Por Santiago Navarro F y David Millan
Derribado en el piso como un bulto inmovilizado, con las manos esposadas y recibiendo la presión de más de 80 kilógramos en su cuello, a través de la rodilla del policía que lo había detenido, con su respiración agonizante y con un gran esfuerzo balbuceó, “no puedo respirar. Me duele el estómago y el cuello”. Hoy, sabemos que éstas fueron las últimas palabras del ciudadano afroamericano George Floyd, de 46 años, quien tenía a su esposa y una hija de seis años. Vivió y murió en Minneapolis, Minnesota, en Estados Unidos.
La muerte de este hombre negro pudo haber pasado desapercibido y haber representado un número más en las cifras de las personas negras muertas por las manos de un policía, pero su muerte incendió las principales ciudades de los Estados Unidos.
Floyd había sido arrestado el pasado lunes 25 de mayo por un supuesto pago que realizó con un billete falso de 20 dólares. Cuatro policías participaron en su detención y, sin haber opuesto resistencia, con las esposas en las manos y en el piso, el oficial Derek Chauvin colocó su rodilla en el cuello del detenido al menos por ocho minutos hasta dejarlo inconsciente, posteriormente fue trasladado a un hospital, pero ya había fallecido.
Una persona testificó el momento preciso en el cual el oficial Chauvin, y sus tres compañeros observando, provocaba la muerte de Floyd. Por lo que decidió subir un vídeo en las redes sociales con el registro de los hechos. Pronto se viralizó, y al día siguiente, cientos de jóvenes, universitarios y jóvenes secundarios en su mayoría, salieron a las calles. Poco a poco se fueron sumando más personas. Las protestas se amplificaron, y en sus primeros dos días, se extendieron provocando sabotajes y ocupaciones de varios negocios.
La rabia era tal que, al tercer día de manifestaciones continuas, el jueves 28 de mayo, incendiaron la comisaría del tercer distrito policial de Minneapolis tras haber forzado la retirada completa de sus elementos. Chauvin y los tres policías quienes participaron en la detención de Floyd pertenecen a este distrito, y fue en esta zona donde el oficial mató al afrodescendiente.
Para la hermana del hoy occiso, no le cabe la menor duda de que esta acción no fue aislada y que es claro que tuvo un tinte de racismo, el cual sufre constantemente la comunidad negra en este país y sostiene con firmeza, “ellos asesinaron a mi hermano, él lloraba pidiendo ayuda”, pero incluso los tres policías que ayudaron a derribar a Floyd sólo observaban la acción como algo normal.
Diversos medios de comunicación hicieron eco de las declaraciones del gobierno al catalogar estas protestas como “aisladas” y que solo buscaban provocar “actos vandálicos”, pero las protestas se han sostenido por ocho días continuos hasta este 3 de junio y se han extendido en más de 140 ciudades de los Estados Unidos.
Mientras tanto, la casa Blanca, donde vive el mandatario de este país, Donald Trump, amaneció cercada con vallas de metal y con centenas de elementos de la Guardia Nacional.
En entrevista para Avispa Midia, Ryan Strand, un militante de Minneapolis, dijo que las acciones , “en muchos casos, de destrucción, era atacar objetivos bien pensados. Muchas son corporaciones que ofrecen trabajos de salario mínimo sin posibilidad de progresar”, señaló el manifestante.
Ryan asevera que el coraje mostrado por el asesinato de Floyd, se expresa hacia el sistema económico en su conjunto, por ello, entre las acciones realizadas, ocuparon “un hotel de lujo y dejaron entrar a más de cien personas sin casa a vivir ahí. Hay gente haciendo guardia todavía, cuidando y alimentando a esta gente”, señaló el activista.
Pero para Diego Taylor, un joven estudiante que participó desde las primeras protestas, asegura que fue la rabia la que se desbordó, sí, por la muerte de Floyd, pero también la rabia por “este sistema que está caduco junto con todas sus instituciones. Por ello, quemar la comisaría, condominios nuevos y otros edificios fueron actos simbólicos de una sociedad que está cansada. Cansada de este sistema que gobierna bajo una violencia sistemática, desde el policía que te puede asesinar por ser negro, latino, gay o indígena, hasta el costo de los alquileres, que son exorbitantes. Esta es otra forma de violencia, porque ha empujado a vivir en las calles a miles de personas”, dijo para Avispa Midia el manifestante.
La revuelta se extiende
En el transcurso de una sola semana esta rebelión, que surge en la ciudad de Minneapolis, se ha convertido en un levantamiento que no solo se ha expandido en la mayoría de las ciudades de este país, sino que también comienza a contagiar a otros países, como en Paris, Francia, donde han reivindicado la muerte de Floyd.
En los Estados Unidos las revueltas más nutridas, fuera del epicentro, han tenido lugar en Nueva York, Seattle, Oakland, Washington DC, Richmond, Portland, y Los Ángeles. Pero incluso diversas comunidades pequeñas y rurales han realizado también acciones de protesta como manifestaciones en las calles y ataques contra las fuerzas policiales.
Sin duda alguna la oleada de estas protestas es la más intensa de las últimas décadas. No se había visto algo así en los Estados Unidos desde 1968. “Ni siquiera en aquel año, en el cual asesinaron a Martin Luther King, un líder del movimiento para los derechos civiles de los afroamericanos, se movilizó a esta velocidad y con tanta generalización en tantas ciudades”, declara Ryan.
Otro activista que se sumó a las manifestaciones en Atlanta asegura que la multitud era nutrida, principalmente, por jóvenes desde nivel secundaria, hasta nivel superior. “Es una generación que está harta y que ha perdido credibilidad en las instituciones de gobierno, en el sistema electoral y en todo lo que se ha acumulado. Como la crisis económica, el desempleo, el cambio climático. Hay insatisfacción con el gobierno, la educación, la salud, la gente quiere romper con todo esto. Creo que esto es en todo el mundo, es el sistema capitalista lo que se cuestiona”, dijo el manifestante que por seguridad solo se presentó como Casper.
“Terrorismo doméstico”
El país que más de una vez se ha vanagloriado de respetar los derechos humanos, la libertad y la democracia, cómo si fuera una situación de amenaza externa, Trump, anunció este lunes (1) que había recomendado a los gobernadores de las principales ciudades donde las protestas se han agudizado, hacer uso de la Guardia Nacional, “para acabar con los disturbios, el caos, la violencia y la destrucción”.
Es así que la Guardia Nacional ordenó sumar 12 mil soldados más a los 5 mil que ya se habían desplegado desde el domingo 31 en las principales ciudades donde se agudizaron las protestas. Pero también se anunció que 67 mil elementos de la Guardia Aérea y del Ejército están preparados para contener las protestas que van en aumento en más de 23 estados, además de Washington, DC.
A esto se suma la declaración de un toque de queda diaria en diversos estados y ciudades de este país y, aunque estas medidas represivas han golpeado fuertemente la fuerza de esta insurrección, en algunas partes aun no se han podido contener y disolver.
“Ni en el momento más álgido de la pandemia del Coronavirus (Covid19) se movilizaron tantos militares a esa velocidad como lo hacen ahora”,
SEÑALÓ PARA AVISPA MIDIA EL PERIODISTA ARMANDO CARMONA, QUIEN HA ACOMPAÑADO LAS PROTESTAS EN CALIFORNIA.
Aun con mayor presencia militar, “ni el sabotaje, ni las ocupaciones, las protestas pacíficas, la destrucción de negocios, los vehículos policiales incendiados se han podido contener. Ni mucho menos los cuestionamientos hacia las instituciones de la supremacía blanca”, agrega Ryan.
“Los manifestantes han tenido que aprender rápido de las tácticas que surgieron en el último año en Hong Kong, Chile, y otras partes del mundo. En Seattle, por ejemplo, la gente está usando conos de tráfico y agua para extinguir las bombas de gas lacrimógeno, mientras otros se resguardan contra el gas pimienta con paraguas,” dijo para Avispa Midia una joven manifestante que prefirió mantenerse en el anonimato por cuestiones de seguridad.
Desde el pasado domingo (31), Trump, en su cuenta de twitter señaló a las protestas como un movimiento “¡ANTIFA!”, catalogándolas como “una organización terrorista”, un concepto que había sido usado exclusivamente para amenazas externas de los Estados Unidos.
Pero lo que tal vez no dimensiona el mandatario de este país es que una buena parte de la población estadounidense esta en desacuerdo con el autoritarismo de su gobierno y de las malas decisiones, por tanto, esta gente también podría ser considerada como ANTIFA.
“Cualquiera que esté en contra del fascismo y del autoritarismo puede ser catalogado como ANTIFA, porque esta palabra es una abreviatura del Antifascismo. Pero al categorizar con este término a los manifestantes o cualquiera que está en desacuerdo con el gobierno y sus instituciones, es catalogado como enemigo del Estado, como terrorista doméstico y así, se crea un enemigo interno que puede ser cualquier persona que está en contra de este gobierno”, comparte Carmona.
Antifa, según el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, no tiene una organización nacional ni un líder. El servicio parlamentario la describe como una entidad “descentralizada, radical, de grupos o individuos afines”.
Aunque el antifascismo surge en el siglo XX en Italia en rechazo al Partido Nacional Fascista de Benito Mussolini, que llegó al poder en 1922. Luego se extiende contra el nazismo en la Alemania Nazi y así fue evolucionando tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Hoy diversas organizaciones, colectivos y procesos organizativos, así como individuos por todo el mundo se asumen como antifascistas.
Pero la mezcla entre “Antifa” y “terrorismo Domestico”, da por hecho que cualquiera que se asuma como antifascista es catalogado en automático como terrorista y amenaza para los Estados Unidos.
“Hay supremacistas blancos que han asesinado en masa a diversas personas. Por ejemplo, en El Paso (Texas) hubo un supremacista que mató a casi 20 personas. Cerca de San José (California) también otro supremacista realizó otra matanza. Pero existen clasificaciones distintas para la categoría de “terrorismo doméstico”, depende a quién beneficia. Por ejemplo, para las acciones de la supremacía blanca no cabe esta tipificación, ellos no son enemigos, no son terroristas. Pero en este caso como se trata de la comunidad afroamericana y contra la violencia policial, pues ya encontraron un enemigo y en este caso es, todo aquel que no esta de acuerdo con estas acciones racistas”, agrega el periodista Carmona.
Strand advierte que este enemigo interno se recarga principalmente hacia la juventud negra, “que es la que está dando rumbo a este movimiento”.
Pero no hay que perder de vista, dice otra joven manifestante que solo se ha presentado por seguridad como Irene, que, “con la fabricación de este enemigo también buscan dividir el movimiento y justificar una violencia y represión más severa, sobre todo contra las poblaciones no blancas, pero también hacia cualquier proceso organizativo”.
El oportunismo
Es claro que tras las manifestaciones realizadas en las más de 140 ciudades de Estados Unidos no hay una organización vertical o líderes que conduzcan el rumbo de estas expresiones de resistencia. Pero sí hay lazos de colectividad y solidaridad que comparten los manifestantes, además del descontento y el desprecio hacia un sistema senil que comienza a mostrarse debilitado.
“La gente que hemos salido a las calles buscamos otra cosa, no nos interesan sus disputas políticas, pero es seguro que intentarán montarse en esta resistencia, por ello, tenemos que trabajar más en nuestra organización trazando alternativas a seguir”, comparte Casper.
Mientras tanto, el domingo pasado apareció de forma improvista el candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Joe Biden, en una protesta de Wilmington, la ciudad donde reside. Más allá de las palabras que pudo compartir con los manifestantes y la prensa, “es un claro oportunismo político y esto es lo que pasará con diversos políticos que intentarán usarnos como moneda de cambio. Pero de nosotros depende el rumbo que le daremos a este momento histórico”, argumenta Taylor.