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Un acercamiento continental de las resistencias en el Istmo de Tehuantepec

Foto de portada: Santiago Navarro F

Cobijados por el humo del incienso se reconocen en la memoria espiritual y en la resistencia. Una a una fue llegando las delegaciones de Canadá, Estados Unidos, Honduras, Bolivia, Perú y Brasil, para reunirse en uno de los puntos del llamado Corredor Interoceánico, en el sur de México. Aquí intercambiaron sus reflexiones y experiencias los Wet’suwet’en, Otomís, Zapotecos, Wixárikas, junto a mujeres Lakotas y Dakotas, también de la región andina, entre otras.

Durante tres días - 10, 11, 12 de octubre -, en el centro agroecológico Yajxonax, en la comunidad de Tierra Bonita, próxima a la ciudad de Matías Romero Avendaño, en el Istmo de Tehuantepec, a través de mesas informativas y de discusión se vertieron diversas problemáticas en torno a los gasoductos en Canadá, Estados Unidos, Bolivia, Perú y otros países. También se abordaron otros megaproyectos que aquejan distintos pueblos, como las granjas de cerdo en Yucatán, los monocultivos de soja y la minería, así como el litio en Bolivia. 

Participaron delegados de 11 naciones. Desde distintas entidades de México llegaron 374 representantes entre pueblos indígenas, organizaciones, ambientalistas, académicos y comunicadores.

Acudieron al llamado Encuentro Continental Construyendo una Alianza contra Gasoductos y Otros Megaproyectos en Defensa de los Territorios de los Pueblos Originarios. Un evento autofinanciado que pudo llevarse acabo con la solidaridad de las propias comunidades quienes aportaron los alimentos y el espacio, así como la colaboración de distintas organizaciones.

Esta sede de congregación no fue elegido al azar. Carlos Beas, de la organización Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (Ucizoni), comenta que “este lugar ha sido un corredor interoceánico históricamente; por este camino han transitado los antiguos Olmecas, una cultura de más de 3 mil años; después los conquistadores europeos cruzaron por aquí para invadir Centroamérica; luego fue por aquí mismo donde atravesaron los esclavos, los indígenas Yaquis y los Garífunas”, comenta al recibir a los invitados. 

El haber elegido esta región cobra gran importancia ya que está sufriendo una reorganización del territorio de manera acelerada y de forma invasiva como nunca antes vista. No es para menos, con la ruta del Tren Transístmico, columna vertebral de este reordenamiento territorial, al conectar el océano Pacífico con el Atlántico, ha escalado a una posición geopolítica, entrando en un juego de disputa comercial ante la importancia que tiene Panamá para el cruce de mercancías, energéticos y pertrechos militares. 

Este lugar ha sido habitado por diversos pueblos originarios, “y las revueltas y levantamientos se han dado en diversos momentos de la historia. Pero en los últimos treinta años ha sufrido una ofensiva más agresiva del gran capital. Al sur tenemos más de dos mil aerogeneradores de empresas españolas y francesas. Se están modernizando carreteras y ferrocarriles para favorecer al gran capital”, complementa Beas, quien menciona que, actualmente, al menos 25 indígenas se encuentran bajo proceso penal por defender sus tierras.

Certeramente, este reordenamiento escaló de forma más acelerada con el pasado gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) quien, además del tren, decretó 10 zonas para establecer parques industriales, llamados polos de desarrollo. La preocupación de los comunitarios que habitan esta zona es que estos complejos, además de abundante agua, también van a requerir más energía y fuerza de trabajo barata.

Los polos de desarrollo que serán establecidos en el Corredor Interoceánico pretenden reducir los tiempos para la circulación de mercancías y con ello sus costos, las cuales tienen como destino la costa este de los Estados Unidos, Asía y Europa, así como el resto del continente americano. Todo lo que implica la instalación de estas industrias no es de conocimiento público, ni las comunidades afectadas han sido informadas a detalle. 

“Los parques requieren grandes cantidades de electricidad y de gas. Sobre las empresas que serán instaladas en estos parques aún no es información pública. Pero sí se han anunciado al menos cinco nuevos parques eólicos, con financiamiento de los Estados Unidos, que seguro producirán energía que será suministrada a los complejos industriales”, comparte para Avispa Mídia, Deniau Yannick del colectivo de investigación GeoComunes, quien también fue participe de este evento. 

Foto: Santiago Navarro F

Algo que resaltó en el encuentro fue lo cercano que están estos proyectos al sur de México con los pueblos originarios del norte, pues en este corredor cruzará un gasoducto que permitirá abrir los mercados del gas explotado en territorios indígenas de Canadá y Estados Unidos.  

“Con la técnica del fracking se generó un boom del gas y Estados Unidos empezó a tener excedentes por arriba de lo que consume. ¿Qué sucede en México? El gas comienza a entrar por medio de gasoductos a nuestro país desde antes del año 2016, sobre todo, para la generación de energía eléctrica”, comparte para el equipo de Avispa Mídia, la investigadora Claudia Campero de la organización Conexiones Climáticas, quien también fue participe de este evento.

El gas que fluye desde el norte de México, detrás de su explotación, viene dejando grandes impactos al medio ambiente y a diversas comunidades, ya que es extraído por medio del método de fractura hidráulica (mejor conocido como fracking) que utiliza millones de litros de agua y un coctel de químicos inyectados en el subsuelo para romper las rocas y poder liberar el gas. Hoy día EEUU produce más de lo que consume y requiere mercados para su gas. 

Además de las voces y miradas cruzadas en este espacio de encuentro, a distancia estuvieron presentes otras comunidades de El Salvador, Kurdistán y Finlandia, quienes espejearon el avance de un reordenamiento global, sobre todo, con la denominada “economía verde” que necesita de los minerales críticos para la producción de la nueva tecnología verde, microchips y automóviles eléctricos.

“Estamos viviendo la precarización de las condiciones de vida, con políticas neoliberales de recesión (…), vemos el empoderamiento del fascismo en la política partidaria y que permea a la sociedad europea. La opresión avanza en una ofensiva desinhibida que busca revocar condiciones y derechos ganados durante años de lucha. Esto sucede en complicidad con el avance del ecocidio, los reordenamientos territoriales y la reconfiguración del capital”, compartió una de las voces de Finlandia. 

Así mismo, se denunció también el avance de proyectos eólicos y la explotación de tierras raras en territorio de pueblos originarios de Noruega, Finlandia, Suecia y Rusia. “Este despojo está acompañado del creciente militarismo, la tensión bélica en la zona y la complicidad del acuerdo de armamento de Finlandia”, puntualizó la participación finlandesa.

Entre las experiencias que se fueron tejiendo en este cruce de reflexiones de las resistencias, destacó la primera línea de las luchas, las mujeres. Incluso, de las diversas mesas de trabajo, hubo un espacio dirigido por más de 30 delegadas, destacando la violencia sistémica del Estado y sus cuerpos militares y policiacos, así como las afectaciones de los megaproyectos que traen detrás, no solo el despojo, sino la militarización y la prostitución.

Las mujeres puntualizaron la necesidad de fortalecer sus vínculos entre ellas para enfrentar esta violencia, para ello, proponen construir canales propios de comunicación y de denuncia de esta violencia. “¡Exigimos que nuestras voces sean escuchadas!, porque somos las mujeres quienes damos la cara y hasta la vida por nuestra tierra y por nuestra gente (…), nuestra voz también es la voz de la madre tierra”, compartieron en conjunto. 

Al final del este evento, se llegaron a acuerdos que se llevarán acabo en las distintas geografías de los participantes. También emitieron su posicionamiento público con una declaración resaltando un firme rechazo hacia la imposición de megaproyectos, donde han puntualizado a los gasoductos de Tuxpan, Tula y Puerta del Sureste, “por su impacto ambiental y cultural devastador en las comunidades indígenas”, afirman.

Además, se remarcó la exigencia del cese a la criminalización y persecución de defensores del territorio, señalando casos específicos como el de Sergio Rivera y los 43 estudiantes desparecidos de Ayotzinapa, así como la necesidad de justicia para activistas asesinados como Samir Flores y Bety Cariño.

Se acordó implementar protocolos de consulta propia y declaratorias regionales para declarar territorios libres de proyectos destructivos, incluyendo minería, hidrocarburos y represas. Así mismo, se apeló a fortalecer los procesos y estrategias de difusión, de tal modo que puedan romper los cercos mediáticos que invisibilizan sus luchas. De ello se desprende una próxima acción mediática continental para las próximas fechas, para fortalecer sus procesos organizativos. 

Siete corporaciones controlan la producción industrial de carne en América Latina

En portada: Habitantes de la región Libres Oriental, en Puebla, clausuraron de manera simbólica una de las instalaciones de Granjas Carroll, propiedad de Smithfield Foods, el mayor productor de carne de cerdo del mundo.

En las últimas dos décadas, la producción industrial y el consumo mundial de carne han experimentado un crecimiento acelerado, aumentando un 53% a nivel mundial, con el pollo, el cerdo y la res representando casi el 90% del total, proyectándose un aumento del 76% para 2050, alerta un estudio de la organización ambientalista GRAIN.

La creciente demanda mundial de carne, impulsada por países del norte global, ha intensificado la cría industrial en América Latina, contribuyendo a la deforestación y al cambio climático, sostiene la organización. “Este modelo industrial de producción de carne desplaza los sistemas alimentarios tradicionales, se establece en territorios indígenas y campesinos, y provoca la pérdida de biodiversidad, la contaminación de los ecosistemas, y la degradación del suelo. Además, agrava los problemas de salud pública y exacerba los conflictos por la tierra, alimentando un círculo vicioso de desigualdad y violencia”, subraya en el informe.

Un pequeño grupo de empresas ha controlado gran parte del mercado. Las principales corporaciones que operan en América Latina son la JBS y BRF, ambas de Brasil; Tyson Foods, de Estados Unidos; la Smithfield Foods, de China;Minerva S.A., de Brasil; Hormel Foods Corporation y Conagra, ambas de Estados Unidos. 

Wan Long, a la derecha, presidente y consejero delegado de WH Group, antes llamada Shuanghui International, estrecha la mano de Charles Larry Pope, presidente y consejero delegado de Smithfield Foods, en una rueda de prensa de WH Group en Hong Kong, China, el 14 de abril de 2014.

Además, relata el informe, las corporaciones transnacionales de carne han trasladado sus operaciones a países más pobres, donde los costos de producción son significativamente más bajos. 

Un ejemplo de ello es Smithfield Foods, el mayor productor de carne de cerdo del mundo, propiedad del conglomerado chino WH Group, que ha establecido granjas en México y Europa del Este para reducir costos. De manera similar, Tyson Foods, líder en la industria avícola, ha expandido su producción de pollo en China y ha incrementado su presencia en India, Argentina y Brasil, aprovechando condiciones laborales más flexibles y costos más bajos.

Nuevas corporaciones cárnicas del sur global se han convertido en actores clave en la industria, siendo JBS, con sede en Brasil, la que ha logrado convertirse en el mayor productor de carne del mundo. Otro caso es la empresa BRF, también brasileña, que se ha posicionado como una de las mayores industrias de cría intensiva de cerdos y aves a nivel mundial. 

Estas compañías han adoptado estrategias de expansión internacional, convirtiéndose en transnacionales que compiten con sus contrapartes del norte, respaldadas por subsidios gubernamentales, fondos de inversión y préstamos de la banca pública de desarrollo.

La BRF ha estado implicada en varios escándalos de corrupción y adulteración de resultados de laboratorio para encubrir la contaminación de lotes de carne con salmonella. “Este caso ilustra cómo estas empresas pueden priorizar sus intereses privados sobre los riesgos que representan para la salud pública”, dice el estudio.

Trabajadores de JBS en Brasil.

La JBS ha sido acusada de promover la expulsión de miles de campesinos, campesinas e indígenas, quienes han abandonado sus territorios debido al miedo y amenazas impuestas por usurpadores y ganaderos que se están apoderando ilegalmente de tierras comunales y áreas de conservación en el estado de Rondonia. La empresa también ha sido señalada por comprar carne a productores que emplean mano de obra en condiciones de esclavitud. 

El informe señala que la región Latinoamericana que engloba Chile, Ecuador y Brasil, se ha convertido en la segunda mayor productora mundial de especies acuáticas, solo superada por Asia. 

Esta expansión ha desatado controversias por sus consecuencias sociales y ambientales, especialmente en las comunidades locales que ven alterados sus medios de vida tradicionales.

La industria salmonera en Chile, por ejemplo, sostiene el estudio, ha sido señalada por generar graves impactos ambientales, principalmente por la contaminación del agua a causa del uso desmedido de químicos y antibióticos - utiliza 3,600 veces más antibióticos que los empleados en la salud humana-, así como por el vertido de millones de salmones muertos en el mar.

El estudio elaborado por GRAIN registra conflictos sociales y ambientales en diversas partes de América Latina, resultado de la expansión de la producción industrial de carne. 

En México, grandes corporaciones como Kuo y Granjas Carroll (Smithfield Foods) han sido acusadas de causar impactos sociales y ambientales. Estas empresas, con la complicidad del Estado, intimidan a las comunidades locales, como ocurrió en Homún, Yucatán, donde autoridades intentaron clausurar cenotes ecoturísticos de familias mayas que se oponían a sus operaciones.

En Ecuador, las comunidades indígenas Tsáchilas de Santo Domingo llevan más de 20 años denunciando la contaminación de sus ríos por parte de Pronaca, de origen ecuatoriano y guatemalteco y una de las principales productoras de carne de cerdo y pollo del país. 

En Bolivia, las comunidades campesinas e indígenas de Toco exigen el cierre de una granja de cerdos que contamina el agua y perjudica la agricultura, base de la economía regional. A pesar de las denuncias, las autoridades no han sancionado a la empresa.

En Argentina, los brotes de gripe aviar han obligado a las corporaciones avícolas a sacrificar cientos de miles de pollos. Estos brotes están vinculados a las condiciones de hacinamiento en las granjas industriales, lo que también ha afectado a pequeños criadores locales debido a la cercanía entre las granjas y sus chacras.

GRAIN en su estudio destaca alternativas propuestas por comunidades a la producción industrial de carne. Ellas proponen la crianza campesina a pequeña escala, que ofrece un modelo más saludable y sostenible. “Para que esta opción sea viable, es necesario apoyar a los pequeños productores mediante políticas públicas que garanticen acceso a tierras, agua limpia, crédito y mercados locales”, señala. 

Además, se requiere una reforma legal que proteja a estos productores, evite su criminalización y promueva un entorno regulatorio favorable. “Con incentivos gubernamentales, tecnología y el reconocimiento de sus derechos, esta alternativa puede consolidarse como un modelo sostenible que refuerce la seguridad alimentaria y el desarrollo rural”, propone.

Incendios forestales en Amazonía peruana son incentivados por ley

En portada: Incendios forestales se multiplican en toda la región amazónica. En el Perú, donde miles de hectáreas han sido destruidas, el fuego tiene el amparo de la nueva Ley forestal aprobada en enero del 2024. Foto: Aidesep.

Los incendios forestales en la Amazonía peruana devastaron, entre agosto y septiembre, miles de hectáreas de bosques ante la inacción del Gobierno. La catástrofe ambiental, que deja 20 personas fallecidas, no se explica solo por la sequía y el calentamiento global: detrás hay políticas denunciadas por los pueblos originarios.

En territorios amazónicos de Brasil, Colombia, Ecuador y Bolivia, en conjunto, se perdieron millones de hectáreas en las últimas semanas. Brasil es el mayor afectado, con siete millones de hectáreas quemadas. 

No se trata de quema de pastos fuera de control. La agricultura y la ganadería, principales causas de deforestación de la Amazonía, arrasan con inmensas áreas de selva tropical para plantaciones y pastoreo. El fuego también está consumiendo extensas zonas de vegetación en Paraguay y Argentina. 

De acuerdo a un reporte publicado en julio por el Proyecto de Monitoreo de Amazonía Andina (MAAP), más de 106 millones de hectáreas de la región, equivalentes al 13% del bioma amazónico, están cubiertas de cultivos. Mientras que el pasto para ganado abarca 76,3 millones de hectáreas, de las cuales Brasil concentra el 92%. La ganadería ocupa el 9% del bioma amazónico. 

En el Perú, el fuego tiene el amparo de la nueva Ley forestal, aprobada por el Congreso en enero de este año mediante procedimientos irregulares. Los cambios en la norma, propuestos por sectores políticos aliados a empresas extractivistas, permiten el saneamiento de terrenos deforestados. 

Ley antiforestal le llaman las comunidades indígenas y organizaciones sociales movilizadas contra la disposición, pues en la práctica se formaliza la deforestación de bosques amazónicos, favoreciendo a los monocultivos (palma aceitera, cacao, café), la tala, tráfico de terrenos, minería (legal e ilegal) y narcotráfico. 

Entre las modificaciones a las regulaciones ambientales, se eliminó la autorización de cambio de uso de suelo en áreas privadas, lo que facilita la tala y quema de vegetación en predios agrícolas y ganaderos aledaños a bosques. Los pueblos originarios denuncian que la ley incentiva la depredación de la Amazonía peruana, donde el área de bosques afectados por fuego creció en 60% de 2019 a 2023

Foto: Agencia Andina

“Reiteremos nuestro rotundo rechazo a la emisión de normas y políticas agresivas como la Ley 31973, que agravan la situación y representa un retroceso significativo en la lucha contra la deforestación, degradación forestal y el cambio climático. El cambio en artículos y la única disposición complementaria final respecto al procedimiento de clasificación de tierras y reglas sobre cambio de uso para actividades agropecuarias existente, genera incentivos perversos para que las personas puedan obtener tierras, depredando los bosques mediante la tala o quema”, advierte la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep). 

El Gobierno, inoperante ante la catástrofe ambiental, no declaró estado de emergencia hasta una semana después de la propagación del fuego en al menos 20 de las 25 regiones del Perú. 

En total resultaron dañadas 1,200 hectáreas de bosques, fueron destruidas más de 2,200 hectáreas de cobertura natural y, además, se perdieron 1,500 hectáreas de cultivos, según el Instituto Nacional de Defensa Civil. La mandataria Dina Boluarte apuntó responsabilidades a “prácticas ancestrales”.  

En respuesta, la presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap), Ketty Marcela López, recalcó que “las prácticas ancestrales no hacen arder el Perú, el capitalismo sí”.

“El Estado no solo es incapaz de controlar los incendios, lo peor es que no tiene voluntad política para hacerlo. El sistema destructor de la Madre Naturaleza al que sirve necesita arrasar con vidas y derechos para profundizarse y perpetuarse. Por eso el Congreso aprobó la ley antiforestal, que, al promover las actividades ilegales, como la tala y el narcotráfico, y los monocultivos, crea las condiciones para multiplicar los incendios forestales”, expresó la Onamiap.

La posición ante la normativa es unánime en los pueblos indígenas, amenazados por la violencia contra defensores de territorios que ha cobrado la vida de 25 líderes y guardianes de la naturaleza desde 2020.  

“Demandamos al Estado peruano, que claramente está afectando nuestros derechos, a que deje sus intereses económicos particulares y derogue la ley antiforestal 31973”, manifiesta el Gobierno Territorial Autónomo Awajún.

Los estudios arrojan que las tasas de siniestros son mucho más altas en áreas que están siendo deforestadas activamente, en comparación con las que no son desmontadas. Se estima que los incendios forestales masivos en áreas naturales de Sudamérica se multiplicarán en los próximos años. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) indica que “podrían ser la nueva normalidad”. En medio de las actuales condiciones políticas y climáticas, la destrucción de la Amazonía ingresa a un punto sin retorno. 

México: RAN reconoce avance del crimen organizado en tierras sociales

Regreso de familias desplazadas_de Calchihuitán, Chiapas. Foto de Cuartoscuro

En portada: Familias tzotziles de Chalchihuitán, desplazadas por la violencia de grupos criminales en la región Altos de Chiapas. Foto: Cuartoscuro

El ex titular del Registro Agrario Nacional (RAN), Plutarco Emilio García Jiménez, pocos días antes de dejar su cargo, a principios de octubre, admitió que, por lo menos en los estados de Chiapas, Oaxaca y Sinaloa, ha habido “apropiación de tierras ejidales y comunales por parte de la delincuencia” organizada, y que ha habido desplazamientos de comunidades indígenas y campesinas, sobretodo en Chiapas. 

Las declaraciones fueron dadas por García Jiménez momentos antes del lanzamiento del Atlas de la Propiedad Social de la Tierra en México 2024, en Morelos, que concluye que un poco más del 50% del territorio mexicano continúa siendo constituido por propiedad social – ejidos o comunidades-, donde se encuentran poco más de 5.4 millones de sujetos agrarios y sus familias. 

Gran parte de los recursos naturales se encuentran dentro del régimen de propiedad social. El 70% de los bosques y dos terceras partes de los recursos hídricos se localizan en ella. 68 pueblos indígenas viven en estas tierras.

Familias de la región fronteriza entre Guatemala y Chiapas huyeron rumbo al país centroamericano debido a la exacerbación de enfrentamientos entre grupos del crimen organizado.

Alertas y denuncias sobre la acción de estos grupos, realizados por organizaciones de derechos humanos y de las comunidades y pueblos en todo el México, se han intensificado en los últimos años, especialmente en las regiones sur-sureste del país donde el gobierno federal ha implementado una reestructuración territorial impulsada por megaproyectos, como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico.

Recientemente organizaciones de Chiapas, Oaxaca y Guerrero – entre ellas Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo y el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas - realizaron un foro público regional, en Oaxaca, para denunciar la situación. “Contamos con características y denominadores comunes en los tres estados del sureste del país, nuestras principales fortalezas y conquistas históricas han sido la propiedad social de la tierra y nuestro sistema de organización colectivo, basado principalmente en la toma de decisiones colectivas mediante nuestras asambleas comunitarias”, sostienen en un comunicado.

La grave situación de violencia social ha sido desencadenada por el despojo de “nuestros bienes comunes”. “La mayor presencia de la delincuencia organizada se está concentrando en las regiones de imposición de proyectos extractivos, tal es el caso de proyectos mineros, eólicos, gasoductos, ampliaciones de carreteras (en Guerrero, Chiapas y Oaxaca). A quienes estamos en oposición a dichos proyectos, nos asesinan, desaparecen, criminalizan y deslegitiman”, dicen.

Organizaciones sociales y de derechos humanos han registrado violencia y criminalización contra comunidades indígenas que protestan ante la imposición del Corredor Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.

La desaparición de jóvenes y mujeres, los asesinatos, cobro de cuotas, desplazamientos forzados, falta de resolución de conflictos y mayor presencia de grupos armados y delincuencia organizada en las comunidades “son muestra de dicha situación”.

Además, sostienen, existe impunidad y no acceso a la justicia a personas defensoras que han sido agredidas por grupos paramilitares, de choque, delincuencia organizada “que se mueve al amparo de la impunidad”.

Solamente en Chiapas, a partir de diversos informes, se han documentado la cifra de 21 mil indígenas desplazados en los últimos dos años, el asesinato de 176 personas defensoras durante este sexenio, el reclutamiento de jóvenes, la violencia generada en el último proceso electoral, además de la criminalización contra integrantes del movimiento social.

“Las consecuencias de la imposición de dicho modelo, la negligencia de gobiernos estatales y federales y la impunidad han sido la normalización de la violencia, la contaminación irreversible del medio ambiente, una crisis profunda del agua en la región sureste, la pérdida de la flora y la fauna, el control territorial por parte de empresas y crimen organizado, la apatía ciudadana, el miedo generalizado en nuestras comunidades, fracturas comunitarias, además de graves afectaciones a nuestro tejido social”, señalan.

Las organizaciones y comunidades hacen énfasis en el hecho de que apuestan en un modelo de sociedad en el que los bienes comunes son prioridad, la propiedad social de la tierra, la integridad de los territorios, el fortalecimiento del tejido social. “Este modelo se encuentra en clara confrontación con el modelo neodesarrollista, marcado por la violencia, los asesinatos, la criminalización, la obstaculización de instancias agrarias al reconocimiento de los estatutos y reglamentos internos de las comunidades y la militarización de nuestros territorios”. 

Comunidad indígena Otomí cumple cuatro años de haber ocupado el INPI

Foto de portada por Santiago Navarro F

Su palabra certera y contundente es lo que caracteriza a la joven indígena Anselma Margarito, integrante de la comunidad Otomí residente en la Ciudad de México. Además de haber concluido su formación como contadora, también, durante los últimos cuatro años ha aprendido a defender los derechos de su comunidad, desde que ocuparon en octubre del 2020 lo que antes era el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI). La ocupación fue una acción directa para que les cumplieran la entrega de viviendas que distintas autoridades les prometieron.

Son cuatro años en que han transcurrido una serie de acontecimientos que marcaron la vida de Anselma, como una caravana vienen los recuerdos a su memoria. “Era temprano muy por la mañana del 12 de octubre, de 2020, con diversas colectividades y organizaciones decidimos ocupar las instalaciones del INPI, como un llamado al gobierno para que volteara a ver a los pueblos originarios que habitan la ciudad y, con principal atención, hacia a la comunidad Otomí. Hoy ya se han cumplido cuatro años y solo hay oídos sordos, racismo y desprecio”, relata la activista.

Las mujeres de la comunidad Otomí han encabezado diferentes acciones de protesta para reivindicar su derecho a la vivienda.

En aquel entonces, esta comunidad migrante proveniente del estado de Querétaro llevaba viviendo casi veinte años en diversos edificios, también ocupados, establecidos en Guanajuato 200 y Zacatecas 74, en la Colonia Roma. También habitaban los edificios en la avenida Zaragoza 1434, en la alcaldía Iztapalapa; en la calle Roma 18, en la Colonia Juárez. Este último estaba en el abandono desde el sismo ocurrido en 1985 y agravándose su situación con otro movimiento telúrico, ocurrido el año 2017, lo que implicó que no se pudiera habitar más.

Meses antes de la ocupación de las instalaciones del INPI, el gobierno de la Ciudad de México presidido en su momento por la que ahora es presidenta de México, Claudia Sheinbaum, a través de Alfonso Suárez del Real, entonces Secretario de Gobierno, por medio de los oficios SG/826/2020, SG/824/2020, SG/827/2020 y SG/825/2020, anunciaba el compromiso de “Expropiación Federal” de estos predios, en beneficio de los ocupantes. Pero les mintieron, ya que hasta el día de hoy no han recibido ninguna respuesta positiva.

“Vemos que, en estos cuatro años, ni con Sheinbaum ni con Obrador, no resolvieron las demandas de la comunidad Otomí. Así que nos mantenemos en resistencia y, hoy, solicitamos el diálogo con la actual jefa de gobierno Marina Brugada. Ella anunció que durante su administración va a repartir 120,000 viviendas y que todos tenemos derechos a una vivienda digna ¿entonces le preguntamos ahí donde queda la comunidad Otomí que lleva 30 años en la lucha por una vivienda digna?”, cuestiona la activista indígena.  

Es así que Anselma, junto a otras mujeres Otomí, erige su voz como un acto de protesta, dirigiendo un comunicado a la nueva jefa de gobierno, Clara Marina Brugada Molina, quien declaró, al asumir el cargo el pasado 5 de octubre: “quiero que esta capital sea la vanguardia de los Derechos de la Mujer”. Para la activista esta declaración es solo eso, “un discurso hasta no demostrar lo contario. Mientras tanto, solo han mostrado su desprecio, su silencio y racismo”, cuestiona la indígena Otomí.

Las activistas signatarias del comunicado también arremeten contra la actual presidenta de México, quien declaró al asumir la silla presidencial que ella no llegó sola al poder, sino que, “llegamos todas”. La misiva es tajante al contrastar dos tiempos diferentes de las mujeres en México, el tiempo de arriba y el de abajo, ya que mientras unas festejan el poder, “acá abajo, amaina una tormenta, que tarde o temprano pueden llegar a colisionar”, puntualiza el comunicado

Con cierta rabia, Anselma recuerda que, en días pasados, el 5 de septiembre, ella misma fue violentada por la policía de la Ciudad de México al ser detenida durante una protesta. “A mi me imputaron tres delitos: motín, resistencia de autoridad y lesiones. Lo único que hacemos es luchar por nuestras comunidades, por el agua, por la vida y el territorio, pero lo que recibimos es la represión”, cuenta la activista Otomí para Avispa Mídia

La joven indígena Anselma Margarito, integrante de la comunidad Otomí residente en la Ciudad de México. Foto: Santiago Navarro F.

La activista enfatiza que previo a su detención, un grupo de choque golpeó brutalmente a distintas mujeres y hombresque se manifestaban contra la criminalización hacia la activista Hortensia Telésforo -a quien acusa del delito de despojo por participar en la recuperación de una biblioteca comunitaria. “Vimos como la policía solo se quedó observando la acción de este grupo y después comenzaron las detenciones sin justificación alguna”, complementa la indígena Otomí.

“Entonces, si sus discursos tienen alguna validez, exigimos no más discriminación, desprecio y olvido en contra de las mujeres de la comunidad indígena Otomí y respuesta inmediata a sus demandas”, agrega la mujer Otomí. 

El grupo de mujeres, respaldadas por su comunidad, colectivos y organizaciones, entregaron sus demandas y la petición de un espacio de diálogo con la jefa de gobierno. Hasta el momento no ha respondido cuando podría ser esta reunión con la comunidad en resistencia.

No obstante, la entrega de esta misiva, que fue acompañada de un mitin frente al ayuntamiento de la Ciudad de México, les dio fecha para que un funcionario público los pueda recibir. Este será Inti Muñoz Santini, secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda, “quien se ha comprometido a reunirse con nosotros el próximo 23 de octubre”, sostiene Anselma.

A pesar de varios intentos de desalojo, de la intimidación, suspensión del servicio de agua y electricidad, la comunidad Otomí no se rinde. Así que el próximo 12 de octubre, “para nosotras es de fiesta, pues hemos resistido, no claudicamos y no nos vendemos. Así que les invitamos a asistir al evento que será celebrado con actividades culturales y artísticas”, comparte con entusiasmo la activista.

Así que, lo que antes era el INPI, seguirá siendo el espacio de la disidencia que no se ha casado con la llamada Cuarta Transformación, como le llamaron al gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y tampoco con el llamado segundo piso, que es la continuidad con Sheinbaum. 

No por nada el INPI fue rebautizado como la Casa de los Pueblos Samir Flores Soberanes, en memoria de aquel indígena que le recordó su promesa que hizo AMLO en campaña, de no avanzar con el llamado “Proyecto Integral Morelos”. Después del reclamo fue asesinado por criminales.

Paramilitares y policía hondureña atacan con armas de fuego a garífunas en recuperación de tierras

En portada: Momento de la recuperación de tierras garífunas en la comunidad de Nueva Armenia, Honduras. Foto: El Salto Diario.

Al filo de la medianoche de este domingo (6), elementos de la Policía Nacional de Honduras (PNH), Tropa de Inteligencia y Grupos de Respuesta Especial de Seguridad (Tigres), así como civiles armados, ingresaron a una recuperación de territorio ancestral garífuna -realizada la mañana de ese mismo día en la comunidad de Nueva Armenia, costa caribe-, y dispararon contra los presentes, dejando dos recuperadores gravemente heridos.

Heridos con arma de fuego en la recuperación de tierras garífunas.

La Organización Fratenal Negra Hondureña (Ofraneh) -quien acompaña a la comunidad en las acciones que reivindican la propiedad ancestral de la comunidad garífuna sobre estas tierras, en el municipio de Jutiapa, departamento de Atlántida- denuncia a la empresa Palmas de Atlántida, propiedad de herederos del magnate de la palma aceitera, Reynaldo Canales, de ocupar ilegalmente territorios de Nueva Armenia para la siembra de este monocultivo.

Durante la mañana del domingo (6), mientras pobladores garífunas realizaban la recuperación de tierras, fuerzas de seguridad acudieron al sitio acompañados de vehículos tipo pick-up con civiles armados y encapuchados, quienes intimidaron a la población afroindígena.

“Señalamos la presencia de elementos de la policía, encapuchados, además el perfilamiento al que se ven sometidos defensores del territorio ancestral, como una estrategia de intimidación hacia una de las comunidades más afectadas por la palma en el Caribe”, denunciaron los recuperadores mediante videos difundidos a través de redes sociales.

Intimidación por policías y civiles armados contra pobladores de Nueva Armenia.

Por su parte, la Ofraneh sostiene que la comunidad de Nueva Armenia ha sido “desmembrada de forma ilegal para favorecer a narcos y empresarios vinculados con plantaciones de palma; existiendo más de 24 inscripciones ilegales de tierra que han sido denunciadas ante la Fiscalía en La Ceiba”.

Cabe destacar que la industria de los herederos de Reynaldo Canales también es señalada por el movimiento campesino del Bajo Aguán por haber despojado tierras, destinadas para el reparto agrario, donde impuso monocultivos de palma aceitera.

En una entrevista con Avispa Mídia, durante agosto del 2023, Mabel Robledo, presidenta del patronato de la comunidad de Nueva Armenia y quien denunció la intimidación este domingo (6), detalló que, pese a que existe un mapa ancestral -el cual data de agosto de 1888- que certifica la propiedad de 1,600 hectáreas de tierra a manos de los garífunas, actualmente, el 70% de estas tierras han sido invadidas por los monocultivos de palma aceitera.

Fue en el año de 1994, cuando el el Instituto Nacional Agrario (INA) desconoció la titularidad de esta superficie para la comunidad de Nueva Armenia, reconociendo solo 333 hectáras de tierras y otorgándo títulos a terceros. Desde entonces, los garífunas han emprendido acciones de recuperación de tierras, dando como resultado la persecución y criminalización de quienes reivindican las propiedades ancestrales.

Robledo conversó con el equipo de este reportaje dentro de la recuperación conocida como “El Cayo”, realizada el 25 de abril del 2020, cuya superficie se extiende por 72 manzanas y cuyo plan es la de albergar a más de 280 familias garífunas. “(Las familias) utilizan las tierras para la siembra del plátano, de la yuca, de papaya, caña, maíz, todo lo que la tierra pueda producir para nuestra existencia”, detalló la recuperadora.

“Ellos (INA) nos titulan en tres lotes. Aquí donde estamos no incluye ese lote y no incluyen otros lotes. De esas 333 hectáreas de tierra, si tenemos 100 hectáreas, es mucho, porque todas las tienen terceras personas”, denunció Robledo.

Para la garífuna, existen mecanismos en las leyes hondureñas que buscan impedir las recuperaciones de tierras ancestrales. Un ejemplo es el artículo 378 del Código Penal, de Honduras - aplicado contra los recuperadores garífunas- el cual se refiere al delito de usurpación y cuya pena va de entre cuatro y seis años de prisión. 

“Nosotros no somos usurpadores, nosotros recuperamos para poder sobrevivir y nosotros no sembramos palma. Estamos recuperando, luchamos para no desaparecer, para que nuestro legado, nuestra historia, no desaparezca”, reclamó Robledo.

Acorde a la Ofraneh, la empresa Palmas de Atlántida mantenía una negociación con la comunidad de Nueva Armenia para solucionar el conflicto agrario. Sin embargo, fue en septiembre del 2023, cuando se retiró del diálogo y ahora acciona con violencia contra las recuperaciones.

“En el ataque a miembros de la comunidad Garífuna de Nueva Armenia, no hubo enfrentamiento alguno, como aseguran medios de comunicación irresponsables. Solo la Policía Nacional y los paramiltares portaban armas de fuego”, sostiene la organización después de que Martha María Bu, subcomisionada de la Policía de Atlántida, indicara que no fue la corporación policiaca quien disparó contra los recuperadores.

Por último, la Ofraneh hace un llamado a la comunidad hondureña e internacional para permanecer alertas ante las amenazas contra la vida de los recuperadores que se mantienen en el campamento levantado este fin de semana.