En México tres cuartas partes del país aun siembra maíz nativo

Tribunal Permanente de los Pueblos, Oaxaca, 2013. Foto por Santiago Navarro F

"En los años 2012 y 2013 las empresas Monsanto, phi-Pionner y Dow AgroScienses intentaron, por primera vez, pasar del cultivo experimental y piloto, a la siembra comercial de maíz transgénico. Esta amenaza sigue en pie, pues las solicitudes que han presentado las empresas no han sido canceladas por el gobierno mexicano."

En México sigue predominando en tres cuartas partes del país la siembra de maíces nativos. De acuerdo el agroecólogo, egreso de la Universidad de Chapingo, Cecilio Mota Cruz, integrante de la Fundación Semillas de Vida, solamente entre el 22% y el 25% del territorio del país tiene maíces transgénicos. “La mayor defensa del maíz nativo es que la gente siga sembrando sus maíces nativos”, dijo el agroecólogo.

El maíz, según él, es el grano por excelencia que dio la base para el desarrollo civilizatorio de las culturas en México y sigue siendo en el presente la base de la alimentación, la identidad, el aprovechamiento y la apropiación de la tierra y el territorio. “Las luchas a lo largo de la historia del país han sido para defender el territorio y la forma permanente de apropiárselo es a través de la milpa. Eso es también uno de las grandes aportaciones de Mesoamérica, de México: que el maíz se siembra en conjunto con otros cultivos en la milpa para el aprovechamiento del agroecosistema, del ambiente, del terreno, pero también para la alimentación, porque nos da una alimentación equilibrada. Más de 600 platillos tenemos en México a partir del maíz, con la milpa son muchos más”, sostuvo el agroecóloco.

México es uno de los pocos países en donde el cultivo y consumo humano de productos transgénicos no están permitido - pero tampoco existen legislaciones para controlarlo. A pesar de la prohibición, el gobierno de México ha concedido permisos a ciertas compañías para experimentar en campos abiertos con maíz transgénico. “Movimientos sociales y organizaciones han impulsado una demanda contra los transgénicos, contra el gobierno y las empresas. Hasta el momento, lo que se ha logrado es contener el proceso de liberación de transgénicos en el ambiente”,

EXPLICÓ CRUZ.

El Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam) divulgó en febrero de 2018 el documento “Treinta años de transgénico en México”, dónde sostiene que hasta 2017 existían 853 solicitudes de permisos para plantío de transgénicas, lo que corresponde a 15.4 millones de hectáreas en todo el país, excepto en Oaxaca, Guerrero, Colima, Nayarit, Estado de México, Nuevo Léon. De las solicitudes, 595 ya fueron otorgadas.

Un grupo de empresas extranjeras ha sido el verdadero beneficiario del avance de los transgénicos en México. De las 853 solicitudes de permiso, específicamente en el periodo 2005 hacia agosto de 2017, 379 fueron presentadas por Monsanto y 168 por Bayer, empresas fusionadas en 2016. Consideradas solamente las solicitudes autorizadas, en el mismo período, prácticamente de cada 8 solicitudes presentadas, tan sólo una fue rechazada. Desde 2005 hasta la actualidad, particularmente la empresa Monsanto ha presentado el 44% de las solicitudes.

Son varias las razones por las cuales el cultivo de transgénicos en México representa un problema particularmente relevante, justifica el estudio. Una de ellas tiene que ver con el hecho de que el territorio que hoy abarca la República mexicana es considerado el lugar donde la humanidad inició y desarrolló la domesticación del maíz, a partir del teocintle, hasta lograr la enorme diversidad de razas y variedades que hoy conocemos. Tanto el origen como la preservación del verdadero maíz es un resultado del continuo trabajo de los pueblos originarios.

“En la Sierra Mixe, en los años 1991-1992, se registraron unos maíces que crecen en las partes nubosas de la sierra, con alta precipitación, en bosques de niebla, maíces muy altos, que secretan una especie de mucílago. Todos los maíces lo tienen, pero en especial allí lo encontraron y lo estudiaron. Ese mucílago aloja bacterias fijadoras de nitrógeno y además aloja un conglomerado de bacterias que defienden el maíz, evitando que crezcan enfermedades fúngicas. Los atributos de este maíz ahora se están estudiando por ejemplo en la universidad de California en el campus de Davis, y se ve como el maíz del futuro. Es decir que el maíz del futuro, ya lo han generado las culturas y los pueblos de México y Mesoamérica, por esta larga experiencia de más de 10,000 años de sembrar maíz. Desde que se domesticó el maíz, estamos experimentando y hemos generado todo este bagaje, esta experiencia y esta cultura y estos agroecosistemas, con base en la milpa”, sostiene Cruz.

Ha sido a partir del trabajo de domesticación, selección y las labores de intercambio generacional realizado por las comunidades que, actualmente, existen alrededor de 59 razas nativas de maíces el territorio nacional.

Estrategias de los pueblos

Los agricultores a lo largo del país han generado sus propias estrategias para conservar el maíz porque manejan todo el ciclo, año con año. Han tenido que idear estrategias para conservar su maíz y garantizar por lo menos que tengan semillas disponibles para sembrar el siguiente año, y alimentos hasta el próximo ciclo de siembra. Hay estrategias en todo el país. “En la Sierra Tarahumara, hay casas grandes y grutas con graneros adentro, por ejemplo. En el centro del país, hay estructuras llamadas comates, cincales o cincolotes. La palabra viene del nahuatl: centli significa maíz y kali casa. Es la casa del maíz. En zonas tropicales, los conservan con todo y hoja, porque así no se humedecen y no le entran las plagas. Además le ponen cal que deshidrata el insecto que busca atacarlo. Es una forma orgánica, agroecológica de conservarlo”, explicó el agroecólogo.

Los agricultores han generado variedades adaptadas, resistentes a los problemas de plagas. “Los tipos de maíz tienen bien cerrada la puntita de la mazorca. Han hecho esta selección los agricultores porque así evitan que entren plagas de grano almacenado, gorgojos. En los Altos de Chiapas, los maíces son más cristalinos, muy duros - también muy ricos y de muchos colores - y estos cristalinos evitan el ataque de plagas. En el caso de los maíces del trópico, son maíces dentados. Son una combinación de la parte cristalina y la parte almidonosa del grano. Hay miles de variantes, miles de tipos de maíz en México, porque los agricultores los siguen manejando”, dijo él.

Amenaza al maíz nativo

A lo largo de la historia de los transgénicos en México han sido declaradas por la sociedad varias situaciones de emergencia, una de ellas, ocurrió cuando en los años 2012 y 2013 las empresas Monsanto, phi-Pionner y Dow AgroScienses intentaron, por primera vez, pasar del cultivo experimental y piloto, a la siembra comercial de maíz transgénico. Esta amenaza sigue en pie, pues las solicitudes que han presentado las empresas no han sido canceladas por el gobierno mexicano. En aquellos años, las empresas pidieron a las autoridades un total de seis permisos con polígonos o áreas de liberación potencial que abarcan una superficie de casi 2.5 millones de hectáreas (2012), además de diez permisos más para la siembra potencial de maíz transgénico en fase comercial, en una extensión superior a 4.7 millones de hectáreas (2013).

Histórico

La investigación de Ceccam hace una retrospectiva histórica de la llegada y evolución de las semillas transgénicas en México. Cuando internacionalmente las empresas e instituciones de transgénicos y sus promotores comenzaron a difundir su conocido discurso sobre los supuestos beneficios en la aplicación de la biotecnología, México fue uno de los primeros países donde dieron inicio las solicitudes para realizar ensayos experimentales con los transgénicos.

En México, la historia de la "liberación" legal de transgénicos al ambiente comenzó cuando en 1988 la empresa Sinalopasta (en aquel entonces propiedad de la estadounidense Campbell’s) solicitó la autorización para la siembra experimental de tomate transgénico, la cual le fue autorizada ese mismo año.

A principios de los años noventa, la Secretaría de Agricultura (SAGARPA) fue la responsable de la bioseguridad y se apoyó en un grupo interdisciplinario de científico que constituyeron el Comité Nacional de Bioseguridad Agrícola (CNBA), quienes definieron la política, con base en el “principio precautorio” y el establecimiento de la carga de la prueba a los productores de OGM y se elaboró la NOM 68 FITO (1994), antecedente de la NOM 056 FITO 1995, para el manejo de transgénicos.

En 1999 fue creada la CIBIOGEM, integrada por seis secretarías de estado.

En 1993, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) solicitó la primera prueba de campo para maíz transgénico, a la que le siguieron otras del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT).

Todos estos ensayos se realizaron en una escala mínima, nunca mayor a una hectárea y tomando medidas estrictas de control. Entre 1996 y 1998, ante el crecimiento de solicitudes de experimentación en campo con maíz transgénico, el CNBA recomendó establecer una moratoria a su siembra, por ser país centro de origen y diversidad. La SAGARPA en 1999 puso en marcha una moratoria de facto a la siembra experimental y comercial de maíz transgénico, que se mantuvo hasta el 2005. [3]

Entre 1998 y 2004, se otorgaron 317 permisos a 38 empresas, 3 institutos de investigación, universidades, etc. para 26 cultivos experimentales de OGM en 48 sitios, de 17 estados del país. La superficie total sumó 667,510 hectáreas, casi el 90% de ésta para algodón, en fase experimental o piloto.

El año 2005 representa un antes y después dentro de la problemática de los cultivos transgénicos; pues en medio de una intensa crítica y denuncias de diversos sectores de la sociedad civil, el gobierno mexicano, a cargo de Vicente Fox, publicó el 18 de marzo la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (lbogm). A partir de ese momento, la lbogm definió la forma como actualmente se regulan típicamente las actividades de uso confinado y liberación de transgénicos al ambiente, así como su comercialización, importación y exportación. Además, de “determinar las competencias de las diversas dependencias de la Administración Pública Federal en materia de bioseguridad”.

El documento resalta que a partir de la lbogm de 2005 el gobierno determinó que el nuevo régimen para el otorgamiento de permisos de liberación de transgénicos sería por medio de tres fases: 1) Liberación experimental: “Es la introducción, intencional y permitida en el medio ambiente, de un organismo o combinación de organismos genéticamente modificados”. Esta fase siempre debe incluir medidas de contención, tales como “barreras físicas, químicas o biológicas”. 2) Programas piloto: Es la fase intermedia para la “introducción, intencional y permitida” de transgénicos en el medio ambiente. Puede o no incluir el tipo de medidas de contención señaladas en la liberación experimental. 3) Liberación comercial. No incluye ninguna medida de contención para evitar el contacto de los transgénicos con la población y el ambiente. En esta fase los permisos no sólo se otorgan para un ciclo agrícola, sino que pueden tener una vigencia indefinida.

Deuda histórica

Hay una deuda histórica hacia el campo, no solo de México, sino de la humanidad en general, defiende Cruz, porque el campo fue el que subsidió el desarrollo civilizatorio y sigue siendo nuestra fuente de calidad ambiental y de salud alimentaria. “Hace falta una política que realmente voltee a ver el campo y lo fortalezca. La política neoliberal de los últimos 30 años ha visto a los agricultores como una carga cuando son la base de este país, de la diversidad, de la defensa del territorio y de la salud de nuestros ambientes, cuando tienen un manejo cuidadoso”.

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