En portada: Empresas energéticas, responsables de gran parte de la emisión de gases contaminantes, tales como Iberdrola, promueven el uso de drones en la agricultura
En el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, finalizada el 13 de noviembre, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos anunciaron su nuevo plan para la agricultura y alimentación mundial. Se trata de la Misión de Innovación Agrícola para el Clima (AIM4C, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es la inversión pública y privada masiva “en la agricultura climáticamente inteligente y la innovación del sistema alimentario”, según definió el propio presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en su discurso de anuncio de la iniciativa, en Glasgow, el 2 de noviembre.
Hasta el momento, la iniciativa cuenta con la adhesión de 49 organizaciones y empresas, entre ellas grandes transnacionales como Bayer, Basf, Syngenta, PepsiCo; la asociación global de las empresas de agrotóxicos, Croplife, y la fundación Bill y Melinda Gates. Además, fue avalada por la Presidencia de la COP26 del Reino Unido y es apoyada por 34 países, entre ellos Brasil, Colombia y Canadá, de acuerdo con informaciones disponibles en la página web de la AIM4C.
La investigadora del Grupo ETC, Silvia Ribeiro, explica en un artículo recientemente publicado, que se trata de una “nueva ola de digitalización, de alta tecnología y robotización agrícola y de distribución alimentaria, a semillas, animales y microorganismos transgénicos, producción de carne sintética en laboratorio, así como mantener el alto uso de agrotóxicos, pero administrados con plataformas digitales e inteligencia artificial”.
Con toda esta inversión se busca intensificar el uso de tecnología en la producción de alimentos en escala mundial. Según sus ideólogos, la innovación tecnológica traería una mayor eficiencia en la producción, disminuyendo las emisiones de gas de efecto invernadero.
Sin embargo, Ribeiro alerta que las emisiones de gases de efecto invernadero van a continuar. Esto debido a que continuarán impulsando el “alto uso de agrotóxicos derivados de petróleo, de metano y otros gases causados por los fertilizantes sintéticos, las actividades digitales, la captura de datos, almacenamiento y procesamiento en nubes informáticas, además (…) demandan una monstruosa cantidad de energía”.
Además, sostiene la investigadora, se promoverá una concentración aún más grande del capital mundial. “Esta batería de nuevas tecnologías digitales, robóticas y biotecnológicas apuntan a consolidar la pesada entrada de los titanes tecnológicos, como Microsoft, Amazon, Google y Facebook en agroalimentación, en acuerdos con los de agronegocios como Cargill, Bayer y John Deere para lograr mayor control de las actividades de las y los agricultores y trabajadores”.
La movilización de recursos ya inició. “Junto con 75 socios, vamos a lanzar una inversión inicial de 4 mil millones de dólares a nivel mundial. Y Estados Unidos planea movilizar mil millones de dólares de esos cuatro mil millones durante los próximos cinco años. Y los invito a todos a unirse a nosotros para trabajar para duplicar la inversión para cuando nos reunamos en la COP27”, anunció el mandatario de los Estados Unidos.
México también participa
Villalobos, en el contexto del Foro Global Alimentario, patrocinado por empresas como Bayer, el cual ocurrió entre el 9 y 12 de noviembre en Guanajuato, ya traía un discurso alineado a la concepción de la AIM4C. “Para alimentar a una población en crecimiento, ya no será posible en el futuro incorporar nuevas superficies a la producción de alimentos. La única opción disponible es incrementar la productividad y la eficiencia del sistema agroalimentario nacional”.
El profesor e investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Agrobiodiversidad de la Universidad Veracruzana, Carlos Ávila, entrevistado por Avispa Midia, sostiene que la argumentación del secretario es “una falacia”.
Según él, hay estudios científicos, desde por lo menos finales de la década de 1990, que ya indicaban que el problema de hambre en el mundo no es por la falta de producción de alimento, sino por la inequidad social. “Ellos están convencidos de que tienen que producir una gran cantidad de alimentos. Pero ¿para quién?, para unos pocos. Los demás no tienen acceso o se los dan a través de subsidios”, argumenta el investigador quien también hace parte de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS).
El investigador hace parte de una red de organizaciones sociales y científicos que firmaron una carta enviada al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en la cual expresan su desacuerdo con el apoyo a la iniciativa articulado por Villalobos y Sol Ortiz, Directora de Atención al Cambio Climático y de la Estrategia Nacional de Polinizadores, de la Secretaría de Agricultura.
La AIM4C “atenta contra los derechos de los pueblos indígenas y campesinos de México y el mundo”, justifican. Los firmantes piden “no comprometer el apoyo de México a la iniciativa AIM4C, y que Víctor Villalobos Arámbula y Sol Ortiz no formen ya parte de su gobierno”, demandan en el documento. Por su parte, Ávila agrega que Villalobos está impulsando una “política que nos lleva a continuar usando fertilizantes”.
¿Contradicción?
La decisión de México de participar de la AIM4C parece contradecir los discursos de la titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semanart), María Luisa Albores, realizados en Glasgow. “Estamos limitando el uso de agroquímicos, con el caso de glifosato y prohibimos la importación y siembre de maíz transgénico”, dijo en una presentación ocurrida el 10 de noviembre.
En la carta a Obrador, los firmantes reconocen la posición contradictoria de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). “Contraviene las políticas que usted acertadamente ha impulsado (…)”, sostienen.
Hasta el cierre de esta edición, la presidencia de la República no había contestado a la carta. “Habrá que insistir para obtener una respuesta”, sostuvo Ávila.
Impactos de la AIM4C
Una de las innovaciones que promete revolucionar la agricultura es el uso intensivo de drones de alta tecnología para dosificar el uso de fertilizantes y insecticidas, mapear los suelos, el territorio y sus recursos.
El investigador puntualiza que, primero, el uso de dron no va a beneficiar a la pequeña agricultura. “Es tecnología que pocos tienen acceso”, de manera que fortalecerá el agronegocio.
Segundo, esta tecnología, así como el uso de satélites, por ejemplo, servirán para que, cada vez más, “nos despeguemos de la naturaleza”. El proceso coevolutivo que han llevado a cabo “los pueblos indígenas y campesinos, no solamente en México sino en todo el mundo, en el cual se observa la naturaleza para entender cómo se comporta, desde las plantas, insectos y mamíferos, se va a perder porque todo se va a dejar a la tecnología, a la inteligencia artificial”, sostiene.
Tercero, la desvinculación con la naturaleza puede intensificar el despojo en los territorios. “La ruptura del tejido social podría ser muy importante”. Pero podrá intensificar el despojo no solo de las tierras, “también del conocimiento tradicional, de microorganismos del suelo, de los recursos genéticos, de las semillas”.
Cuarto, el investigador alerta que la alta tecnología que se empleará podrá facilitar la concentración aún mayor de la riqueza genética. Hoy “convenios como, por ejemplo, los de la Unión para la Protección de los Obtentores de Variedades Vegetales, que surgió en Suiza, ya protegen empresas que producen semillas y que están constantemente produciendo variedades transgénicas. Pregunto, ¿Cuándo se va a proteger los que son realmente los obtentores originales: los pueblos indígenas y campesinos?”.
Uno de los argumentos de estos convenios es que se necesita proteger las empresas que producen variedad genética, porque obtener las variedades es un trabajo muy arduo. “Estoy totalmente de acuerdo. Ha costado a los campesinos mexicanos casi diez mil años para domesticar el maíz. Vaya que es arduo ¿no?, pero a ellos nadie los protege”, contrasta el profesor.
Si el fracaso de la COP26 va a reflejarse en que las temperaturas no se mantengan abajo de 1.5 grados, entonces, “tener las semillas, tener los recursos genéticos y, además, el conocimiento de quienes están siendo desplazados, va a ser fundamental”, sostiene el investigador.
Alternativas
Lo que propone Ávila, quien hace muchos años trabaja especialmente con pueblos indígenas en el manejo de los recursos naturales asociado a la producción agropecuaria y forestal, es que se de un giro “en cómo producimos y en cómo consumimos; la respuesta, como creemos muchos, está en la agroecología”.
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En este sentido, para el especialista en el tema, es necesario conocer la diversidad biocultural que existe en un espacio para, a partir de esta diversidad, construir la autonomía alimentaría local. “En muchos casos lo que se necesita es simplemente rescatar la memoria cultural de la gente, de como producían los abuelos, los bisabuelos, sin el uso de tanta energía externa”, explica.
El cambio en el modelo productivo es urgente no solamente para la producción sana de alimentos sino para la vida en el planeta. “Tenemos que voltear los ojos hacia a la agricultura campesina e indígena. Hay que buscar la sabiduría de estos hombres y mujeres, ahí es donde están las respuestas para lograr una agricultura autosuficiente, con alimentos sanos, pero también un ambiente más sano”, defiende.