El gobierno de Brasil trabaja para reactivar su programa nuclear, lo que incluye la construcción de doce plantas nucleares para la producción de energía eléctrica hasta el año 2050. Dicho país cuenta ya con dos plantas nucleares, Angra 1 y Angra 2, y la que esta casi terminada, Angra 3, todas en el estado de Río de Janeiro. Hoy la participación nuclear en la matriz energética brasilera es inferior al 2%, el objetivo es ampliar esa participación al 5%.«Brasil no puede renunciar a la energía nuclear en función de la seguridad energética que representa y tomando en cuenta que es una energía barata», dijo el ministro de Minas y Energía, Eduardo Braga, en una audiencia pública en la cámara de diputados.
No obstante, la iniciativa para reactivar el programa nuclear brasileño fue tomada de manera no democrática, dijo el físico y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, Heitor Scalambrini Costa, miembro de la Red Brasileña de Justicia Ambiental. «Un grupo de diez personas que conforman el Consejo Nacional de Política Energética (CNPE) tomó la decisión. La mayoría del Consejo esta compuesto por ministros del Estado que tienen la obligación de decir sí al presidente de la república. La única que discrepó fue la entonces ministra de medio ambiente, Marina Silva, quien posteriormente renunció a su puesto. No hubo ningún debate más amplio con sectores académicos, científicos y la sociedad civil», agrega el profesor.
Junto a la decisión de reactivar el programa nuclear, representantes del gobierno y de las empresas defienden cambios en el modelo de construcción de las nuevas centrales nucleares, con el fin de permitir la participación del sector privado –hoy esta actividad es una atribución exclusivamente del ámbito del Estado. De acuerdo con la pagina web de la empresa paraestatal Eletronuclear, responsable para operar y construir las plantas nucleares en Brasil, «sin duda, los negocios podrán contener inversión privada tanto nacional como internacional».
En relación con los proveedores de tecnología –la primera planta fue construida con tecnología de los Estados Unidos y las otras dos con tecnología de Alemania–, ahora la empresa Eletronuclear extiende la posibilidad de proveedores. «Para las plantas de pos-Angra 3, se espera la participación de los principales proveedores internacionales: la francesa Areva/Mitsubishi; la estadounidense Westinghouse/Toshiba; la rusa Rosenergoatom, además de la empresas chinas SNPTC y CNNC».
El escenario de oportunidades de negocio abierto en Brasil ha generado en el país un clima de presión por parte de las empresas –expresado en declaraciones en los medios de comunicación y a manera de lobby en el Congreso Nacional– para que el gobierno acelere el proceso de inversiones. Sólo en los últimos cuatro meses, dos grandes eventos internacionales tuvieron lugar en Río de Janeiro y São Paulo para promover la energía nuclear como una energía limpia, con la participación de inversionistas internacionales.
Representante de la empresa francesa Engie declaró a la prensa brasileña, cuando se llevaba a cabo la Conferencia Internacional Nuclear del Atlántico (INAC), realizada en Sao Paulo este 2015, el interés de invertir en la energía nuclear en el país. «Engie es un gran player –jugador– en programas de energía nuclear en el mundo y tenemos gran interés en el mercado brasileño. Estamos a la espera de que el gobierno de luz verde en la apertura de este mercado a la iniciativa privada y estamos aquí, una vez más, para cooperar con las autoridades, demostrando nuestra experiencia en el INAC», afirma Mauricio Bahr.
Por el lado del gobierno federal se está emitiendo señales en el sentido de tornar la energía nuclear como un negocio. Leonam dos Santos Guimaraes, director de planificación, gestión y medio ambiente de Eletronuclear, durante el VI Seminario Internacional de la Energía Nuclear en junio de este año en la bolsa de valores de Río de Janeiro, admitió ante los inversionistas internacionales la necesidad de la flexibilización del modelos de negocios en el sentido de facilitar y viabilizar mayor interés de las empresas privadas. En el encuentro, las empresas extranjeras reafirmaron su interés en el sector nuclear brasileño y discutieron posibles modelos de alianzas público-privadas que pueden ser adoptadas por Brasil.
Brasil esta posicionado en el 7º lugar en mayores reservas mundiales de uranio, según la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA). Además, el país domina la tecnología de todo el proceso de fabricación de combustible, inclusive la principal fase, el enriquecimiento de uranio –hoy el enriquecimiento es hecho comercialmente por los Estados Unidos, Rusia, China, Japón y dos consorcios de países europeos. «Sin lugar a dudas la existencia de uranio y la tecnología son cruciales para que el país pueda decidir la continuación de su programa nuclear» dice Scalambrini.
¿Crisis energética?
La generación de electricidad en Brasil por medio de centrales térmicas no está motivada por el agotamiento del potencial hídrico, predominante en la generación de energía eléctrica en el país, pero es para enfrentar los riesgos de esta fuente de energía, dice el gobierno brasileño. «El componente hidroeléctrico continuará predominando en el sistema», explica el área de prensa de Electronuclear. Pero para el gobierno, «las plantas nucleares son componentes que garantizaran la operación del sistema eléctrico».
Para el físico Scalambrini, la decisión es equivocada. «El país tiene abundantes recursos renovables y varios que pueden satisfacer la demanda con eficacia, sin residuos y con la generación descentralizada, además de la complementariedad entre las distintas fuentes de energía renovable. Por lo tanto no hay razón para invertir en centrales nucleares en el país», dice el profesor.
Presión de Rusia
Desde el año 2005, la industria nuclear ha intensificado su cabildeo agresivo en varios países de América Latina, con fuerte influencia en la legislación y la política energética, agrega Scalambrini.
«El caso brasileño se mueve en la dirección opuesta en relación a diversos países europeos debido a la presión de poderosos grupos de interés que responden a las empresas inversionistas, de la misma forma grupos de científicos de prestigio que confieren nuevas oportunidades de investigación financiadas, contratistas y proveedores de equipos. Además, por supuesto, de los sectores de las fuerzas armadas, fascinados por el poder que trae la energía nuclear. Esto sin contar a los medios de comunicación cuyos intereses están claramente a favor de esta fuente de energía», sostiene Scalambrini.
Uno de los poderosos lobbies está conformado por el sector nuclear estatal de la corporación rusa Rosatom, muy interesada en el negocio nuclear en Brasil, dice el profesor. «La Rosatom abarca más de 250 empresas e instituciones científicas, incluyendo todas las empresas nucleares civiles de Rusia, las instalaciones del complejo de armas nucleares, las organizaciones de investigación y la única flota de propulsión nuclear en el mundo. Y ocupa una posición principal en el mercado mundial de tecnologías nucleares», explica Scalambrini.
Esta empresa ha demostrado que el gobierno brasileño esta dispuesto a construir, operar y financiar inversiones en centrales atómicas en el país. «A través de estos acuerdos, la compañía rusa recibiría acciones de las plantas nucleares, proporcionando conocimiento técnico y financiamiento, construiría las unidades y de la misma forma operará dichas instalaciones».
«Sin duda alguna representan negocios multimillonarios y es fundamentalmente el dinero que mueven los intereses. Cada 1000 MW costará 5 billones de dólares», sostiene Scalambrini. «Toda esta presión para la construcción de plantas de energía nuclear, lamentablemente es hecho en detrimento de los intereses reales de las generaciones actuales y futuras. Es inaceptable que la decisión de construir centrales nucleares en el país sea hecha en un mero balance de negocios, sin la seguridad necesaria de la vida de las personas», afirma.
Para que otras naciones pueden desarrollar estos negocios en suelo brasileño es necesaria una serie de cambios en la Constitución Federal de 1988 de este país. El articulo 21, fracción XXIII, y el 177 garantizan el monopolio de la Unión para toda la cadena de uranio, esto implica la minería y la generación de energía eléctrica.
Países contra la energía nuclear
La decisión del gobierno brasileño sigue una dirección contraria de gobiernos europeos, tales como Francia y Alemania, que, después del colapso de las plantas nucleares de Fukushima en el año 2011, fuera de control hasta el día de hoy, han abierto un debate y, bajo la presión de la sociedad, han decidió no invertir más en nuevas centrales nucleares.
El parlamento francés adoptó definitivamente una ley de transición para reducir el uso de la matriz de energía nuclear en la producción de electricidad. Hasta el año 2025, la participación de la matriz nuclear en la producción de electricidad debe reducirse hasta un 50% y 75%. Con 19 centrales, Francia con su sector nuclear es posicionado el segundo el mundo. Su economía depende de la energía nuclear como ningún otro país para su consumo de electricidad, casi el 75% de las necesidades de abastecimiento provienen de este sector.
La industria nuclear francesa, incluso antes del anuncio de la reducción, ya enfrentaba dificultades. Su grupo industrial dominante Areva, que apuesta en el negocio nuclear brasileño, informó de una pérdida de casi 5 millones de euros en el año 2014 y por tanto deben cerrar entre 5 a 6 mil puestos de trabajo.
Alemania declaró en el año 2011 que cerraría todas sus centrales atómicas de producción comercial de electricidad hasta el año 2022. De acuerdo con la Articulación Antinuclear Brasileña, el gobierno alemán justifica la decisión, alegando problemas de inseguridad.
A ellos se suman Austria, Bélgica, Suiza, Italia (por decisión unánime, donde más del 90% de la población votó contra la instalación de nuevos reactores nucleares en su territorio) quienes revisaron los planes para la instalación de nuevas plantas de energía y decidieron distanciarse de la energía nuclear.
Alemania rompe acuerdo nuclear con Brasil
En 27 de junio de 1975, en pleno auge de la dictadura militar brasileña, fue firmado el «acuerdo de cooperación para uso pacífico de energía nuclear Brasil-Alemania», que entró en vigor el 18 de noviembre del año 1975, con vigencia de 15 años. Además de cooperación científica, el contrato estableció el uso de la tecnología alemana para construir en Brasil, hasta ocho plantas de energía nuclear, una planta de procesamiento de combustible atómico y una de enriquecimiento de uranio.
Cada 5 años, si ninguno de los dos países oficialmente denuncia el tratado, hasta un año antes de la fecha fijada para su renovación, el acuerdo se renueva automáticamente. Una articulación internacional de organizaciones de Brasil y Alemania crearon una campaña contra la continuación del acuerdo. En noviembre del año 2014, el gobierno de Alemania rompió el tratado, que se extinguió el pasado 18 de noviembre del presente, proponiendo al gobierno brasileño centrarse en la explotación de recursos energéticos renovables.
El gobierno alemán no avaló préstamos para la construcción de la central nuclear de Angra 3, por no presentar las condiciones de seguridad necesarias.
Cultura del secreto
Aunque ya ha comenzado la disputa por el mercado nuclear brasileño, la información para la sociedad sobre los planes del gobierno son extremamente escasos. «Las noticias que son publicadas por la prensa son a menudo desencontradas. Hay poca información del gobierno sobre el tema de seguridad, de los procesos de la implementación, modelo de gestión, así como de las zonas elegidas para la construcción de estas plantas de energía nuclear. La cultura del secreto y la falta de transparencia prevalecen las cuestiones relativas al tema de las plantas nucleares», dice el profesor.
El departamento de prensa del Ministerio de Minas y Energía, al ser interrogado por el equipo de este reportaje sobre la planificación del gobierno brasileño para el sector nuclear, se limitó sólo a responder el número de plantas que se construirán y su energía potencial. «Otras cuestiones están todavía bajo revisión y no hay datos para ser divulgados», afirmó el departamento de prensa.
De acuerdo con Alzeni Tomáz, secretaria general de la Sociedad Brasileña de Ecología Humana, la constitución brasileña respalda la posición del gobierno brasileño. «La ley 4.118/62 en el artículo 27 establece el carácter sigiloso de la actividad nuclear. En eso se basa el gobierno para sostener el carácter de ‘sigiloso’ sobre las acciones nucleares», explica la secretaria.
Planta nuclear en la región del semiárido
En estas tierras se alberga el clima más seco de Brasil. La última sequía duró 3 años. Aquí la mayoría de las comunidades dependen de camiones cisterna para tener acceso al agua, para la higiene personal, para cocinar y para el uso en general. La región es conocida como el Sertão, es el área semiárida más poblada del mundo, con cerca de 17 millones de habitantes. La vegetación predominante es conocida como la caatinga, compuesta por árboles bajos de troncos gruesos. A primera vista estos árboles parecen estar muertos por la sequía, pero con poca lluvia reverdece el follaje despertando la vida en la región.
Uno de los municipios del Sertão la ciudad de Itacuruba, estado de Pernambuco, a orillas del río São Francisco (uno de los principales ríos de Brasil que corta la región), es fuerte candidato para recibir una de las primeras cuatro plantas nucleares, previstas en el Plan Nacional de Energía 2030.
«La terminación de los estudios para la elección de la ubicación de la Central Nuclear de esta región marca el río San Francisco como la mejor opción según los criterios utilizados en el proceso de selección de sitio», afirma Eletronuclear en su página web.
«La ubicación exacta no ha sido oficialmente anunciada. El área seleccionada a orillas del río São Francisco fue mencionada en un documento oficial de la oficina regional de Eletronuclear en Recife, capital de Pernambuco. El área señalada apunta hacia la ciudad de Itacuruba, a 481 km de la capital de este estado, como la primera opción para la instalación de una de las plantas nucleares», explica Scalambrini.
La implementación de termonucleares ha sido motivo de alerta y resistencia para los movimientos sociales, especialmente para aquellos que se esfuerzan por mantener la vida del río São Francisco, afectado ya por numerosos megaproyectos. «Donde quiera que se vaya a implementar la planta de energía nuclear, toda la población de São Francisco se verá afectada. Territorios indígenas, comunidades afrobrasileñas conocidas como quilombolas y comunidades de pescadores que viven de este río», dijo Tomáz.
Tierras sagradas
La zona indicada en Itacuruba forma parte de las tierras sagradas de los indígenas Pankará. «El gobierno hace grandes proyectos y no nos pregunta, para nosotros que vivimos de la tierra, no pregunta de lo que pensamos y lo que queremos. No nos respeta», dice a Lucélia Pankará, líder de los indígenas. Las tierras de los pankará en Itacuruba están en proceso de reconocimiento y demarcación por parte del estado. «Pero, con estos proyectos, este proceso se detuvo», lamenta la jefa indígena.
Una fracción del río São Francisco que baña las tierras de los pankará en Itacuruba ha sido represada desde finales de los años 1980 para la construcción de una central hidroeléctrica. La antigua ciudad de Itacuruba fue totalmente sumergida junto con otras tres ciudades más. Un sinnúmero de personas se trasladaron a vivir a las orillas de lo que hoy es un gigantesco lago, reconstruyendo el nuevo Itacuruba.
Geraldo Leal, indígena pankará, fue una de las casi 20 mil personas que fueron removidas de sus tierras y sus hogares de Itacuruba. «La ciudad era esencialmente rural, producía para toda la región. Yo vivía en una de las incontables islas en el río. La tierra era muy fértil. Plantábamos de todo y todo se daba, fruta, arroz, frijol, papas, cebollas y verduras. Y teníamos peces en abundancia. Lo que sobraba, era para vender. Todo fue inundado con la presa y nosotros quedamos en esta situación, sin tierra. Fuimos expulsados hacia la ciudad», dice Geraldo.
El indígena fue a la ciudad, pero él no podía vivir lejos de su tierra. «Nací y crecí agricultor». El regresó a la tierra de sus ancestros y ahora esta a la espera, junto con su pueblo, de la demarcación de su territorio, amenazada por la posible construcción de la planta nuclear. «Estamos esperando a que las tierras sea reconocidas antes de la creación de la planta nuclear. Nuestra tierra es nuestra historia, nuestra vida, es el registro de todos nuestros antepasados. Como los abuelos van a enseñar a nuestros hijos si estamos dentro de la ciudad, no hay ninguna manera de preservar la cultura. Lo único que nos quedó fue retomar las tierras, antes de la demarcación oficial, porque estas tierras son de nuestros antepasados».
Una versión de este texto se publicó en ⇒ Truthout