En portada: El arroyo que cruza la comunidad de Ojital Viejo permanece contaminado por hidrocarburos desde la noche del 15 de septiembre. Foto: Regina López.
Ser ‘Tata’ no es cualquier encargo en la cultura Totonaca. Es una persona que abreva del conocimiento, transmitido por generaciones, con el objetivo de velar por la vida en todas sus expresiones. Por eso, cuando Romualdo García Luna, habitante de la comunidad de Ojital Viejo, en Papantla, Veracruz, observa un montículo de tierra contaminada junto a un cauce que desprende un fuerte hedor, reconoce el mensaje de desprecio de Petróleos Mexicanos (PEMEX) para la comunidad indígena y la naturaleza frente al más reciente desastre ambiental en la región.
Tata Romualdo fija su mirada en el pequeño arroyo que atraviesa la comunidad indígena. Antes, cristalino y lleno de vida, ahora, el cauce que se une al río Cazones rumbo al Golfo de México, se observa negro, cubierto por un aceite espeso derivado de un derrame de hidrocarburos que, desde hace más de 43 días, continúa sin ser atendido apropiadamente por el responsable, PEMEX. “Es faltarnos el respeto, es decir: Ahí muéranse. Porque no nos está considerando como seres humanos”, reflexiona lacónico Tata Romualdo.
Los días 28 y 29 de septiembre, un equipo de Avispa Mídia participó de una brigada de documentación en la zona donde, desde el 21 de agosto, pobladores de Ojital Viejo, ante el registro de explosiones y un fuerte olor a crudo, reportaron un derrame de hidrocarburos en el oleducto Coca C. proveniente del pozo 852, ubicado en el ejido Emiliano Zapata, municipio de Papantla.
A pesar de la alerta de la población, personal de PEMEX se limitó a reparar el tramo del oledoducto llamado San Andrés sin atender la principal demanda: el retiro de enormes cantidades de crudo pozóleo (crudo ligero como lo tipifica la propia paraestatal), que se vertieron en un par de presas destinadas como bebederos para ganado.
A través de este ducto se transporta el crudo hasta la Central de Almacenamiento y Bombeo Poza Rica, un complejo que inició operaciones desde 1968 para deshidratar, almacenar y medir la producción de crudo extraído de la zonas denominadas: San Andrés, Poza Rica, Faja de Oro Pesado, Faja de Oro Ligero y Marino.
Para la noche del 15 de septiembre, las fuertes lluvias que azotaron la región derivaron en el desbordamiento de las presas, provocando la contaminación del único arroyo sano en la zona y cuyo afluente ahora contamina una extensión de 12 km, como consta en un acta circunstanciada elaborada por autoridades de las comunidades de Ojital Viejo, El Zapotal Santa Cruz y El Chote-Coatzintla ante la Procuraduria Estatal de Protección al Medio Ambiente de Veracruz.
Doña Fabiola, habitante de Ojital Viejo cuenta con indignación que las peticiones de los pobladores hacia PEMEX han sido ignoradas. Acorde a su testimonio, las labores de limpieza avanzan lentamente pues fue sólo después de que, el pasado 16 y 17 de septiembre la población bloqueara la carretera federal que atraviesa a un costado de su comunidad, cuando personal de la paraestatal se apersonó para prometer la remediación del desastre ambiental.
“Pero solo son promesas”, asegura Doña Fabiola pues refiere que han sido enviadas cuadrillas de no más de ocho trabajadores, quienes no cuentan con herramientas adecuadas para la remoción del hidrocarburo. Peor aún, señala, la cantidad de crudo derramado continúa siendo una amenaza pues las lluvias en la región no paran. “Todo eso va a seguir bajando”, reclama furiosa la pobladora ante la indiferencia de PEMEX.
Riesgos, inmediatos y a futuro
Pobladores de Ojital Viejo refieren que, a la omisión criminal de PEMEX se suma la simulación en torno a los trabajos de limpieza. Un ejemplo de ello es que se realiza la remoción de lodos contaminados del cauce del arroyo solo para ser acumulados, al descubierto, a pocos metros de distancia, en un área donde, por la acción de la constante lluvia, los lixiviados aumentan el radio de la contaminación en áreas que hasta entonces no habían sido afectadas.
A solo un par de metros del desastre se ubican la agencia municipal, así como la escuela preescolar y secundaria, las cuales han detenido sus actividades para resguardar la salud de las infancias y adolescentes. No obstante, a un costado del arroyo se erigen viviendas que albergan a media centena de personas de la comunidad, quienes desde el primer momento han presentado mareos, náuseas, dolores de cabeza e irritación de ojos y piel. Informes de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer han determinado que el benceno, uno de los componentes de los hidrocarburos, es carcinogénico en seres humanos.
En la misma área se localizan tres pozos artesanos que, al igual que el arroyo, abastecían a gran parte de la comunidad para sus labores cotidianas y de cuyo uso han sido alertados para evitar envenenamientos.
Las afectaciones también se observan en los árboles frutales, como limones, jobo o platanales cubiertos por aceite -de los cuales se ha advertido para evitar su consumo en por lo menos cinco años- y principalmente en el arroyo, en el cual, brigadistas voluntarios de Poza Rica y Papantla quienes realizan labores de rescate animal, aseguran que el 90% de las especies marinas -entre peces, camarones, anfibios y tortugas- han sido exterminadas. Además, la contaminación representa una seria amenaza para animales silvestres -como coyotes, tlacuaches, garzas- y domésticos, como gallinas, perros y gatos que beben del afluente contaminado.
No obstante, la mirada no basta para develar la magnitud del desastre ni para prever las afectaciones con el transcurso del tiempo. La mañana del domingo (29), el ingeniero químico-petrolero, Rodrigo Dorantes, quien visitó la comunidad para brindar asesoría frente a la nula información proporcionada por parte de PEMEX, alertó a la población -la cual no cuenta con clínica de salud- para evitar el contacto con el arroyo contaminado, pues desesperados ante la lentitud de la paraestatal se disponían a sumarse a las labores de limpieza, sin contar con protocolos ni herramientas adecuadas para su protección.
Acorde al ingeniero, la exposición a los hidrocarburos, además de los malestares inmediatos, pueden derivar en el desarrollo de enfermedades como el cáncer e incluso en malformaciónes de recién nacidos que pueden presentarse, incluso, hasta una década después del derrame. Por esta situación, recomendó la importancia de realizar análisis y monitoreo de la calidad del agua, a mediano y largo plazo, para contrastar los datos con la Norma Oficial Mexicana (NOM) 138 de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la cual establece los límites máximos permisibles de hidrocarburos en los suelos.
“Va a depender (el riesgo de la presencia de hidrocarburos), si es terreno agrícola o si es terreno ganadero. En términos comunes, sería que, en un kilo de suelo, debería haber 30 gramos de hidrocarburos como máximo”. Debido a su experiencia, con trabajo en zonas con desastres similares en Tabasco, al cuestionamiento de lo que podía observar, el ingeniero calcula que el derrame en Ojital Viejo podría rebasar los 100 gramos por kilo y sólo se podrá confirmar tras el análisis mediante laboratorios certificados, cuya realización se dificulta a los pobladores debido a su alto costo.
Racismo
Testimonios de pobladores en Ojital Viejo aseveran que frente al desastre, la respuesta de funcionarios de Pemex ha sido de discriminación y racismo al minimizar la gravedad del derrame. Señalan que, durante la reunión para solicitar el retiro del bloqueo carretero en septiembre, Rigoberto Nuñez Solís, funcionario de PEMEX Exploración y Producción, respondió a los reclamos con el argumento que deberían acostumbrarse a los derrames y sus efectos, lo cual ha provocado la indignación de los habitantes.
En la misma línea, supervisores de PEMEX Exploración y Producción que visitaron la comunidad durante el domingo (29) minimizaron los impactos al medioambiente al señalar que “la afectación se ve mucho visulamente, pero el producto derramado no era demasiado”. Sin embargo, en entrevista, los ingenieros Jose Luis Bartolucci y Raúl Flores reconocieron desconocer la cantidad exacta de hidrocarburos vertidos al afluente.
En cuanto a las afectaciones al ambiente, Bartolucci sostuvo que el arroyo no tenía presencia de fauna marina debido a que es utilizado para realizar descargas residuales por parte de la población e indicó que PEMEX realizó labores de remediación inmediatamente tras el reporte del incidente. Éstas declaraciones fueron negadas rotundamente por los pobladores.
De acuerdo a los testimonios de Ojital Viejo la actitud de los funcionarios no es una excepción, sino la regla en las operaciones de PEMEX. Por lo menos, en los últimos cuatro años, los pobladores han registrado tres incidentes en la infraestructura de la paraestatal que pone en enorme riesgo a la población.
Incluso, desde el año 2020, derivado de los constantes reportes por fugas de gas y derrames, el Congreso de la Unión solicitó a PEMEX la entrega de un informe pormenorizado para comunicar las acciones que ha ejecutado para solventar estos accidentes. “En el municipio de Papantla es uno de los más afectados en cuanto a fugas, debido a las líneas que atraviesan por las diversas comunidades ya que están muy obsoletas y deterioradas”, argumenta el punto de acuerdo en el que figuran otros incidentes en el gasoducto Poza Rica-San Andrés.
En un recorrido, a solo 500 metros al norte de la agencia municipal, vecinos relataron sobre otro accidente en el gasoducto San Andres, a la altura del KM 29, acontecido en septiembre del 2023. En esa ocasión familias que viven a escasos metros, al percibir un fuerte olor a gas reportaron la situación a la paraestatal, la cual según testimonios reparó solo un fragmento de 20 metros del ducto pese a la exigencia de dar mantenimiento a la infraestructura que acumula más de medio siglo de uso.
“Los trabajadores de PEMEX nos dijeron que no debíamos prender lumbre, ni cerillos, nada quería que prendieramos”, relatan los testimonios sobre las afectaciones, que además de dañar su salud también les impidió realizar labores cotidianas como cocinar sin el riesgo de una explosión debido a la negligencia de la empresa. Pese a los dichos de los pobladores, los supervisores de PEMEX que acudieron el domingo (29) afirmaron que el derrame actual es el primer incidente registrado en la zona.
Ambos funcionarios también negaron que el derrame alcance una distancia de 12 km de afectación. Sin embargo, durante una visita a un rancho en el municipio de Coatzintla, a más de 2 km de distancia de Ojital Viejo, campesinos cuyos cultivos de maíz y árboles frutales fueron derribados por el derrame, aseguraron que la contaminación continúa en un tramo mayor a 8 km hacia el sur.
“PEMEX ni se ha parado, ni el presidente del municipio (Coatzintla) tampoco, no han traído, siquiera una garrafa de agua o algo, nada”, reclama un anciano campesino, mientras comparte que está preocupado pues desconoce si en el futuro estas tierras volverán a producir sus cultivos de maíz, su única fuente de ingresos.
Ante el cuestionamiento de si los trabajos de remediación se realizan en colaboración con otras dependencias como la Comisión Nacional del Agua o la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, los supervisores de PEMEX respondieron que no hay ninguna institución involucrada y finalizaron asegurando que, en las labores de limpieza a su cargo “se están redoblando esfuerzos, a ver si concluimos antes de fin de año”.
Brigadas, la única respuesta
Desde el 22 de septiembre y respondiendo a los llamados de auxilio difundidos por los pobladores de Ojital Viejo, voluntarios de las ciudades de Poza Rica y Papantla han acudido al sitio del desastre para sumar esfuerzos en las labores de rescate de la fauna silvestre.
Las brigadas acuden al lugar para brindar su solidaridad ante la omisión de PEMEX. No obstante, ante la magnitud del desastre, los recursos son insuficientes y no cuentan con el equipo adecuado, por lo que mantienen activa una campaña para recolectar insumos destinados a sus labores.
La mañana del domingo (29), Diego, un niño de seis años corre entusiasmado ante la llegada de los brigadistas. Entre sus pequeñas manos carga lo que pareciera una piedra obscura, reluciente, que al mostrarla a los brigadistas reconocen a una cría de tortuga cubierta completamente en hidrocarburo. A un mes del incidente, es apenas el tercer ejemplar de fauna marina que recibe atención por los brigadistas, los únicos que han arribado al lugar pese a la necesidad de contar con biólogos y especialistas para las labores de rescate.
Jennifer Andrade, activista animalista reclama que PEMEX sí posee protocolos para atender las crisis ambientales, “el problema es que no lo comparte con la comunidad ni con la ciudadanía. Es lo que exige la comunidad, que vengan y compartan esa información” sostiene sobre los peligros a los cuales los habitantes y personas solidarias enfrentan ante el desconocimiento para accionar en estos escenarios.
Las brigadistas comparten que fue por inciativa propia, y con asesoría de otros activistas y especialistas de Campeche, donde también han atendido derrames por hidrocarburos, como se han capacitado mediante la transmisión de estos conocimientos y de consejos para utilizar elementos comúnes, como mayonesa y otros aceites para realizar la limpieza de la fauna.
Para Adriana San Martín, antropóloga social, esta situación se explica por una desigualdad que expone a las poblaciones rurales a violencia y racismo ambiental, situación que se repite contra grupos minoritarios, en lugares donde justamente existe toda la riqueza que se explota. Por su parte, Daniel Arvizú lo ejemplifica al señalar que ha observado las labores del personal de PEMEX, quienes no han realizado si quiera evaluaciones básicas para prevenir a la población local frente a la posible afectación por inhalación de gases tóxicos.
“He notado que no traen su detector multigases, que es un instrumento importante para poder detectar el H2S (sulfuro de hidrógeno), que es muy peligroso. No sé si no lo hacen porque tal vez haya presencia y no quieren alertar a la gente, pero estamos poniendo en riesgo a toda la gente de la comunidad”, comparte Arvizú, para quien esta situación demuestra que PEMEX “prefiere el dinero a costa de la aplicación de los protocolos para resguardar a la población”.
¿Progreso?
Un comunicado de la Alianza Mexicana contra el Fracking y una decena de organizaciones ambientalistas se posicionaron este jueves (3) para exigir a PEMEX la restauración de los ecosistemas y cultivos afectados, así como la atención a las personas afectadas.
En el documento, destacan que el reciente desastre ambiental no es un hecho aislado “sino que es parte de toda una dinámica de constantes impactos derivados de la actividad petrolera en la zona”. A su vez, destacan que la comunidad Totonaca de Ojital Viejo se encuentra a solo seis km del sitio arqueológico de El Tajín, declarado en tres ocasiones como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero que,“para Pemex y las autoridades de México este territorio es zona de sacrificio”.
Alejandra Jiménez, integrante de la Alianza sostiene que lo sucedido en Ojital Viejo demuestra los riesgos de la industria del gas y petróleo. Además, alerta que estos incidentes podrían ser mucho más graves al desarrollarse la extracción de hidrocarburos mediante la fractura hidráulica, método contemplado dentro del proyecto Aceite Terciario del Golfo (ATG) para la región del norte de Veracruz.
En México, de acuerdo a datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), desde 1996 se implementa el fracking. Un análisis de la organización CartoCrítica señala que, hasta 2018, uno de cada cuatro pozos petroleros en el país ha sido fracturado hidráulicamente en algún momento de su vida productiva.
Mientras acompañamos en el sitio del desastre, la voz de Tata Romualdo transmite indignación ante una muestra más de la negligencia y violencia que PEMEX ejerce contra los territorios y las comunidades.
“Sabemos que PEMEX es un monstruo. A lo mejor hace 50 años lo veíamos diferente. Lo veíamos como un progreso. Ahora yo lo veo como una destrucción, porque lo estoy viviendo en la práctica, en la vida” sentencia con dureza Tata Romualdo.
Por su parte, autoridades de Ojital Viejo señalan que ya realizaron una denuncia contra PEMEX Exploración y Producción ante la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA), órgano de la Semarnat responsable por la protección al medio ambiente en las actividades del sector hidrocarburos.
Fue el 25 de septiembre cuando Peggy González Gómez, de la Unidad de Asuntos Jurídicos de la dependencia recibió una denuncia de manos del agente municipal de Ojital Viejo. Sin embargo, la autoridad local se muestra preocupada, pues a la fecha no han recibido ninguna notificación sobre el avance de la denuncia. Peor aún, nos muestra el formato el cual no contiene firma ni sello de recibido. “La funcionaria alegó que se olvidó el sello”, comparte Francisco Villanueva, agente municipal.
Al cierre de esta edición, pobladores reportan que, debido a la continuación de las lluvias se mantienen en alerta máxima ante un nuevo evento de contaminación, debido a que las presas con hidrocarburos aún no han sido vaciadas, además se mantiene la presencia de los lodos tóxicos en las orillas del afluente, con lo cual el riesgo de que el material se esparza en la región es latente.