Deforestación por agroindustria y minería avanza en Latinoamérica

Foto de portada: Tajo de la minería a cielo abierto en Azacuálpan, Honduras.

De los bosques que originalmente poblaron la Tierra, 80% han sido desmontados, fragmentados o degradados. Hoy en día, los bosques tropicales siguen desapareciendo en todo el planeta a un ritmo acelerado: sólo en el año de 2017 su pérdida fue el equivalente a 40 campos de fútbol por minuto, explica Frances Seymour, del World Resources Institute (WRI). Brasil, la República Democrática del Congo, Indonesia, Madagascar y Malasia sufrieron las mayores pérdidas en ese año.

Un informe intitulado “Global Forest Watch” publicado por el WRI también revela que durante el año de 2018 se perdieron 12 millones de hectáreas de cobertura forestal a nivel global. De esas 12 millones de hectáreas, casi la tercera parte (3.6 millones) eran bosques primarios, y de estos, poco más de la mitad se perdieron en Latinoamérica.

En el continente, Brasil es el país que perdió más bosques con 1,347,132 hectáreas desaparecidas en el último año. Le sigue Colombia con 176, 977 hectáreas perdidas, Bolivia con 154,488 hectáreas y Perú con una extensión de 140,185 hectáreas.

Una catástrofe para el planeta

La desaparición de bosques vírgenes significa la extinción de ecosistemas que albergan una increíble diversidad, árboles de cientos y miles de años y grandes cantidades de carbono.

“Cuando estos bosques se talan, quizás nunca vuelvan a su estado original”,

precisa el reporte.

Como lo aclara Frances Seymour, “la destrucción de los bosques a esta escala es una catástrofe para el clima global. La nueva ciencia muestra que los bosques son aún más importantes de lo que pensábamos para frenar el cambio climático. Además de capturar y almacenar carbono, los bosques afectan la velocidad del viento, los patrones de lluvia y la química atmosférica. En resumen, la deforestación está haciendo del mundo un lugar más caliente y seco”.

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Un desastre para los pueblos indígenas

Las consecuencias sobre las poblaciones locales son también trágicas, ya que la deforestación destruye su entorno y por ende sus formas de vida. De hecho, cada vez son más las personas que tienen que huir de sus territorios debido al deterioro de las condiciones ambientales, volviéndose refugiados climáticos.

Y cuando tratan de defender sus territorios, tienen que enfrentar la represión. “Los pueblos indígenas, cuya presencia está asociada con el mantenimiento de la cubierta forestal, pero cuyos derechos sobre la tierra a menudo no son reconocidos, continúan siendo asesinados cuando intentan proteger sus bosques”, denuncia Seymour.

Para la representante de la organización Global Forest Coalition (GFC), Isis K. Álvarez, la situación está empeorando: “la tendencia va a peor por la entrada de la extrema derecha, que afecta mucho a las comunidades locales (...) y poco se puede hacer porque sus tácticas son muy violentas, de militarización, de represión, de exterminación, por eso es que hay tantos líderes locales asesinados”

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Las responsables: multinacionales de Europa, Norteamérica y China

Los responsables de esa deforestación a gran escala son las grandes industrias del sector agropecuario con el cultivo de soya, la producción de aceite de palma y el ganado, así como la industria minera.

La deforestación es uno de los mayores problemas actuales por la destrucción de biodiversidad, en muchos casos a manos de multinacionales de Europa, Canadá, o China que se dedican a actividades extractivas con la "connivencia" de algunos gobiernos”, explica la representante de GFC. Esos países “no cumplen con los estándares de impacto ambiental, que ya de por sí son bajos en el continente”, denuncia también.

Cabe señalar también que la apertura de carreteras que permiten transportar las materias primas con el fin de exportarlas aumenta la vulnerabilidad a los incendios, los cuales causan todavía más destrucción de los bosques.

La trampa de los “biocombustibles”

El caso de la soya y el aceite de palma está estrechamente vinculado con la promoción del uso de los llamados biocombustibles. “La demanda mundial [de soya y aceite de palma] se ve inflada artificialmente por políticas que incentivan el uso de alimentos como materia prima para los biocombustibles”, precisa Frances Seymour.

El problema, además, es que muchas de esas actividades de deforestación para los biocombustibles “se realizan con fondos, subsidios o incentivos de los mismos gobiernos que luchan contra el cambio climático o instituciones internacionales”, denuncia Isis K. Álvarez. En Paraguay, por ejemplo, “uno de los países más pobres y con más deforestación, se ha utilizado dinero del Fondo Verde para el Clima para impulsar monocultivos para la industria de la bioenergía, que alimenta la agroindustria”, explica. Álvarez califica esa situación de “circulo vicioso”.

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Brasil

Aunque Brasil logró reducir la deforestación a principios de la década de 2000, en los últimos años la deforestación ha comenzado a aumentar nuevamente, explica Mikaela Weisse, manager para el WRI. “PRODES, el sistema de monitoreo oficial de Brasil, mostró (en el 2018) la tasa más alta de deforestación en diez años”, comenta.

Con la llegada al poder del presidente Jair Bolsonaro, la situación podría empeorar en el país. Así, según el Instituto del Hombre y el Medioambiente de la Amazonia (Imazon), la deforestación creció en un 54 % en enero de 2019 respecto al mismo mes de 2018.

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Colombia

Mikaela Weisse, junto con la investigadora en geografía para el Global Forest Watch, Elizabeth Dow Goldman, explican que Colombia es el país que enfrenta el aumento más drástico en la pérdida de cobertura forestal. Así, en 2017 su tasa de perdida aumentó de un 46% en comparación con 2016.

Casi la mitad del aumento ocurrió en solo tres regiones en la frontera con la Amazonía (Meta, Guaviare y Caquetá), con nuevos focos rojos de pérdida que avanzan hacia áreas previamente intactas”, precisan.

Esa situación tiene mucho que ver con la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. “Las FARC mantenían un control estricto sobre el uso de la tierra y permitían poco uso comercial de los recursos. Con su desmovilización, surgió un vacío de poder que hizo posible la tala ilegal para la ganadería, el cultivo de coca, la minería y la industria maderera por parte de otros grupos armados”, explican Weisse y Goldman.

Bolivia

El responsable de investigación del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB), Pablo Villegas, explica que el aumento en la pérdida de bosques en el país tiene una relación directa con la agroindustria influenciada por Brasil y Argentina. “Existen coincidencias entre el aumento del precio de la soya y el incremento de la deforestación”, comenta.

El experto también resalta la responsabilidad del mismo gobierno boliviano junto con grandes empresarios. Para él, la situación podría incluso agudizarse en los próximos años, debido al agotamiento de las reservas de gas y el avance de una política estatal de promoción de la agroindustria, la ganadería y la explotación forestal. “Bolivia está entrando en crisis, se están acabando las reservas de gas y para el 2023 la producción apenas cubrirá la demanda interna”, explica.

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Perú

En cuanto al caso específico de Perú, la Amazonía peruana es atacada ferozmente por la minería ilegal. El último análisis de imágenes satelitales realizado por el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP) demuestra que esta actividad está alcanzando niveles históricos de deforestación en la selva peruana.

“Basado en el análisis de casi 500 imágenes satelitales de alta resolución, estimamos la deforestación de 18,440 hectáreas por minería aurífera en las regiones de Madre de Dios, Cusco y Puno durante el 2017 y 2018, la cual equivale a más de 25 mil campos de fútbol en solo dos años”, revela el informe.

Es necesario cambiar los sistemas económicos y sociales

Según otro informe de evaluación mundial exhaustivo hecho público el 6 de mayo 2019 por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), el mundo tendrá que enfrentar el colapso ecológico y la extinción masiva de especies a menos que se emprendan acciones drásticas para cambiar los sistemas económicos y sociales.

Para Nele Marien, coordinadora del programa de Bosques y Biodiversidad de Amigos de la Tierra Internacional, “este informe es un nuevo y oportuno recordatorio de que enfrentamos crisis ambientales y sociales íntimamente ligadas. Podemos construir un mundo mejor y frenar el colapso de la biodiversidad, pero eso exige nada menos que un cambio radical de sistema que desista del sistema económico capitalista fallido basado en crecimiento extractivo ilimitado, ganancias y desigualdad. Tenemos que acabar con todos los sistemas de explotación: el colonialismo y neocolonialismo, el patriarcado y el racismo”.

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