Energía y los limites de la naturaleza

Yadira Santos flexiona levemente sus rodillas a modo de escalón en medio de la agitación de las aguas saladas del mar caribe en Honduras, en una playa de la comunidad llamada Río Coco. Ella mira para la reportera y dice con emoción: “vente”. Una tormenta se aproximaba y esta era la única ruta para llegar al destino final, por medio de lancha. Yadira insiste: “Vente, si tardamos más de cinco minutos la tormenta nos agarra de lleno y no lograremos entrar a la comunidad hoy”. No quedó otra opción. La reportera, aseguró su equipo, apoyó uno de sus pies en la rodilla de Yadira, que intentaba dar una estabilidad mínima a la lancha, tomó impulso y se lanzó hacia dentro. Media hora después, todos desembarcaron intactos en Plan Grande.

Plan Grande no es geográficamente una isla. Es una aldea que se localiza en la misma costa del mar caribeño de Honduras. A pesar de estar en el continente solamente es posible llegar en sus tierras por medio de barco o caminando por las veredas por horas entre bosque cerrado. No hay conexiones ni por carreteras, ni por cables. Es decir, la comunidad tampoco está conectada al sistema nacional de energía, cuyo aporte de las grandes represas publicas y privadas es fundamental para este país, representa el 32,8%, según datos del gobierno del 2017.

La comunidad no está conectada y no lo necesita. Posee su propia hidroeléctrica, una pequeña central que genera de forma comunitaria su propia energía. La turbina es pequeña, posee 18 kilovatios de potencia, pero es suficiente para abastecer a 120 casas de la aldea, cerca de 500 personas. La cortina que represa el agua tiene un poco más de seis metros de ancho y la caída del agua no pasa de los tres metros de altura.

Comparación

Mientras Plan Grande tiene una potencia de 18 kilovatios, el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca, en el río Gualcarque en la comunidad Lenca de Río Blanco – cuyo conflicto generó el asesinato de la indígena Berta Cáceres -, tiene 21.3MW de potencia y es considerado comercialmente una pequeña central hidroeléctrica. Este estatus se los confirió uno de sus financiadores, el FMO (Financierings Maatschappij voor Ontwikkelingslanden), de los Países Bajos. La central hidroeléctrica de Itaipú, la más grande de Brasil y segunda más grande del mundo, por ejemplo, tiene una potencia instalada de 14.000 MW.

“Trabajamos con el fluido de agua que viene de la montaña y no es grande. Nuestra lógica como comunidad no es del consumo sin medida, no es la lógica de comercializar la energía, es la lógica de resolver nuestras necesidades más básicas. Así que nuestro consumo se adapta a lo que la naturaleza nos ofrezca”, dijo Oscar Padilla, del patronato de la comunidad. “Lo que proponemos no es dejar de utilizar la tecnología que se creó y se ha creado, pero sí utilizarla de forma responsable y con respeto hacia nuestros ríos y bosques. Porque, sí, la naturaleza tiene limites”.

Como llegó la luz

Los que llegan por primera vez y no son de esta comunidad, en un primer momento, dirían que es imposible llevar las turbinas, generadores, postes, cables, cemento hasta la playa de la aldea en una lancha. Pero este no es el mayor problema, donde se encuentra el pequeño río no hay caminos amplios, sino pequeñas veredas, aquí es donde no cabría, en lo más mínimo, la posibilidad de trasladar todo el equipo necesario hasta el sinuoso camino río arriba, donde se construyó la casa de máquinas y la cortina de la hidroeléctrica.

“Pues así lo hicimos. Y no solamente los hombres, nosotras las mujeres también. Los hombres van a langostear (pesca de langosta en alta mar) buena parte del año. Los que son capitanes van por toda temporada, son 8 meses, inicia en junio y se van hasta marzo. Los que son marines van por tres. Casi toda la juventud se va. Entonces sí nos tocó a nosotras igual trabajo”, dijo dueña Bernarda Baños, de 63 años.

Todo este esfuerzo no se dio solamente una vez. En dos momentos tuvieron el trabajo de llevar las turbinas y generadores a la comunidad en pequeños barcos.

Hasta 2006 los habitantes de Plan Grande utilizaban candiles. Eran candiles a gas. “Y cuando no teníamos dinero para comprar el gas, hacíamos candiles de aceite de coco. Toda esta playa que ves, en toda la orilla había coqueros y de ahí sacábamos el aceite”, recuerda Baños.

En 2006, en una comunidad vecina a Plan Grande, la Betulia, llegó una planta generadora de energía a partir de diesel, donada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). “Supimos que un representante de ellos iban a estar en Betulia. Este día llovió mucho y no pudimos salir por el mar, caminamos por horas hasta llegar allá. Entonces platicamos con él y nos dijo que si nosotros lográramos un helicóptero para llevar los equipos a Plan Grande, ellos nos darían una planta también”, recuerda Dilsia Reyes, del grupo de mujeres organizadas de la comunidad y presidenta del patronato de la comunidad.

Vea cual fue la respuesta de los representantes de la comunidad hacia al miembro de la Aecid:

Sin helicópteros y “utilizando el propio lomo”, como dijo Reyes, la comunidad hizo llegar la planta río arriba y la manejó por cuatro años, hasta 2010. “Teníamos tres horas de energía por día, de las 18h a las 21h. A las 21h todos buscábamos una candela porque se apagaba la planta”, dijo Reyes. Para generar tres horas por día de energía la planta consumía tres galones de diesel y con el tiempo la comunidad ya no pudo sostenerla.

El segundo proyecto de la comunidad fue certero. Luego después de dejar la planta a diesel, la comunidad presentó su necesidad a una organización internacional y logró un financiamiento para instalar una pequeña planta hidroeléctrica.

“Toda la comunidad se reunió para construir el proyecto y dibujar como seria su organización y administración. Hace tres años que tenemos la producción de energía realmente limpia para las 120 casas de la comunidad”, dijo Edgardo Padilla, del Comité de Electricidad, junta administradora del proyecto de energía de Plan Grande.

Edgardo calcula que es posible adquirir todos los aparatos para la generación de energía gastando alrededor de 10 mil dólares y asegura que la manutención del proyecto hidroeléctrico es más razonable. “Antes gastábamos por lo menos 1000 lempiras (USD$42.5) por mes para manutención del sistema, ahora no más de 100 (USD$4.2) lempiras”, afirma Edgardo.

La turbina de Plan Grande es movida con agua recibida por gravedad del Rio San Matías, que forma parte de la Cuenca Fluvial Lis Lis, en la Zona de Protección Forestal Micro Cuencas Matías y Quebrada El Gringo. Parte del agua del Río Matías se desvía de su curso por medio de un tubo de pvc que se conecta con la cortina pasando por la casa de maquina y después regresa al curso normal del río, unos metros abajo. “Fueron realizados estudios para determinar cuanto se podría desviar del río sin causar daños”, explica Edgardo.

“En un principio no conocíamos las turbinas, tuvimos asistencia técnica para manejarlas y también la instalación de la tubería, de la cortina de agua, del sistema eléctrico, cableado, postes. Ahora nosotros mismos nos capacitamos entre nosotros. Instalar transformadores, por ejemplo, ya se queda a cargo de gente de la comunidad. O sea, los problemas no tan complejos nosotros mismos ya logramos resolverlos. La idea es trabajar para que tengamos la autonomía completa”, sostuvo Edgardo.

Cuando se habla de proyecto comunitario estamos hablando de que todo es auto gestionado y auto sostenible, dejó claro Padilla. “Sabemos de otras comunidades que recibieron donación de turbinas y generadores, pero no lograran mantener el proyecto. Entonces trabajamos duro para crear una forma de organizarnos, de manera que toda la comunidad tenga la responsabilidad de la energía que generamos”...

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