Francia: aumenta tensiones por la brutalidad policial, la pobreza y el hambre

Desde el sábado 18 de Abril, numerosas revueltas nocturnas se han observado en diferentes municipios de Francia, en plena cuarentena. La razón principal es la violencia de la policía hacia habitantes de barrios populares – donde suelen vivir familias de bajos recursos, muchas de ellas conformadas por migrantes e hijos y nietas de migrantes originarios de países que han sido colonizados por Francia, en particular en África – que se ha disparado en el marco de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. A esa violencia se suma la de la desigualdad social y económica que también progresa de manera preocupante.

Brutalidad policial en barrios populares

La ola de rebelión empezó en Villeneuve-la-Garenne, cerca de París, después de que, el sábado 18, un joven en moto chocara con un vehículo de la policía. Según el joven y varios testigos, un elemento uniformado abrió su puerta a propósito para hacer caer al motociclista mientras iba rebasando. El impacto fue tan fuerte que la pierna del joven fue casi arrancada.

La noche siguiente, a las 12 en punto, se escuchó la primera explosión de cohetes y varios botes de basura se empezaron a quemar. Es la estrategia que ocupó un grupo de jóvenes del barrio para atraer a los bomberos y la policía. Los enfrentamientos duraron alrededor de dos horas. La noticia se propagó rápidamente y eventos similares ocurrieron en varios municipios de los suburbios de París y en otras regiones del país, en particular en Toulouse, Amiens y Strasbourg a lo lago de la semana pasada.

“Hay un caldo de cultivo propicio para la revuelta, sentimos que en los barrios de hoy todos comparten este sentimiento, no son solo los jóvenes llamados “delincuentes” los que se rebelan por el comportamiento de la policía, es toda la población. Vimos escenas donde madres y padres de familias apoyaban o por los menos entendían la reacción de los jóvenes y su enojo. Hay algo que será muy interesante seguir, y existe la posibilidad de la rebelión se extienda a otros vecindarios”, expresó Ilyes Ramdani, periodista y jefe de redacción del périodico en línea Bondy Blog.

Mientras algunos tratan de justificar la presencia policiaca en los barrios empobrecidos argumentando que son zonas donde la población no respeta la cuarentena, el sociologo Michel Kokoreff expresa en una entrevista para Libération “la cuestión del no respeto del confinamiento es una pista falsa. Las cifras muestran muy bien que las medidas no son menos respetadas en Seine-Saint-Denis  (el departamento más empobrecido y más controlado por la policía) que en el departamento vecino de Hauts-de-Seine (una de las zonas más enriquecidas del páis). Este argumento tiene como objetivo sobre todo legitimar las intervenciones represivas y nuevamente estigmatizar a las poblaciones de estos barrios de clase trabajadora, que desempeñan el papel de chivos expiatorios en tiempos de epidemia”.

“La cuarentena está desatando la violencia de la policía en los barrios populares”, enfatizó por su lado Assa Traoré, activista antirracista y hermana de Adama Traoré quien fue asesinado por la policía francesa en 2016.

Cabe recordar que si bien la violencia policial se ve aumentada por la cuarentena relacionada por el coronavirus, para los habitantes de barrios populares franceses, y en particular para hombres jóvenes negros y morenos, las agresiones por parte de uniformados son el pan de cada día. Hasta la Defensoría de los Derechos, un órgano constitucional independiente del estado francés declaró en un informe de 2017 que “los hombres jóvenes identificados como negros o árabes tienen una probabilidad 20 veces más elevada de ser controlados por la policía que los demás”.

Esa realidad tiene su raíz en la historia colonial francesa. En su libro de investigación intitulado “El enemigo interior, la genealogía colonial y militar del orden de la seguridad en la Francia contemporánea”, el sociólogo y activista Mathieu Rigouste analiza como los métodos de control y contrainsurgencia desarrollados por el Estado francés en sus antiguos territorios colonizados, principalmente Indochina y Argelia, fueron adaptados y siguen siendo utilizados hoy en Francia para controlar y reprimir los barrios populares.

Precariedad y pobreza en aumento

La violencia represiva se ve complementada por otra violencia, social y económica. Los barrios más controlados por la policía también son los más precarizados y abandonados por los servicios públicos, y la pandemia actual hace más visible y empeora esa violencia. “El coronavirus es un poderoso revelador de desigualdades en barrios de bajos ingresos”, expresa Michel Kokoreff.

Mientras miles de familias de clase media y alta que son dueñas de casas en el campo y las costas de Francia huyeron de las ciudades grandes para pasar la cuarentena al aire libre, millones de otras están luchando para sobrevivir. La crisis sanitaria y su gestión política tienen impactos alarmantes sobre las vidas de muchas personas y familias.

Por un lado, los habitantes de barrios populares tienden a ser los más expuestos al virus, ya que muchos de ellos trabajan en sectores que les hacen indispensables al funcionamiento básico del país y por lo tanto les impide quedarse en cuarentena, como es el caso de los chóferes, las cajeras, repartidores, agentes de limpieza o de seguridad, empleados en hospitales, etc. Ese aspecto – combinado a que la gente más empobrecida tiende a padecer más enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión y a tener menos acceso a servicios de salud – explica el número más elevado de muertes por coronavirus en particular en Seine-Saint-Denis, el departamento más poblado despúes de París y más empobrecido de Francia, con más del 27% de la población viviendo debajo del umbral de pobreza.

Por otro lado, el brutal encierro ha resultado en una pérdida significativa de ingresos para muchas familias que vivían con salarios precarios, especialmente en los sectores de servicios, turismo o restauración afectados por la crisis. Muchas familias sobreviven hoy con la ayuda de organizaciones caritativas y colectivos vecinales que organizan distribuciones de comida.

Es el caso de Fatoumata, entrevistada por el periódico Le Monde, quien trabajaba haciendo la limpieza en hoteles de París y perdió su su trabajo en marzo con el cierre de establecimientos turísticos. Indocumentada de origen marfileño, ya no tiene recursos. Asustada por la presencia policial reforzada, “no ha salido de su casa desde el comienzo del encierro”.

Samia cuenta por su lado que todavía trabaja en un hospital, pero su sueldo ya no le alcanza para mantenerse a ella y sus cuatro hijos. Es el caso de muchas otras familias, que padecen del hecho de que los niños ya no comen en las escuelas desde que cerraron por la cuarentena. Tener que pagar por una comida más al día es suficiente para acabar con el presupuesto precario de un mes.

En Marsella, en el sur del país, un MacDonald’s ha sido tomado por trabajadores sociales y habitantes para repartir víveres entre las familias más vulnerables: migrantes, gente sin hogar, sin empleo, trabajadores pobres. “Las familias están empezando a decirnos que ya no tienen qué comer, por ejemplo, una madre nos explicó que llevaba tres día comiendo sólo sopa de cebolla con sus tres hijos” relató Nair Abdallah, miembro del colectivo Maison-Blanche, para el periódico Révolution Permanente.

En el departamento de Seine-Saint-Denis, en la zona conurbana de París, la situación está alarmando hasta el jefe de policía de la entidad. El periódico Le Canard Enchainé reveló un correo electrónico del 18 de abril en el que el prefecto Georges-François Leclerc escribía a su homologo de la región de Île-de-France, Michel Cadot: “Mi principal riesgo en la quincena que viene es, si exceptuamos el riesgo para la salud, el riesgo alimentario … “, y relevó que temía que estallarán “disturbios de hambre” ya que la zona cuenta con miles de personas que  “entre barrios marginales, alojamientos de emergencia y hogares de trabajadores migrantes, tendrán dificultades para alimentarse”.

En la región de Toulouse, en el Suroeste del país, la tensión también va en aumento. Para Thomas Couderette, del CEDIS (Colectivo de Ayuda mutua e inovación social), entrevistado por Yves Faucoup  para Mediapart “es probable que se desarrollen tensiones muy fuertes, incluso “disturbios de hambre”  los próximos días o semanas”.

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