pueblo colombiano cada vez que es agredido en alguna parte, se va en masa a las montañas y se arma y sus guerreros son invisibles y actúan como el jaguar y se vuelven invisibles. No lo intenten, es lo único que aconsejo, porque sé de la historia de mi pueblo y soy hijo de él, hijo legítimo de mi pueblo”, manifestó Petro en un mensaje publicado en redes sociales.
El mandatario colombiano fue señalado por Trump como líder del narcotráfico y el Estado sudamericano retirado de la lista de países que luchan contra este delito. Las agresiones verbales subieron de tono desde que Petro expulsó a la delegación diplomática de Israel, en septiembre, luego de la interceptación del ejército sionista de la flotilla Global Sumud, en la que fueron detenidas dos activistas colombianas.
“Si el señor Trump sigue siendo cómplice de un genocidio como hasta el día de hoy lo es, no merece más sino la cárcel. Y su ejército no lo debe obedecer”, expresó Petro en una sesión del consejo de ministros.
El líder de izquierda denuncia que los ataques de Estados Unidos se dirigen contra embarcaciones de pescadores y los califica como asesinatos.
Venezuela fuera de ruta de narcotráfico
Por su parte, Venezuela enfrenta el refuerzo de las presiones de Estados Unidos por derrocar a Nicolás Maduro. El 15 de octubre, Trump informó que autorizó operaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) en el país caribeño y que considera realizar ataques terrestres.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), más del 70% de cocaína que ingresa a EEUU viaja por el Pacífico. Un informe de la UNODC aclara que Venezuela no interviene en el comercio de fentanilo.
Sin embargo, Washington desplegó en el Caribe aeronaves cazas, drones, un grupo de asalto anfibio con 4,500 militares, un submarino de propulsión nuclear y un buque de guerra de apoyo.

“La guerra siempre va precedida de la desinformación, la manipulación y la mentira. Por ello, el Gobierno de los EE.UU. busca un incidente para justificar una agresión militar contra nuestra nación, ya que el relato del narcotráfico se les agotó”, observó el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López.
La llegada del destructor Gravely a Trinidad y Tobago para realizar ejercicios militares aumenta las tensiones en Caracas. El gobierno bolivariano informó la captura de mercenarios vinculados a la CIA, acusados de planear un ataque de falsa bandera.
La CIA tiene un largo historial de participación en matanzas, atentados y crímenes de lesa humanidad en Sudamérica. La región padeció dictaduras castrenses financiadas y dirigidas por EEUU, cuyos métodos de terrorismo de Estado apuntaron a los movimientos sociales y organizaciones de izquierdas.
En esta reversión del intervencionismo militar imperialista en Latinoamérica, la guerra contra el narcotráfico es la narrativa detrás de los intereses en el petróleo de Venezuela -que posee las mayores reservas del mundo-, minerales, territorios y el valor geopolítico de la región, ante el avance de las influencias de China.


