Por Claudia Ramos Guillén
El extractivismo como modelo que se implementa en los territorios genera enormes impactos en las formas de vida de las personas, sobre todo de mujeres, niñes y cuerpos racializades, exacerbando los niveles de violencia que de por sí viven. Este modelo de despojo por parte de la implementación de proyectos extractivos es causante de la desecación de ríos, la pérdida de nuestra agua, de nuestro tejido social y de las formas y estrategias de vida y tiene una raíz profundamente capitalista y heteropatriarcal.
Desde esta perspectiva cobra importancia reavivar la discusión sobre lo extractivo que puede llegar a significar el cine documental y las representaciones que se hacen de las realidades, pueblos, comunidades y personas que habitamos en los territorios.
El pasado 20 de noviembre, en el marco de la 5ª Edición del Festival Ocote, festival de cine documental en Chiapas, se realizó el conversatorio “documental aliado o documental extractivo”, dentro de las actividades de clausura de dicho festival en el Parque El Encuentro en la ciudad de San Cristobal de Las Casas, Chiapas.
En este conversatorio participaron les realizadores Melissa Elizondo (El sembrador, 2018), Elke Franke (Kuxlejal, 2020) y Ange Valderrama Cayuman, quienes con la moderación de Gabriela Domínguez Ruvalcaba (La danza del Hipocampo, 2014), compartieron sus procesos creativos y su encuentro con las realidades que buscan reflejar, teniendo en cuenta los ejercicios de poder y violencia que se ejercen al interpretar realidades a las que no pertenecen.
Melissa Elizondo compartió su experiencia en la realización del documental El sembrador. Relató cómo conoció al profesor Bartolomé, protagonista de quién refleja su vida en el documental, de “cómo se enamoró de la actividad de educación y de ese encuentro con la realidad, ese amor también se intentó reflejar a la hora de presentar el documental, pusimos nuestro corazón de lo que nos estaban compartiendo las infancias de Monte de Los Olivos”.
Por su parte, Elke Franke comentó acerca de sus motivaciones. “He descubierto que el documental puede servir, o puede estar al servicio de las circunstancias que nos rodean. Como colectivo pensamos que somos un medio al servicio de la comunidad, con Kuxlejal por ejemplo. A través del proyecto periodístico con las infancias, nos dimos cuenta de que hay realidades que no se encuentran reflejadas en ninguna parte. Descubrimos que es importante tocar temas como el suicidio en las comunidades de Los Altos de Chiapas”, contextos estos que se han normalizado en esta región y que afectan a las comunidades indígenas de estas geografías, de las cuales muy poco se habla.
Ange Cayuman habló de su experiencia en el Festival Internacional de Cine y las Artes Indígenas en Wallmapu, territorio ancestral mapuche, donde se presentan documentales de realizadores indígenas, sin embargo, se cuestiona el origen de corte antropológico o culturalista, “y se cuida la representación que los documentales tienen de los pueblos y comunidades indígenas, más allá que sea la representación de una tesis de antropología”.
Ejercicio de poder
El conversatorio prosiguió en el sentido de profundizar la discusión sobre lo qué define si un documental es extractivista o aliado y cuáles son los lugares de enunciación de las realizadoras al desarrollar su labor documental.
En ese sentido, Elke Franke compartió “la importancia de tener la conciencia plena de estar en un lugar donde no pertenezco y querer interpretar la realidad desde ese lugar. Cuál es la representación más digna de las personas, que las trate con respeto”.
Ange Cayuman agregó que es importante la mirada política de los documentales, quién está decidiendo qué se está representando, cómo se están construyendo las miradas políticas de lo que nos está pasando como pueblos. Agregó también: “Es importante evidenciar qué está pasando con la temática LGBTTIQ+ o temas muy complejos como el suicidio. Una cosa que nos interesa mucho es visibilizar las diversidades ancestrales, por ejemplo, hablar de diversidades indígenas es muy complejo, entonces estas apuestas políticas de presentar cine en pueblos y comunidades es importante, no como producto de consumo, sino como la representación de las realidades que también pasan en nuestros territorios”.
“La utilidad del trabajo documental pasa por el proceso en el que las creadoras nos transformamos, desde la dignidad y el respeto a las personas, realidades y territorios representados, por ello la importancia de cuestionar el sentido de los documentales y poder darle un carácter de sanación ante un proceso que puede ser un ejercicio profundamente violento, tener siempre en cuenta la dignidad de las personas con las que trabajamos es central”, agregó Melissa Elizondo.
En contraste, la realizadora Medhin Tewolde (Negra, 2020), también presente en el conversatorio, agregó que “desde su inicio el carácter extractivo de los documentales ha estado permeado por los ejercicios de poder que se hacen, por ejemplo, al tener una cámara y un micrófono”.
Estas reflexiones llevan a profundizar otras formas de hacer el cine documental, en donde exista una colaboración que permita ejercicios de posicionamiento político y social, en sociedades que frecuentemente son invisibilizadas y marginadas. Eso permite visibilizar estas otras realidades que se gestan en los territorios, discutiendo el poder trasformador y cuestionador del cine generado desde otras narrativas y realidades.