En medio de violencia que desborda Chiapas, Modevite celebra una década en la defensa de los territorios

En el marco de su 10 aniversario, miembros del Movimiento en Defensa de la Vida y el Territorio marchan por la carretera que lleva de la comunidad tzeltal de Patria Nueva hacia la ciudad de Ocosingo. Foto: Aldo Santiago

¡Llega la mañana, pero todavía es de noche! La frase, repetida por un religioso jesuita, recibe las respuestas de un coro juvenil frente el atrio de la iglesia en el pueblo Patria Nueva, municipio de Ocosingo, territorio recuperado tras el levantamiento zapatista del año 1994.

Niñas y niños corretean, gritando en júbilo. Mientras, adultos escuchan atentos y ancianos descansan tras una breve, pero vigorosa peregrinación por las calles de la cabecera municipal hacia el pequeño poblado tzeltal.

Las y los presentes están congregados para celebrar el décimo aniversario del surgimiento del Movimiento en Defensa de la Vida y el Territorio (Modevite). Esta organización aglutina a comunidades choles, tzeltales, tzotsiles y mestizas de 13 municipios chiapanecos, pertenecientes a las regiones de los Altos, Selva y Sierra Madre.

Miembros del Modevite se congregan en el atrio de la iglesia del poblado tzeltal Patria Nueva, en el antiguo Caracol zapatista 10, municipio oficial de Ocosingo. Foto: Aldo Santiago

Arriba, en el templete, las y los jóvenes comparten las denuncias, una a una, de las agresiones que atraviesan su cultura, sus cuerpos y territorios. “¡Centinelas!”, gritan, alertando sobre la violencia, discriminación y despojo contra sus pueblos.

“Tenemos estas dos certezas”, complementa el jesuita. “No podemos negar que vivimos en el tiempo de la noche, no podemos negar que hay muerte, que hay economías que matan, que roban, que explotan, que hay crimen organizado, que hay ataque contra las mujeres, que hay tiempo de los migrantes (…) no tenemos respuestas para toda la noche, pero somos una comunidad que también tiene otra certeza: que viene la mañana, que el amanecer existe”, sostiene ante la escucha atenta de las y los presentes.

Mediante actividades políticas, culturales y religiosas, las y los participantes de la celebración recuerdan el origen de su organización, cuyo nacimiento, hace 10 años, respondía a las denuncias para combatir el alcoholismo dentro de las comunidades, la violencia contra la mujer y la imposición de la súper carretera San Cristóbal-Palenque.

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“En aquél entonces era delante de la corriente neoliberal depredadora de la Madre Tierra y de los pueblos indígenas; era clara la complicidad gobierno-empresa para implantar proyectos extractivos en el territorio”, rememoran mediante comunicado difundido en el contexto de los festejos.

Desde su origen, en noviembre del año 2013, Modevite ha sido una voz permanente en la lucha de pueblos de Chiapas para defender sus territorios, así como por la exigencia del respeto y reconocimiento de su autonomía y libre determinación.

Actualmente, en un estado violentado por la militarización y la actuación de grupos del crimen organizado, Modevite asevera ser una resistencia y opción de lucha desde la no violencia, como ha demostrado a lo largo de su existencia por medio de acciones como las peregrinaciones y en su promoción del ejercicio de gobiernos comunitarios en Chilón y Sitalá, al norte de Chiapas.

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“Desde hace tiempo que el gobierno nos maltrata y quiere extraer la riqueza de nuestros recursos naturales, ahora el crimen organizado está despojando nuestro territorio. Por eso hay que caminar y estar unidos todos. Se ha sembrado una semilla y un recuerdo. Esperemos que lo que se sembró dé fruto”, comparte Alejandro Hernández, autoridad de la comunidad de San Pedro Toniná, sobre los desafíos y logros a una década de organización comunitaria.

Después de la peregrinación del día 24 de noviembre se llevó a cabo un momento de reflexión colectiva donde, tanto mujeres, hombres, niños y niñas así como jóvenes y jóvenas reflexionaron sobre todo lo que se ha logrado a lo largo de estos diez años de lucha. Alicia nos cuenta un poco sobre su perspectiva de lo que han vivido las mujeres en cuanto a desafíos, retos y logros. Video realizado por equipo de comunicación en apoyo al Modevite.

Las voces congregadas en el Modevite denuncian que los territorios y comunidades en Chiapas padecen el despojo de la paz por la imposición de la violencia del crimen organizado, situación que, a su parecer, no solo responde a la incapacidad de las autoridades gubernamentales, “sino porque proliferan los narcogobiernos en la región”.

El Modevite promueve la resistencia de la no violencia contra megaproyectos que amenazan sus territorios. Foto: Aldo Santiago

Ante esta situación, demandan el cese a la violencia criminal y política, y todas las formas de violencia, sobre todo las que afectan de manera desproporcionada a las mujeres indígenas. También expresan su rechazo a megaproyectos que amenazan los territorios de pueblos indígenas, tales como el Tren Maya, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y la autopista San Cristóbal de las Casas-Palenque.

En el corazón

Entra las actividades del festejo se consideró un espacio para que las y los acompañantes del Modevite compartieran información sobre sus trabajos. De esta manera, académicos del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (Cesmeca) presentaron un análisis cartográfico de la conflictividad en Chiapas.

Gabriela Fenner, encargada del Laboratorio de Cartografía Crítica explicó el contenido de un mapa en el que ubican luchas en el sureste mexicano que se articulan dependiendo las amenazas que se ciernen sobre sus territorios. Así, por ejemplo, en Veracruz, comunidades resisten a los daños de la explotación petrolera y en la península de Yucatán luchan contra la devastación del “tren maya”.

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“Chiapas en sí, y los municipios del Modevite, están en un corazón, están en una zona muy especial, estratégica, no solo para este gobierno, sino para la economía mundial”, resaltó la geógrafa sobre la relevancia de estos territorios para el sistema capitalista.

Para Pablo Uc, miembro del Observatorio de las Democracias, sur de México y Centroamérica (Odemca), la resistencia de una década del Modevite es referente ante la continuación del reordenamiento en el sureste por medio de los megaproyectos de la autodenominada “cuarta transformación”.

Pablo Uc, miembro del Odemca, señala los megaproyectos ubicados en el mapeo realizado en colaboración con el Laboratorio de Cartografía Crítica. Foto: Aldo Santiago

Tal es el caso del Corredor Interoceánico, en el Istmo de Tehuantepec. Ahí, donde en la administración pasada se hablaba de las Zonas Económicas Especiales, es el lugar codiciado, desde hace más de un siglo, para consolidar infraestructura que conecte a los mares que permitan la exportación de productos a los mercados de Norteamérica, Europa y Asia.

Según Uc, atravesar ese territorio, lleno de riqueza y biodiversidad, es convertirlo en un corredor para extraer mercancías, donde las personas mismas son convertidas en mercancías y se acentúa la industria de hidrocarburos. “Nos está rodeando, porque frente a ello encontramos cómo se vincula a un gran segundo proyecto, que es el tren maya”.

Fenner, por su parte, enfatiza que las luchas en el sureste mexicano son estratégicas, “y por eso es importante mirarnos y tejernos con otras resistencias. Están ahí también defendiendo los territorios, sobre todo defendiendo la cultura”, resalta. “La lucha puede ser distinta, pero la esencia es la misma (…) volvimos a poner los territorios del Modevite, sobre todo para decirles: no están solas, no están solos, hay otras y otros que están también luchando en otras partes de México y están cerca”.

Frente a la violencia, renovar la defensa

El fogón abrasa la tarde mientras una tenue lluvia rocía el campo. En medio de la celebración, conversamos a un lado del fuego con Dania Martínez, directora del Centro de Derechos Indígenas A.C. (CEDIAC), quien reflexiona sobre la violencia del crimen organizado que ha tomado fuerza en las comunidades chiapanecas.

Martínez destaca que, pese a estas dificultades, la actual celebración tiene como objetivo mantener la esperanza del camino andado durante una década. Así, recuerda que desde enero de este 2023, mediante rezo y ayuno en el municipio de Yajalón, comenzó el proceso de reflexión con el objetivo de “evaluar los frutos” del Modevite.

“Necesitamos renovar la estrategia de defensa del territorio”, es una de las conclusiones que comparte Martínez. Ella argumenta que no pueden continuar con los mismos modos de lucha que hace 10 o 30 años, menos aún cuando existen situaciones como las que se desarrollan en el municipio de Chicomuselo, cerca de la frontera sur con Guatemala.

Elementos del ejército mexicano que patrullan las calles de Ocosingo observan el contingente de Modevite durante su peregrinación en la ciudad. Foto: Aldo Santiago.

En este territorio, explica, no se puede exigir un alto a la extracción mineral, pues el gobierno se defiende aduciendo que no otorgó concesión y la empresa se excusa de no estar trabajando en la mina. “Ahora, quien está saqueando el territorio, las minerías, los recursos naturales, es el crimen organizado (…) son los que custodian las puertas de las minerías y acompañan en el traslado del producto que sacan”, denuncia Martínez.

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Chicomuselo, hoy es sinónimo de tragedia, una que se desarrolla con la complicidad criminal de grupos armados, el ejército, la Guardia Nacional y autoridades de los distintos niveles. Así lo describen las y los integrantes de Modevite de aquel municipio, quienes enviaron un comunicado en el que denuncian la agudización de la violencia y explican su imposibilidad para asistir a las celebraciones debido al estado de sitio que se vive en el municipio de la frontera sur.

En el documento, leído durante la peregrinación a través de las avenidas de Ocosingo, detallan que existen controles, en las entradas y salidas del municipio, por parte de grupos armados quienes realizan revisiones exhaustivas, violentan físicamente a la población y no les permiten salir de la comunidad.

Integrantes del Modevite realizan una pausa en su peregrinación por Ocosingo para leer el comunicado enviado por las y los habitantes de Chicomuselo

También denuncian que, en las últimas semanas de noviembre, familias de la comunidad de “El Pacayal”, municipio de Bellavista, fueron desplazadas violentamente de sus hogares. Ante ello, han buscado refugio en comunidades vecinas donde se les ha dado alojamiento. Esto ocurre, pese a las dificultades de conseguir víveres en la región, debido al bloqueo de los caminos por parte de grupos armados.

Además, los enfrentamientos no cesan. Destacan lo sucedido el 22 de noviembre cuando chocaron grupos armados en San Francisco, municipio de Siltepec. “Personas que vivieron esta situación comparten que fue el ejército y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) quienes entraron a la comunidad para emboscar al Cártel de Sinaloa (CDS) y que tiraron gases lacrimógenos para que la gente saliera de sus casas, tiraron bombas y resultaron 8 heridos”, explican en el documento.

En el comunicado alertan que prevalece la intimidación y amenazas a sus comunidades por el saqueo y explotación minera. También señalan que el crimen organizado presiona a las autoridades ejidales para que las personas participen en bloqueos. “Algunas comunidades están resistiendo también a ser usados por el CDS y están organizándose libremente para cuidar la comunidad, hay insistencia de los líderes de organización a que los ejidos se unan al CDS para hacer frente al CJNG y al ejército”, denuncian.

Esta situación es reiterada. El pasado domingo (17), mediante escrito, alertaron que pobladores de dos comunidades de Chicomuselo han sido amenazados de reclutamiento forzado por parte de la organización social “El Maíz”, presuntamente vinculada a células del criminal organizado. 

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Pese a la crisis de inseguridad, las y los pobladores de Chicomuselo se posicionaron por recuperar su capacidad organizativa para hacer frente, “desde nuestras pequeñas acciones, a toda esta ola de violencia que vulnera la vida de nuestros pueblos”.

“Lo que nos salva y nos mantiene en esta lucha, es la espiritualidad”, comparte Dania Martínez sobre la fortaleza que entrecruza elementos de la cultura maya y la no violencia. “Yo veo una conexión muy fuerte también con la espiritualidad de la Madre Tierra, es la que nos da de comer”, sentencia y recuerda que, durante la planeación de los festejos, muchos se cuestionaron dónde debían acudir para rezar.

Miembros del Modevite subieron al cerro donde nacen las fuentes de agua que abastecen al poblado tzeltal de Patria Nueva. Foto: Aldo Santiago

Pero para la mayoría fue claro: “queremos ir al cerro, porque cuando nos ha tocado desplazarnos, porque nos despojan del territorio, quien nos ha acogido es el cerro, quien nos ha dado de comer, es el cerro, entonces, vamos a ir a agradecerle que, en medio de nuestro dolor, ellos nos han acogido, la Madre Tierra y el cerro”, comparte.

Persistencia

Don Roberto, un anciano proveniente de Huixtán, se regocija participando en los actos que convoca el Modevite, pues encuentra en ellos el motor para continuar con la defensa de su territorio. “Vengo aquí a defender mi pueblo, mi comunidad, porque allá hay dos ríos que están amenazados para hacer represas”, cuenta con semblante alegre.

Como religiosamente lo realiza, participa en las movilizaciones convocadas desde la época en que el proyecto de la autopista San Cristóbal-Palenque amenazaba su comunidad. Mientras marcha, toma fotografías y grita consignas para demandar a los gobiernos el respeto a sus territorios, bosques y a su libre determinación.

Don Roberto recupera su aliento postrado a un costado del mural que retrata al Subcomandante Pedro, en el recinto que funge como sede del Colectivo de Gobierno Autónomo Zapatista de la Región Resistencia. El anciano recuerda aún a aquellos pocos, integrantes de un puñado de parroquias del estado, que se reunieron en asamblea en Bachajón en el 2013 y que fungieron como promotores para la conformación del Modevite. “De ahí empezamos las peregrinaciones”, sonríe rememorando las acciones mediante las cuales consiguieron detener la construcción de la “súper autopista”.

Tras el camino recorrido, Don Roberto se lamenta cuánto tiempo más podrá participar en las movilizaciones. “Me duele mi pie, ya no puedo caminar”, comparte con pena aunque, pese a las molestias de su condición física, recupera su buen ánimo, alistándose para caminar, cuesta arriba, hacia donde nace la fuente de agua que abastece al poblado tzeltal, lugar sagrado al cual las y los miembros de Modevite se dirigen para ofrendar cantos y rezos.

Antes de partir, nos detenemos a conversar con José Luis Vargas, párroco de la iglesia de San Juan Cancuc. En el municipio tzeltal de los Altos, donde existe una férrea oposición a megaproyectos como la carretera de las culturas y la construcción de presas hidroeléctricas, la respuesta de las autoridades a la organización comunitaria ha sido la represión contra defensores del territorio.

De acuerdo al sacerdote, al control que ejercen las autoridades mediante el condicionamiento de los programas asistenciales, se suma la criminalización de cinco miembros del poblado tzeltal, quienes permanecen recluidos acusados del asesinato de un policía municipal, pese a que la Fiscalía de Chiapas no ha probado con evidencia su participación en el homicidio.

A casi 19 meses de su reclusión, y tras ser sentenciados a 25 años de prisión en mayo de este año, el equipo de abogados del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas presentó una apelación argumentando irregularidades en todo el proceso judicial, mediante la cual consiguieron la anulación de la condena y la reposición del juicio.

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Sin embargo, según Vargas, días después, la Fiscalía recurrió a la viuda del policía para interponer un amparo contra la anulación de la sentencia condenatoria. “Ella solamente pone sus huellas y lo firman 20 abogados de la Fiscalía”, sostiene el párroco, para quien dicha estrategia es un recurso de las autoridades para obstaculizar su libertad y defenderse ante las denuncias que se han hecho públicas por la fabricación de delitos contra los defensores del territorio.

Acorde a Vargas, esta circunstancia ha menguado la capacidad organizativa de los pobladores tzeltales en San Juan Cancuc. “Hay temor a unirse y organizarse”, lamenta el párroco, quien vislumbra mayores desafíos ante la designación de Eduardo Ramírez Aguilar como candidato del partido Morena a la gubernatura de Chiapas. “Si queda de Gobernador va reaperturar este proyecto de la súper carretera San Cristóbal-Palenque”, reflexiona debido a la labor que Ramírez impulsó para concretar su construcción cuando era funcionario en la administración del gobernador Manuel Velasco Coello.

Autonomías en construcción

A una década del Modevite, sus miembros celebran los logros y conversan sobre los grandes obstáculos que han encontrado en su caminar. Entre las estrategias que han enarbolado sobresale la reivindicación por ejercer su libre autodeterminación, lo que ha llevado a la creación del Concejo de Gobierno Comunitario (CGC) en los municipios tzeltales de Chilón y Sitalá.

El CGC es una estructura de autogobierno indígena que mantienen activa desde 2018, un año después de que solicitaran al Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC) el cambio de régimen para abandonar el sistema electoral partidista y elegir a sus gobernantes de acuerdo a sus usos y costumbres.

Dentro del Concejo se realizan labores para la promoción de salud comunitaria, educación, justicia y también se fortalece la organización para rechazar injusticias como el pago de las altas tarifas de energía eléctrica, entre otras actividades. Actualmente trabajan también en el fortalecimiento de sus instancias de seguridad debido a la cada vez mayor presencia del crimen organizado.

Entre quienes han vivido la experiencia de un cargo comunitario en el CGC se encuentra Sebastián Hurtado, del municipio de Sitalá, para quien ya no es una opción mantener el sistema electoral partidista debido a que, argumenta, acaba con el lekil kuxlejal (buen vivir) de las comunidades indígenas.

“Ya no existe la democracia, nos está llevando a otro camino, en el camino de perdición, en el camino de guerra, en el camino de conflicto”, comparte acerca del actuar de los partidos políticos y lo que para él representa uno de los mayores problemas: la división del tejido comunitario.

Hurtado recorre con la memoria el proceso para ejercer su autonomía, y resalta que, a pesar de que, desde 2017, presentaron los trámites para el reconocimiento de su libre determinación, a partir del año 2021 no han recibido ninguna respuesta de parte de los funcionarios del IEPC. En cambio, señala que la influencia de los partidos políticos se ha acentuado gracias al uso discrecional que realizan en la población al manipular la entrega de recursos mediante proyectos asistencialistas.

“Los gobiernos actuales, de Morena en Chiapas y federal, están dando mas oportunidad que ganen los municipios (…) es lo que está obstaculizando nuestro proceso como gobierno comunitario (…) Los dirigentes políticos de los diversos partidos, pues están intimidando mucho al pueblo, lo intimidan mucho a quitar el apoyo que está dando el gobierno a los que no participan en los partidos políticos”, denuncia Hurtado.

No obstante las condiciones adversas, acentuadas en el periodo electoral que ya inició rumbo a las votaciones del próximo 2024, para el indígena tzeltal es claro su objetivo: defender el fruto de su trabajo, por lo cual asegura que el Modevite no abandonará esta lucha.

Mientras conversamos, la noche cae y un grupo juvenil danza con elementos del fuego y mediante un ritual maya ofrecen su respeto a la lucha de los pueblos indígenas en Chiapas.

Después, dan paso a la música de marimba. Esta noche es de fiesta.

*Con información producida por el equipo de comunicación en apoyo al Modevite: Centro de Derechos Indígenas A.C., Pluriversidad Yutsilal Balumilal, Proyecto Videoastas Indígenas de la Frontera Sur, Boca de Polen y Satil Film.

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