Lorena Cabnal: Sanar y defender el territorio-cuerpo-tierra

Imagen de Rio Polly Krac

“Nuestros cuerpos como mujeres indígenas están en la linea frontal del ataque cotidiano. Y no es casualidad que en México y Guatemala ocupemos los primeros lugares a nivel mundial junto con Honduras y El Salvador en feminicidios. No es casualidad, eso tiene historia”, denuncia la feminista indígena maya q'eqchi y xinka Lorena Cabnal.

Originaria de Guatemala, Lorena es feminista comunitaria territorial. “Yo no me nombro decolonial. Les cuento: soy feminista comunitaria territorial, porque voy más allá del tiempo colonial. Si me quedo como decolonial, me quedo en los 527 años por acá. Y estoy yendo atrás, a formas milenarias también”, explica.

Con palabras a la vez rebeldes, amorosas y sanadoras, deshila la complejidad de las opresiones y violencias que sufren los cuerpos-territorios de las mujeres indígenas, tanto en el presente como en las memorias ancestrales, e invita a tomar pasos hacia la sanación y seguir luchando por la defensa de los “territorios-cuerpos-tierra”.

Lorena Cabnal participó de la Feria Internacional del Libro de Estudios de las Mujeres y Feminismos (FILMUFE) 2018, en la ciudad de Oaxaca, México.

Los cuerpos como territorios en disputa

En sus análisis, Lorena Cabnal empieza desde el cuerpo porque, como dice, es sobre los cuerpos que han sido construidas las opresiones: en las guerras para el control de los pueblos y territorios, los cuerpos han estado amenazados constantemente. “Esos cuerpos soportan todo y, entonces, se vuelven un territorio en disputa”, aclara.

Como muchos otros, su cuerpo ha sufrido. Ha sufrido la colonización y, con ella, el saqueo y despojo tanto de los territorios como de los saberes ancestrales. “Este cuerpo experimenta un despojo, un saqueo, una imposición de otro tiempo, de otra realidad, de otra interpretación... Este cuerpo ha experimentado la colonialidad, y este idioma que hoy estoy hablando tampoco es el idioma ancestral, sino el idioma colonizante”, explica.

Con la colonización, empezó a sufrir el racismo. “Nunca antes habíamos experimentado de ese lado del mundo, los pueblos, la manifestación del racismo, sino es hasta cuando nos viene desde el otro lado del mar la invasión colonial. Nada de conquista, no hay conquista, es invasión, despojo, saqueo, genocidio, violencia sexual en contra de nuestras abuelas. Y de esas violencias sexuales, muchas de nosotras y nosotros hemos nacido, y el mestizaje se funda en relaciones extremadamente violentas”.

Ha sufrido y sigue sufriendo del sistema capitalista y ahora neoliberal, que quiere apropiarse de todo para sacar ganancias económicas. Quiere adueñarse de la tierra para imponer inmensos proyectos extractivistas en territorios indígenas, que sean proyectos mineros o centrales hidroeléctricas. También quiere apropiarse de la salud de los cuerpos, los cuales están en disputa como propiedad de la medicina occidental que establece que “si quieres estar sana hoy tienes que pagar”.

Como mujer indígena, también ha sufrido una doble opresión patriarcal: la del machismo, del sexismo interno a las comunidades y la que viene de fuera, de los hombres blancos y mestizos quienes desde sus posiciones de poder en los gobiernos, los partidos políticos o las empresas, amenazan a los cuerpos de las mujeres y a sus comunidades. Así, las mujeres y sus cuerpos son blancos de ataques específicos, que sea través del desprecio, del empobrecimiento, de las violencias sexuales que ocurren dentro de las mismas familias y las que ocurren como parte de conflictos armados, o de la indiferencia de los hombres frente a esas realidades.

“No se puede defender el territorio-tierra sin que se defienda el cuerpo de las niñas y las mujeres”

En el contexto actual, los cuerpos de las mujeres están particularmente amenazados. En Guatemala, en 2014 y 2015 fueron reportados 876 y 867 feminicidios respectivamente, según datos oficiales. En 2016, ya eran 1,161 y las cifras siguen aumentando.

Al mismo tiempo, las agresiones sexuales también están en aumento. Entre enero y octubre de 2017, el Ministerio Público (MP) de la nación centroamericana recibió 10.963 denuncias por abuso sexual contra mujeres adultas, adolescentes y niñas, una cifra cercana a las 13.634 de todo el año 2016.

Esa realidad no sólo le corresponde a Guatemala sino a toda las región latinoamericana. Según la ONU Mujeres, 14 de los 25 países del mundo con las tasas más elevadas de feminicidios están en América Latina y el Caribe.

Para Lorena, es necesario luchar en contra de esas violencias al mismo tiempo que se lucha para defender la tierra. "Es incoherente querer salvar el agua, la tierra, sin salvar el cuerpo de las mujeres. No podemos parcializar la vida", expresa.

Cabe señalar que defender la tierra también se ha vuelto algo cada vez más peligroso. La organización Global Witness señala en su informe llamado Defender la Tierra que “La violencia contra los defensores de la Tierra sigue extendiéndose lamentablemente. En 2016, al menos 200 personas comprometidas con la protección del medio ambiente y los derechos de las poblaciones indígenas fueron asesinadas en diversos puntos conflictivos del planeta”. Los asesinatos representan la forma más extrema de violencia de una serie de estrategias utilizadas para atemorizar y silenciar a las comunidades en resistencia, las cuales incluyen amenazas de muerte, detenciones arbitrarias, agresiones sexuales, secuestros o tortura. El informe también menciona que América Latina es la región más afectada, con el 60% de las muertes.

Por eso Lorena Cabnal, junto con sus compañeras en las montañas de Sta. María Xalapán Jalapa, en la parte oriente de Guatemala, empezaron a hablar de la urgencia de defender y recuperar el “territorio-cuerpo-tierra”.

Así relata: “Cuando hablamos de recuperación de territorio-cuerpo-tierra, es porque nosotras, en la lucha que empezamos en el 2007-2008, sentimos que en la lucha cotidiana como mujeres defendiendo el territorio ancestral, los compañeros andaban por otros lados. Estábamos defendiendo la tierras contra la minería – contra 31 licencias de minería que se impusieron en ese momento –, pero cuando hacíamos denuncias de violencia sexual en contra de las niñas o de feminicidios de mujeres indígenas, eso no pasaba por la indignación de nuestros compañeros. Que incoherencia, dijimos. No se puede defender el territorio-tierra sin que se defienda el cuerpo de las niñas y las mujeres”.

La defensa de los territorios-cuerpos-tierra viene entonces como una propuesta de recuperación y sanación emocional y espiritual de las mujeres en lucha, para seguir defendiendo a la vez el territorio-cuerpo y el territorio-tierra.

En los cuerpos y su memoria radica la energía para sanar

Sanar es una necesidad, porque las violencias y los dolores enferman los cuerpos: “viene el momento cuando el cuerpo se viene para abajo”. Cabnal comparte su propia experiencia: “Yo vengo de vivir cuatro intentos de suicidio a mis 16 años. Vengo de vivir muchas formas de opresión que en un momento me dejaron en una situación de victimización, y le lloraba a la existencia, de que para qué había nacido, de que para qué sentía... Y si me preguntas ahora cómo me siento, agradezco tanto a la energía de la vida, a otros cuerpos, a otros seres, a otras dimensiones energéticas de la vida porque estoy aquí. Porque estoy compartiendo con ustedes, con otras comunidades, con otros pueblos.”

Los cuerpos se enferman porque las violencias y los dolores no son pasajeras sino que quedan impregnadas en los cuerpos que atraviesan. “Hay memorias ancestrales de dolor de nuestras madres, abuelas, tatarabuelas, bisabuelas, que no hemos hecho conscientes pero que están impregnadas en nuestras memorias corporales. Luego fuimos gestadas, nacimos, crecimos, y todas esas formas de violencia, el cuerpo las soporta. Hay una cadena que le llamo el acumulado histórico estructural de las opresiones sobre los cuerpos y también sobre la tierra.”

Sin embargo de la misma manera en que los cuerpos y la tierra cargan con dolores, ancestrales y presentes, también llevan su propia medicina. “Hay memorias energéticas para sanar, tenemos eso, traemos eso”. En esos cuerpos-territorios es donde radica la energía para la transgresión, la rebeldía, la resistencia.

Por eso invita a “traer el hilo de la memoria sanadora” de nuestras ancestras, de nuestras abuelas, de nuestras tías. “Yo creo que todos los cuerpos tenemos memoria sanadora, aunque mutilada por las opresiones”, expresa.

Esa memoria sanadora pasa por una (re)-conexión con la espiritualidad a través de las relaciones entre mujeres y con la naturaleza, la tierra, la luna, el sol, las plantas que traen revitalización a los cuerpos.

“No hay un rito, no hay una receta”, precisa, pero hace algunas propuestas. Por un lado, nos invita a juntarnos, a crear espacios de sanación entre mujeres. “Hay que convocarnos con espacios espirituales de mujeres, de comadronas, de sanadoras que nos van a hacer llorar y vomitar el dolor, la rabia, la indignación, todas esas cosas que tenemos ahí, de las opresiones que hemos vivido o de las opresiones que también ejercemos.”

También invita a trabajar con la Naturaleza. “Vete al bosque, vete al campo, mete el cuerpo en los ríos, vuelve a sentir la energía de la tierra calentada por el sol, ve a llorarles tus tristezas a los árboles, contempla las fases lunares. Agradece la existencia que tienes en este aquí y en este ahora, y va para adelante la lucha contra el patriarcado, contra el colonialismo, contra el racismo y ese sistema neoliberal.”

Así es que Lorena Cabnal define a la sanación como un camino cósmico-político. Cósmico por la memoria sanadora de las ancestras y el vinculo con la naturaleza pero también político porque no se trata solamente de sanar para estar bien sino para seguir luchando. “Reivindicar la alegría sin perder la indignación”, como dice.

Y sanar en sí también es un acto “político y consciente”, ya que al decidir liberar las cargas y sacarlas de nuestros cuerpos, resignificamos nuestras existencias y, como expresa Lorena, “eso es una hermosa manera de transgresión en este tiempo que nos tocó vivir”.

Finalmente, sanar es una responsabilidad a la vez personal y colectiva. Sanamos para nosotras mismas y para las generaciones que están por venir. “Eres tú la que decide si quieres cortar esa cadena ancestral de opresiones y liberar esas generaciones”, afirma Lorena Cabnal.

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