México: en Michoacán ha pasado un año desde la muerte del niño Hidelberto, los asesinos siguen impunes

Por Alejandro Amado y Heriberto Paredes

Se cumple un año y la justicia no llega para Hidelberto Reyes, niño de 12 años que fue alcanzado por una esquirla de arma de fuego cuando regresaba de comprar pañales en la encargatura de Ixtapilla, comunidad de Ostula municipio de Aquila, Michoacán, justo en el momento en que policías, militares y marinos liberaron la carretera federal 200 del bloqueo que mantenían sus pobladores. Esto sucedía gracias a la detención del comandante de su policía comunitaria, Cemeí Verdía, a quien acusaron de –entre otros delitos– portación de arma de uso exclusivo del ejército.

Antes de tener cualquier estudio de balística, el Grupo de Coordinación Michoacán afirmaba que no había sido el Estado y que los militares dispararon al aire. No obstante, el inmueble donde el menor fue alcanzado por las balas presentaba boquetes de arma de fuego y otras cuatro personas, varios menores entre ellos, también resultaron heridos tras la embestida de las fuerzas armadas contra los comuneros que mantenían el bloqueo en exigencia de la liberación de Verdía.

A un año de los hechos la averiguación previa 129/2015 continúa sin arrojar resultados, pobladores y defensores de derechos humanos han señalado que el ejército ha entorpecido las investigaciones y no ha podido establecer el calibre de la esquirla de bala que alcanzó al menor Hidelberto Reyes.

A pesar de negar los hechos en un inicio, el Grupo de Coordinación Michoacán aceptó –posteriormente– que el ejército realizó disparos, pero afirmó que fueron al aire y responsabilizó a «hombres armados ocultos en la maleza». No obstante, en varios vídeos recopilados por la comunidad y difundidos en redes sociales por medios de comunicación independientes, se puede ver que en repetidas ocasiones los militares levantaron sus armas en contra de la población.

La comunidad de Ostula, desde aquel 19 de julio de 2015, no ha dejado de exigir el castigo a los responsables y la atención médica adecuada, así como la reparación de daños para las personas afectadas por las agresiones que tanto marina como ejército y diversos cuerpos de policía ocasionaron. Es de resaltar que además de las exigencias puntuales, la comunidad nahua ha denunciado el contubernio de las fuerzas del orden con el crimen organizado, específicamente con los Caballeros Templarios, ya que en el momento del ataque referido se identificaron a varios miembros del cártel en los vehículos oficiales.

La agresión de hace un año se suma a los 34 asesinatos y 6 desapariciones forzadas que representan una herida aún no cerrada para la comunidad. En la actualidad la región se encuentra en calma, no se ha registrado ningún otro incidente y el comandante Cemeí Verdía fue exonerado por falta de elementos el pasado 24 de diciembre de 2015. A pesar de ello, las y los habitantes de la comunidad no descartan que nuevas agresiones vuelvan a darse, ya que esta comunidad organizada representa un impedimento para la concreción de proyectos de explotación minera (un total de 28 concesiones aparentemente ya están aprobadas) y de infraestructura para convertir esta zona en un complejo turístico de lujo, lo que implicaría la construcción de la autopista Manzanillo-Lázaro Cárdenas y una serie de hoteles.

Tanto los grupos de autodefensa como la policía comunitaria del municipio de Aquila y de los vecinos de Chinicuila y Coahuayana han reducido al máximo los niveles de delincuencia por lo que ahora se respira un aire distinto a aquellos años en donde era el crimen organizado el ambiente impuesto para todos. En el contexto nacional, hoy, además de cumplirse ya 1 año de estos hechos aún no aclarados se suma el mes que ha transcurrido desde que otros ataques contra la población desarmada, en Nochixtlán y la ciudad de Oaxaca, causaron conmoción internacional, demostrando que los niveles represivos aumentan cada día más, así como el violento desalojo del bloqueo carretero que mantenía la CNTE en San Cristóbal de las Casas, Chiapas y del cual, al cierre de esta publicación, no se había determinado con exactitud el saldo de la violencia.

A manera de conmemoración, la familia de Hidelberto, la policía comunitaria de Ostula y varias decenas de habitantes de la comunidad se reunieron en la encargatura de Ixtapilla, muy cerca del lugar en donde el pequeño fue asesinado. Se le rindieron homenajes y se colocó un altar a la usanza de las costumbres de la comunidad, hubo una intervención musical de una agrupación comunitaria, misma que aporta estas intervenciones en ceremonias religiosas. Muchos niños y niñas que conocían a Hidelberto se reunieron en torno a este altar. La ceremonia fue discreta para honrar su memoria.

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